Antes de la pandemia, ya estaba Juan Carlos Baumgartner.

El arquitecto ha pasado los últimos 20 años desafiando, cuestionando y reinterpretando el uso de las oficinas, mucho tiempo antes de que el Covid obligara a los corporativos y PyMes a preguntarse qué sucedería con sus espacios de trabajo.

—¿Las oficinas se dirigen a su desaparición?—, se le pregunta.

—Eso sería una estupidez—, ataja de inmediato.

Baumgartner, fundador de la oficina SPACE –precursora de espacios disruptivos en México, como las oficinas de Google, Axa, Red Bull, Santillana, entre muchos más–, explica la necesidad de las oficinas no desde el diseño ni la arquitectura, sino desde la antropología.

“Uno de los recursos que ha permitido a la humanidad desarrollarse y florecer es la construcción de tribu”, dice el creativo.

Tribu: Agrupación o asociación social y política propia de pueblos primitivos e integrada por un conjunto de personas que comparten un origen, una lengua, unas costumbres y unas creencias.

Eso dice la RAE.

Lo que dice Baumgartner es que la tribu ha sido la herramienta que ha permitido al hombre compensar su fragilidad durante los primeros años de vida, así como otras características que lo dejan en desventaja frente a otras especies.

Pero en la historia de la humanidad, también dice Baumgartner, no se ha dado el caso de una construcción de tribu aislada del espacio físicio.

No sucedió en la prehistoria y no sucederá en la era post-covid, asegura.

EL NUEVO ROL DE LA OFICINA

“Somos seres corpóreos. Y por eso sabemos que cuando sucede una interacción virtual a través de la pantalla solamente está interactuando una parte de nuestra cognición”, explica.

Ahí falta el relacionamiento físico, el lenguaje corporal, la felicidad que provoca un espacio adecuado para trabajar y socializar.

“Mediar el mundo a través de una pantalla es reducir nuestra cognición a la parte cerebral e ignorar el resto, es arrojar miles de años de evolución a la basura”, zanja.

Ahora que todo el mundo habla de modelos híbridos de trabajo (que combina el factor presencial con el remoto), lo que se debe discutir es si la oficina tradicional sirve para construir tribu.

Al interior de una organización, la construcción de tribu promueve, en primer lugar, el sentido de pertenencia. Y una sociedad sin sentido de pertenencia, advierte el arquitecto, es una sociedad destinada a fracasar.

El sentido de trascendencia es otra consecuencia de esta construcción.

“Si una persona no genera recuerdos continuos de la importancia de su trabajo diario, sea un contador o un médico, tarde o temprano va a cuestionar para qué sirve lo que hace”, señala Baumgartner.

Foto: Cortesía AMEX.

El creativo destaca que esta falta de sentido de trascendencia y pertenencia se ha dejado sentir en Estados Unidos durante la pandemia, periodo en el que millones de trabajadores han abandonado de forma voluntaria sus empleos.

Bautizado como “La Gran Renuncia”, este fenómeno ha resultado en la dimisión de más de 20 millones de empleados entre abril y diciembre de 2021, de acuerdo con datos del Departamento del Trabajo de los Estados Unidos.

“No es casual que esto suceda después de un periodo muy largo de no estar en espacios físicos, donde se podía generar tanto el sentido de pertenencia como de trascendencia”, apunta Baumgartner.

El tercer punto por el que necesitamos espacios físicos, abunda el arquitecto, es porque son indispensables para contar historias.

“Nadie se conecta a un zoom para platicar y contar historias, sino para tener la versión de la junta formal llevada al mundo virtual. La interacción prácticamente desaparece”, precisa.

Esto anula en buena medida la posibilidad del aprendizaje social, es decir, la posibilidad de aprender a través de las historias de los otros, más allá de las cuestiones técnicas y formales.

Desde hace diez años, Baumgartner se ha interesado en el estudio de la neurociencia, con la finalidad de aplicar los adelantos de esta disciplina a la arquitectura.

El artífice confía en la capacidad del diseño para ayudar a las personas a imaginar distintos futuros, es decir, transformar sus vidas.

“Los científicos lo tienen clarísimo: pensamos con el cerebro, con el cuerpo y con el espacio que nos rodea. El espacio también es cognición”, explica.

Baumgartner reconoce que, si bien las oficinas no van a desaparecer, al menos se reducirán.

“Tal vez solo se requiera la mitad del espacio, pero tendrán que ser oficinas bien diseñadas”, precisa.

Oficinas que convoquen a la construcción de tribu, donde se cuenten historias, donde se fortalezcan los sentidos de pertenencia y trascendencia, y en las que el espacio sea una herramienta más para pensar y desarrollar a la organización. Nada más.

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