A tan sólo unos meses de que las actividades económicas reanudaron sus operaciones, el Fondo Monetario Internacional (FMI) modificó su proyección de 10.5 a 9% en la caída del Producto Interno Bruto (PIB) de México, lo que indica una mejora en las proyecciones de la situación de los negocios. Sin embargo, aún hay mucho trayecto que recorrer para lograr la estabilidad que ofrece una verdadera recuperación. 

Responder a los meses de confinamiento fue sólo la primera parte del reto que ha representado la contingencia sanitaria. Ahora es momento de reinventar los negocios y romper las reglas establecidas para crear otras que se adapten a las nuevas necesidades de las industrias, gobiernos y de las sociedades. 

Regresar a nuestras viejas prácticas en un contexto nuevo pudiera resultar poco eficiente, por lo que es necesario apostar por un cambio que se adecúe a las nuevas situaciones que vivimos y  que incorpore mejores herramientas tecnológicas y nuevas prácticas laborales, impulsadas por una renovación en nuestra cultura organizacional. 

La alternativa es avanzar por el camino de la transformación digital, un gran paso que implica cambios en tecnología, pero sobre todo nuevos aprendizajes en colaboración basados en una cultura abierta. 

La disrupción que ha representado la contingencia, aceleró la digitalización en Latinoamérica logrando en tres meses avanzar lo que se esperaba demoraría tres años, según datos de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Banco Internacional de Desarrollo (BID). 

En el caso de México, la inversión en realidad virtual, la omnicanalidad, la automatización, la ciberseguridad, la Inteligencia Artificial (IA) o el Internet de las Cosas ha ido en aumento gracias a las ventajas que representan estas tecnologías para la operación de los negocios.

Aún se requiere avanzar más  por el camino de la transformación digital y, para ello es indispensable contar con una  arquitectura de TI robusta y abierta que haga funcionar con agilidad y seguridad todas nuestras aplicaciones.

En este sentido, el código abierto y las nubes híbridas son piezas fundamentales de la aceleración digital, pues dotan de flexibilidad y eficiencia el manejo de datos, además de brindar un alto nivel de seguridad y agilidad.

Ahora bien, esta transformación debe ir más allá de contar con herramientas de gran innovación, es necesario también modificar la cultura; lo que significa hacerse de una mentalidad digital, preparando a la fuerza laboral y colaboradores a migrar hacia un modelo en el que el trabajo remoto y la hiperconectividad se transformen de manera constante. 

Esto representa crear nuevos hábitos que respondan con agilidad al contexto actual, el cual tiene cuatro características claras: es volátil, incierto, complejo y ambiguo, por lo que es indispensable guiarnos por una cultura que se adapte al cambio, colabore con el cliente, que se centre en los individuos e interacciones y mida el progreso de las iniciativas.

Todo eso y mucho más se encuentra en la cultura abierta, que es inherente a la verdadera transformación digital y ofrece grandes beneficios, al permitir que diferentes equipos de desarrolladores y programadores trabajen para encontrar soluciones a un mismo problema. 

Además, este concepto implica: romper barreras, transformar procesos tecnológicos y, sobre todo, incorporar prácticas ágiles, que permitan una mejor operatividad de todas y cada una de las áreas de las empresas y ante el contexto actual. 

Por todo ello, una transformación digital es parte medular de la recuperación de las organizaciones y estoy seguro que las empresas mexicanas sabrán apostar por este camino y hacer las inversiones necesarias para reinventarse y así reactivarse. 

*Por Javier Cordero, director general de Red Hat en México.

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