Debido a que la economía europea ha mostrado un deterioro, funcionarios prevén que la única forma de lograr la meta de un presupuesto equilibrado, es realizar recortes que profundizarían una recesión, lo que convencería a Angela Merkel de relajar la política fiscal.   Reuters Lo último que necesitaría la vacilante economía europea sería una repentina baja de la actividad en Alemania, el pilar en que se apoya del bloque. Pero un episodio de debilidad alemana podría ser precisamente lo que se necesita para convencer a la canciller Angela Merkel de que relaje la política fiscal en casa y ofrezca a Europa una dosis de estímulos que países en problemas, como Francia e Italia, están necesitando desde hace largo tiempo. Por ahora, la principal prioridad económica del Gobierno de Merkel es cumplir con su promesa de un “schwarze Null”, un presupuesto federal que esté totalmente equilibrado en 2015. Pero si la economía alemana -que se contrajo un 0.2% en el segundo trimestre y que podría estancarse en el tercero- sigue debilitándose el próximo año, Merkel podría verse forzada a revertir el curso e incrementar la inversión pública, como ha pedido el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. “Si la única forma de lograr la meta de un presupuesto equilibrado es hacer recortes que profundizarían una recesión, será abandonada y veremos más gastos”, dijo un alto funcionario alemán, quien solicitó el anonimato debido a lo delicado del asunto. Otro funcionario cercano a Merkel dijo que “si la economía alemana se debilita sustancialmente, cambiarían las cosas”. Por ahora, el “schwarze Null” o “cero negro” parece cómodamente al alcance. Con el desempleo aún debajo del 7%, la recaudación tributaria sigue fluyendo a los cofres federales a un ritmo récord. Las tasas de interés ultrabajas han reducido fuertemente el costo del crédito en Alemania, entregando un respaldo presupuestario adicional. El Bundesbank estima que Alemania ahorró 120,000 millones de euros en los últimos siete años, incluyendo 37,000 millones de euros el año pasado, gracias a la caída de las tasas. “Por supuesto, existe un riesgo para la meta de presupuesto equilibrado si la economía se debilita considerablemente”, comentó Eckart Tuchtfeld, economista de Commerzbank que se enfoca en temas presupuestarios. “Pero no consideramos que esto sea probable. Nuestro caso base es de un período temporal de debilidad económica, no de una recesión prolongada”, agregó. Datos débiles Aún así, datos alemanes recientes han sido inusualmente débiles. Los pedidos y la producción industrial de agosto registraron sus caídas más pronunciadas desde el momento más duro de la crisis financiera en 2009. El indicador de confianza de las empresas del Instituto Ifo, un referente muy seguido, ha bajado durante cinco meses consecutivos. Además, un reciente sondeo entre gerentes de compras mostró que la actividad en el sector manufacturero alemán se contrajo en septiembre por primera vez en 15 meses. El martes, el FMI redujo su pronóstico de crecimiento para Alemania de este año a un 1.4% desde un 1.9%, y el de 2015 a un 1.5% desde un 1.7%. “Los riesgos para el panorama económico alemán son altos”, comentó Marcel Fratzscher, del instituto económico DIW en Berlín, citando la debilidad en la zona euro, riesgos políticos en Francia e Italia, inminentes pruebas de tensión que podrían dejar al descubierto problemas en bancos europeos y amenazas geopolíticas en Ucrania y Oriente Medio. “Mi expectativa es que si la economía se deteriora más, habrá un replanteamiento fundamental de la política del Gobierno alemán”, sostuvo Fratzscher, un ex funcionario del BCE que lidera a un grupo de expertos establecido por el ministro de Economía, Sigmar Gabriel, para estudiar formas de impulsar la inversión. DIW estima que Alemania sufre de un déficit anual de inversión de 80,000 millones de euros, tras décadas de disminución de gastos públicos y privados en infraestructura doméstica y equipamiento. A comienzos de la década de 1990, las inversiones representaban un 23% del Producto Interno Bruto (PIB) de Alemania. Esa cifra oscila ahora en torno a un 17%, que se compara a un promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) de un 20%.  

 

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