La semana pasada le conté en el artículo “Así es como todos los choferes del mundo perderán su empleo”, que la empresa Delphi Automotive lanzará en 2017 una flota de taxis autónomos en Singapur. Estas pruebas iniciales, sin embargo, tienen la mira puesta en un servicio regular de autos sin chofer, sin volante ni pedales, para 2019, que estará consolidado y en plena operación a más tardar en 2022. Como suele ocurrir en estos casos, no falta quien con escepticismo opina que los autos que se conducen solos están a años luz de distancia, pero eso es un error. De hecho, la mayoría –si no es que todas– las grandes empresas automotrices ya llevan varios años trabajando a marchas forzadas y asociándose con firmas tecnológicas en el desarrollo de estos proyectos. Tienen prisa y la competencia es mucha. Ayer, por ejemplo, Ford anunció que tendrá en las calles vehículos completamente autónomos en menos de 5 años. ¿Le parece mucho tiempo? Inversionistas de Wall Street han presionado a esa marca por tardarse demasiado en desarrollar autos y camiones con dichas características, por lo que es de esperar que incluso los tengan en operación antes del 2021, que es su meta. Lanzarán primero un vehículo comercial que, como le digo, no tendrá volante ni pedales, que será usado en todo el planeta por compañías de transporte como Uber y Lyft, con las que mediante una aplicación se solicita un servicio. La compañía no dio detalles sobre cómo lucirá su nuevo auto, pero lo importante, según ha dicho su presidente y director general, Mark Fields, es que “los vehículos autónomos podrían tener un impacto tan significativo en la sociedad como la línea de ensamblaje de Ford hace 100 años”. No hay duda. En su opinión, la automatización definirá la siguiente década, y estamos de acuerdo. El cambio es irreversible. La automotriz estadounidense incluso ha duplicado a 300 el personal que tiene trabajando en Silicon Valley, y ampliará sus instalaciones en Palo Alto, California. Asimismo, se ha asociado con Baidu, el “Google” chino, que también dijo en junio pasado que estará produciendo en masa autos autónomos en cinco años. No tenga duda de que esta revolución del transporte hará que algunas empresas automotrices, las que tarden más en adaptarse a las demandantes nuevas circunstancias del mercado, terminarán por desaparecer. Los países no desaparecerán, ni sus habitantes, pero es un hecho que aquellos que por presiones locales de toda índole –como las laborales– se cierren a la tecnología de estos vehículos más baratos, rápidos, seguros y eficientes que los actuales, se quedarán rezagados. Como es usual, el principal obstáculo al que se enfrentarán estas innovaciones es la regulación. ¿Estarán las autoridades mexicanas preparándose ya para el futuro que viene? Es más que dudoso. Lo que está pasando en el mercado de los autos y camiones es un nuevo llamado de advertencia: los cambios en el mundo económico suceden más rápido de lo que las autoridades pueden reaccionar. Y mucho ayudan si dejan de estorbar. Apertura y no proteccionismo, competencia total y no obsolescencia es lo que requerimos para atraer inversiones y capital que generen crecimiento y empleo en cantidades suficientes que eleven los ingresos y abatan la pobreza en México. No hay otra fórmula posible. Además, el gobierno debe hacer valer el Estado de derecho y reducir los recursos que quita a los contribuyentes por la vía de los impuestos. Controlar el gasto y equilibrar las finanzas públicas es un requisito indispensable. Quedarnos sólo “milando” mientras el resto del mundo nos rebasa, no es opción.
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