El año 2021 marca el aniversario número 220 de una de las mayores joyas relojeras de todos los tiempos. El Tourbillon, más que un reloj, es un mecanismo exquisito de una complejidad sin comparación. Un invento patentado en 1801 por Abraham-Louis Breguet que hoy en día contribuye en gran medida a la reputación que sostiene esta casa relojera. 

De origen suizo y con un temprano interés por los relojes, Breguet se fue muy joven a estudiar a Francia, al Colegio Mazarino, obteniendo una sólida base de conocimientos científicos que lo convirtieron en un ingeniero adelantado a su época, lo que le permitió desarrollar la idea del mecanismo que lo haría trascender en el mundo de la relojería.  

El Tourbillon es un invento que desafía las leyes de la física y que en el tiempo en el que fue creado significó un gran adelanto tecnológico, pues lo que hacía era domar de alguna manera los efectos de la ley de la gravedad que impactaban directamente sobre los mecanismos de los relojes de la era. Lo que hizo Breguet, fue construir un complejo sistema mecánico inspirado en el sistema planetario y su rotación alrededor del sol, para reducir la imprecisión de los relojes sin importar si estos eran usados vertical u horizontalmente. 

Foto: Cortesía de Breguet

Un largo camino

Como todos los grandes inventos, el Tourbillon tomó bastante tiempo en concretarse. Se piensa que la idea de Breguet se fue desarrollando con los años y la experiencia que fue tomando en la relojería. 

Sus innumerables aportaciones técnicas y su talento para el diseño elegante y minimalista convirtieron a Breguet en un innovador de renombre internacional. Su nombre se hizo conocido en todas las grandes capitales y muchos empezaron a imitarlo desde antes de que se patentara el Tourbillon, cuya idea brotó en su mente entre 1793 y 1795. En total, su realización tardó seis años, pero además tardó otros seis años en aumentar las ventas. Esto quiere decir que pasaron más de diez años no sólo para desarrollar su invento, sino también para hacerlo fiable. 

Foto: Cortesía de Breguet

Piezas artísticas 

Como podemos ver en la actualidad gracias a la acelerada evolución de la tecnología, los inventos técnicos rara vez mantienen su vigencia de un siglo a otro, sin embargo, el Tourbillon nunca ha sido tan vital para la alta relojería como lo es hoy y eso se debe en gran medida a que se trata de una pieza artística con una complejidad deslumbrante, pues aunque en su momento se consideraron objetos puramente científicos, se les dio un acabado sofisticado. 

Las esferas de los Tourbillones se encuentran entre las más bellas de la historia de la casa relojera que representan. Una perfecta legibilidad -característica de cualquier reloj Breguet- y unas esferas cuya funcionalidad se veía reforzada por el oro, la plata o el esmalte. Nunca había dos piezas iguales porque el mecanismo del Tourbillon está diseñado para adaptarse a varios tipos de escapes y relojes.

Los Tourbillones de la época de su inventor siguen fascinando a coleccionistas, historiadores y grandes actores de la relojería, desde Jorge IV de Inglaterra hasta Sir David Salomons y desde George Daniels hasta Nicolas G. Hayek. 

Aún se conservan doce de aquellas piezas en museos: tres pertenecen a las colecciones del Museo Breguet, cinco se conservan en el Museo Británico y en otros museos de Inglaterra; las otras se encuentran en Italia, Jerusalén y Nueva York. Otras quince están en manos de coleccionistas privados y, en los últimos años, dos piezas fueron compradas en subasta. En total, casi 30 de las 40 piezas originales han sobrevivido, una proporción que dice mucho de la fascinación existente.

La Casa Breguet no sólo conservó las piezas de su fundador con gran cuidado, sino que también creó una selección de nuevos relojes de bolsillo Tourbillon que se vendieron desde los años 20 hasta los 50. Sólo un pequeño número de conocedores lo sabía.

Foto: Cortesía de Breguet
Foto: Cortesía de Breguet

Aunque fue diseñado para los relojes de bolsillo, que generalmente se llevaban en posición vertical, el invento de Abraham-Louis Breguet volvió a aparecer a mediados de los años 80, en las cajas mucho más pequeñas de los relojes de pulsera, mucho menos sensibles a la gravedad. 

Desde entonces, el triunfo del Tourbillon ha resultado imparable y, año tras año, gana terreno. Hoy en día, la principal ventaja del Tourbillon ya no reside en una mayor precisión, en cambio, el aficionado ilustrado puede deleitarse con la belleza de un invento genial que representa un capítulo de la historia de la humanidad, y que, 220 años después sigue dando testimonio del espíritu humano.

 

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