Era la segunda misión del transbordador espacial Atlantis, que despegó desde Cabo Cañaveral, Florida, con un mexicano a bordo: Rodolfo Neri Vela.   Desde el lanzamiento al espacio del Sputnik, el primer satélite artificial, en 1957, diferentes países han puesto en órbita cerca de 20,000 de estos artefactos, aunque hasta septiembre de 2015 sólo 1,305 están en operación en órbitas entre los 160 y 36,000 kilómetros de altitud. Todo empezó cuando a mediados de los años cincuenta, Estados Unidos y la Unión Soviética anunciaron públicamente su intención de lanzar al espacio, en los años siguientes, satélites artificiales como contribución al Año Geofísico Internacional (1957-1958). Cada nuevo lanzamiento significaba noticia, hasta que la cotidianeidad les quitó tal carácter. En esas épocas, la experiencia espacial de México se limitaba al lanzamiento de sondas meteorológicas y la realización de programas de percepción remota que efectuaba la entonces Comisión Nacional del Espacio Exterior de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. El primer contacto real de nuestro país con las transmisiones satelitales fue en 1965, con la participación en vivo en el programa Nuestro Mundo, una transmisión internacional que mostró aspectos culturales, históricos y científicos de diferentes países y que fue transmitido gracias al funcionamiento del primer satélite sincrónico conocido como Pájaro Madrugador (Early Bird) del consorcio Intelsat. Pero todavía tuvieron que pasar algunos años para que México anunciara la idea de poseer un sistema de comunicaciones espaciales a través de sus propios satélites. Así, el gobierno anunció su participación plena en programas espaciales a través del Sistema Morelos de Satélites, en 1982. En 1985 ya se había puesto en órbita el Satélite Morelos I, y para colocar en el espacio el Morelos II se acordó incluir en la tripulación del transbordador espacial a un astronauta mexicano. De entre los candidatos, el elegido fue un científico de 33 años de edad, quien a la postre se convirtió en el primer astronauta mexicano: el doctor Rodolfo Neri Vela. Hace 30 años, el 26 de noviembre de 1985, despegó desde Cabo Cañaveral, Florida, el transbordador espacial Atlantis para iniciar la misión STS-61-B, cuyo principal objetivo fue poner en órbita tres satélites: el Morelos II de México, el AUSSAT-2 de Australia, y el SATCOM KU-2 de Estados Unidos. Fue la segunda misión de este transbordador y la primera que despegó de noche después de 6 días, 21 horas, 4 minutos y 49 segundos. La aeronave regresó a tierra el 3 de diciembre.   Mi encuentro con un astronauta Poco después de su regreso, tuve la oportunidad de entrevistar al doctor Neri Vela, tanto para la revista Aviación Internacional como para mi sección “El Tiempo Vuela”, dentro del programa de televisión Videocosmos. El haber terminado una misión que pocos en el mundo pueden realizar, no le quitó al astronauta la sencillez en el trato. Inclusive, su oficina en Ciudad Universitaria era un pequeño cubículo que obligó a realizar la entrevista para televisión en el exterior, pues no había espacio para el camarógrafo y su equipo, y las tomas hubieran sido muy “cerradas”. Cuando lo conocí, vi a un joven sencillo, maduro y reflexivo en su decir y su hacer. Comentó entonces que para convertirse en el primer astronauta mexicano, se limitó a cumplir con los requisitos de la convocatoria que emitió la Secretaría de Comunicaciones y Transportes para seleccionar a los candidatos. No tenía mayores contactos y sólo disponía de un impresionante currículo en investigación y docencia. Recuerdo que una de las primeras preguntas que le hice fue referente al costo para el país de una misión espacial. Su respuesta, palabras más palabras menos, fue que a pesar de que el país pasaba por una crisis económica, no podía permanecer alejado de los avances tecnológicos para evitar que México se rezagara en ese sentido. Mencionó que además de tratar de resolver el presente teníamos que ver hacia el futuro, y que ello requería de inversiones, incluyendo la de enviar a alguien al espacio, no sólo para colocar en órbita un satélite, sino para realizar algunos experimentos científicos en diferentes áreas. Una de las tareas del doctor Neri era desarrollar diversos experimentos diseñados por científicos y estudiantes mexicanos, y también operó el experimento de Flujo Continuo de Electroforesis (CRFES) para McDonnell Douglas; llevó a cabo experimentos de comunicación para el gobierno mexicano, y probó los Orbiter Experiments Digital Autopilot (OEX DAP). Algunas citas de lo publicado en la revista Aviación Internacional:
  • “No es un afán de exhibicionismo el que nos ha llevado al espacio. Se ha buscado y encontrado la mejor forma de solucionar un vital problema de comunicación.”
  • “De ninguna manera se puede pensar en desperdicio de recursos el espacio. Sólo hemos adquirido una herramienta muy importante.”
  • “Era una oportunidad que teníamos que aprovechar, puesto que está a nuestro alcance para poder avanzar debidamente y poner a nuestro país en una posición igual a la de países avanzados.”
  • “No estamos en una carrera espacial contra ningún país; sólo es una etapa importante en el desarrollo tecnológico y científico de México, para la que hay que aprovechar todos los recursos a nuestro alcance.”
  • El viaje no fue un paseo, sino una serie de experimentos que buscan una mejor forma de vida para un país con los problemas que tiene el nuestro.”
Para la televisión le pregunté qué pensaba al ver la inmensidad del espacio y al planeta Tierra desde una posición tan privilegiada. Su respuesta me puso a pensar: A bordo de la aeronave había que trabajar, pero, desde luego, también tenían momentos para descansar y reflexionar. Neri me dijo que al asomarse por la escotilla del transbordador y ver a nuestro planeta desde esa altitud, lo primero que pensó fue en la inteligencia con la que el ser humano ha sido dotado, gracias a lo cual se había construido un artefacto capaz de ponerlo ahí. Luego me refirió que al ver el espacio infinito y saber que quizá sólo la Tierra está habitada, lo único que podía pensar es que debe existir una fuerza muy poderosa capaz de crear este universo y que esa fuerza es de carácter divino. En 1990, ante la proximidad de la conclusión de la vida útil de los satélites Morelos I, la cual fue calculada para fines 1993, y el Morelos II, en 1994, se planteó una estrategia para minimizar las correcciones de su órbita, por lo que se logró alargar la vida útil de este último hasta el año 2004. La SCT, el Instituto Mexicano de las Comunicaciones (IMC) y Telecomm determinaron reemplazarlos con los satélites Solidaridad 1 y 2. El satélite Morelos I fue desorbitado el 5 de marzo de 1994 y el Morelos II el 14 de junio de 2004. Dos satélites que hace 30 años marcaron el inicio de una nueva era de comunicación en México y que abrieron la puerta a quien siempre será recordado como el primer astronauta mexicano.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @mmaraboto Blog: CorpMedios   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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