La voz tanto de “intelectuales” como del pueblo se vuelve unánime: “hace falta más dinero”. El frenesí no se puede detener. Un preludio del desastre.   La alerta roja monetaria en el mundo está sonando a su máxima potencia. A juzgar por el artículo de Mark Blyth y Eric Lonergan, publicado ayer en el portal de la conocida e influyente revista Foreign Affairs, titulado “Print Less but Transfer More: Why Central Banks Should Give Money Directly to the People” (“Impriman menos pero transfieran más: Por qué los bancos centrales deberían dar dinero directamente a la gente”), las mentes keynesianas y monetaristas que gobiernan el mundo han entrado en fase de desesperación. Esto los ha llevado a la absurda conclusión de que, si sus políticas de estímulo fiscal y monetario no han servido para impulsar la economía global, es hora de hacer más de lo mismo, pero a un grado extremo. Para eso han recurrido incluso a la figura usada por el más célebre de los monetaristas, Milton Friedman, de “arrojar” dinero desde helicópteros. Los autores son explícitos y aseguran que es hora de que los políticos de Estados Unidos y otros países desarrollados consideren utilizar una versión actualizada de aquel helicóptero: transferir dinero directo a la gente, en especial a los más pobres. La idea es que ésta sea una manera directa, más “barata” y eficiente de expandir la demanda, en lugar de tratar de hacerlo por medio de compras de activos (como el programa QE de la Fed estadounidense) y de bajar las tasas de interés. Así, El gobierno podría distribuir el efectivo equitativamente a los hogares o, incluso mejor, dirigirse al 80% de hogares más bajos en términos de ingreso, proponen los autores. Esto, según ellos, traería como consecuencia que las personas de menores ingresos fueran más propensas a consumir, y además “compensaría la creciente desigualdad de ingresos”. Los autores aseguran que no hay razón para que los gobiernos no traten de acabar con las recesiones si pueden, para lo que las transferencias de efectivo serían una efectiva manera de hacerlo, además, de modo instantáneo.  Asimismo sostienen que es urgente que se implemente este tipo de “innovación”, pues los banqueros centrales están tratando de manejar economías del siglo XXI con herramientas del siglo pasado. Aseguran también que lo único que se necesita para cambiar el rumbo es coraje, el cerebro y el liderazgo para probar algo nuevo”. En fin, puras ocurrencias al estilo Miguel Ángel Mancera y Gustavo Madero, con su idea de subir el salario mínimo por decreto. Y es que más allá de lo atractivas que pueden parecer este tipo de propuestas, la realidad es que no hay nada nuevo en ellas. A final de cuentas se trata del mismo razonamiento equivocado y absurdo de que una depresión global provocada por un exceso de deudas, consumo y crédito, puede resolverse con más de lo mismo, y si no funciona, siempre estará la opción de regalar dinero para “estimular” la economía. La forma que adquiera ese estímulo, siempre será un disfraz de lo mismo: crear siempre dinero de la nada, la droga de la que el sistema necesita cada vez dosis mayores para sobrevivir cada día por menos tiempo. Los autores se dicen convencidos de que tal medida no causaría inflación, pues ni siquiera la impresión monetaria histórica de todos los mayores bancos centrales –con la Reserva Federal estadounidense a la cabeza– la ha provocado. Lo que omiten es que en realidad esa inflación sí se ha manifestado creando nuevas burbujas en bolsas de valores y mercados de bonos, así como en el alza de precios de productos básicos. La importancia de estos últimos, por cierto, queda diluida en los índices inflacionarios oficiales. Así, éstos lucen siempre bajo control. Sin embargo, repartir dinero, como proponen, equivaldría a meter el acelerador cuando se está frente al barranco. El típico diagnóstico de que falta más gasto de parte de los agentes económicos para expandir el empleo, el crecimiento de los salarios y evitar la tan temida deflación –que llegará sin remedio antes de la inflación descontrolada, es falaz. Esa equivocación keynesiana le está costando al mundo el entrar a una nueva Edad de las Tinieblas. Al contrario, lo que le urge al mundo es más ahorro, que de manera natural hace posible que las tasas de interés desciendan y crezca la economía. Saltarse el paso del ahorro, imprimir dinero y manipular a la baja las tasas de interés induce al error, a la mala asignación del capital y a nuevas burbujas. Crear billetes de la nada no es inocuo. Es ingenuo pensar, como se afirma en el artículo de Foreign Affairs, que los bancos centrales tienen las armas suficientes para combatir la inflación una vez que ésta se manifieste por fin, como ansían, en los índices de precios al consumidor. Está demostrado por incontables ejemplos en la historia –como el de la Francia posrevolucionaria, que la impresión monetaria –y más en la forma propuesta– siempre tiene resultados inmediatos “positivos”, pero de muy corta duración. Como si de verdad se tratara de una droga, una vez que pasan los efectos y la economía comienza a desplomarse, quienes antes se beneficiaron del dinero creado exigen que se cree aún mucho más, pues la voz tanto de “intelectuales” como del pueblo se vuelve unánime: hace falta más dinero. El frenesí no se puede detener. Un preludio del desastre. Andrew Dickson White, en su obra “La Inflación del Dinero Fíat en Francia”, lo sintetizó de la siguiente manera: A pesar del hecho de que el papel moneda emitido era obligación directa del Estado, que buena parte de éste devengaba intereses, que todo estaba garantizado con los mejores bienes raíces de Francia, y que las penalidades consistentes en multas, encarcelamientos y muerte, eran aplicadas de vez en cuando para mantener su circulación a valores fijos, hubo una firme depreciación de su valor hasta que alcanzó el punto cero y hasta culminar finalmente en el repudio. No hemos aprendido nada. Toda esa sinrazón está llevando a los inversores más avezados a buscar auténticos activos monetarios refugio, oro y plata, en grandes cantidades. En este espacio te he informado que desde el año pasado se ha llegado a elevar tanto esa demanda, que el mercado entra en backwardation, un signo de “escasez”. Y no es que el oro se esté acabando, sino que en realidad se está escondiendo en manos de tenedores que no los soltarán ante la inminencia de un cataclismo económico como nunca antes el ser humano ha conocido. El dinero bueno siempre se esconde cuando abunda el malo. Por eso la histórica publicación de Foreign Affairs no es más que el encendido oficial de la alerta roja que antes brillaba en amarillo. Quienes han hundido al mundo están más decididos que nunca a cavar más profundo. Es cuestión de tiempo para que algún “brillante” gobernante comience a preguntarse “¿por qué no hemos hecho esto todavía?”, y ponga en marcha esta política o una versión análoga. Así que abróchate el cinturón, que lo peor de la crisis está por venir.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @memobarba Blog: Inteligencia Financiera Global     Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

EU eleva pronósticos de déficit fiscal por menos impuestos
Por

La Oficina de Presupuesto del Congreso estadounidense dijo que se espera que el quebranto llegué a 506,000 millones de d...