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Estas son las 30 promesas de los negocios 2024

Como ya es costumbre, quisiera empezar este artículo compartiendo otra fábula que encontré hace poco y que me ha gustado mucho. Circulan muchas versiones en internet, y parece que la cuestión de su autoría no es del todo clara, pero creo que vale la pena darle difusión. Cuenta la historia que un buen día un joven visitó a un sabio consejero, pues se sentía afligido por los sentimientos encontrados que tenía por su familia. Desde que entró a la adolescencia había tenido muchos conflictos con sus padres y discusiones casi a diario. El joven pensaba dejar la casa y no volver nunca más, así ambas partes, él y su familia, pensaba él, estarían en paz. 

El sabio lo escuchó pacientemente, y al final solo le dijo una cosa:

—Ámala.

—Pero, —tartamudeó el joven—, sigo sin entender…

—Ámala —insistió el sabio.

El joven se veía todavía más confundido, así que el sabio le pidió que se sentara un momento y escuchara lo siguiente con atención:

—Hijo, amar es una decisión, no un sentimiento. Amar es dedicación y entrega, es un verbo, una acción, y el fruto de esa acción es el amor. ¡El amor es un ejercicio de jardinería! Arranca lo que hace mal, prepara el terreno, siembra, sé paciente, riega y cuida. Prepárate porque habrá plagas, sequías o diluvios, pero no abandones tu jardín. Simplemente ama. ¿Sabes por qué? Porque la inteligencia sin amor te hace perverso; la justicia sin amor te hace implacable; la riqueza sin amor te hace avaro; el éxito sin amor te hace arrogante; el trabajo sin amor te hace un esclavo.

El sabio hizo una pausa y luego dijo:

—Y la vida, sin amor, no tiene sentido. 

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Primero la familia, luego la empresa

Bien dice el sabio que la riqueza y el éxito sin amor hacen más mal que bien. Cuando llegamos a cierta edad nos damos cuenta de que el éxito profesional y las riquezas no valen la pena si no tenemos con quien compartirlas, o si hemos sacrificado los grandes momentos de la vida para obtenerlos. El caso de las empresas familiares no es diferente. Vivimos en una época hipercapitalista, donde ser altamente competitivos e individualistas es parte de nuestra cultura. Pero la verdad es diferente, y es algo que puedo asegurar basado en mi experiencia: al final lo que nos queda son nuestros seres queridos. 

Una empresa familiar se construye, entre otras cosas, para crear un sustento y un legado, generoso y duradero, para la familia y sus siguientes generaciones. El éxito de un negocio familiar no tiene como objetivo el éxito en sí, sino el bienestar de la familia. ¿Qué pasa si el negocio prospera, pero la familia queda destruida por riñas y envidias? ¿De qué sirvió todo el esfuerzo? Por lo tanto, la riqueza sin amor es más un pesar que una bendición. 

Por supuesto que, para amar, o como dice el sabio, para trabajar ese jardín que es el amor a la familia, también es necesario mucho trabajo, mucho aprendizaje. Aquel joven de la fábula tiene todavía mucho por aprender, y si mañana pudiera platicar con él, me gustaría darle los siguientes consejos.

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Buenas prácticas para amar a la familia, aunque cueste trabajo

Antes que nada, he de decir que estos consejos son del ámbito que me toca, que son las empresas familiares. 

Lo que pasó en la oficina se queda en la oficina. – Primero que nada, hay que trabajar en aprender a separar lo que pasa en el negocio y no llevárselo a la casa. También hay que entender que los roles cambian en cada ámbito: no es lo mismo ser el papá que ser el jefe. A veces puede que el rol de papá nos agrade mucho más que el rol de jefe; también puede pasar que un regaño del jefe pese mucho más si viene de un familiar. Esto puede ser muy pesado y por eso hay que practicarlo, pues la buena disposición no es suficiente.

Siempre mantener el respeto. –  Así como sucede en la familia, y específicamente en los matrimonios, el respeto nunca debe perderse, por más acalorada que se vuelva una discusión. Hay cosas que en el calor del momento pueden decirse y que, desafortunadamente, ya no pueden desdecirse. Si el respeto se mantiene siempre, entonces siempre habrá comunicación y confianza, incluso en los momentos más tensos. 

Practicar la comunicación. – No todos dominamos el arte de comunicarnos de manera abierta y vulnerable. En las empresas familiares es doblemente difícil, pues además de aprender a comunicarnos eficientemente en la parte de negocios, también tenemos que aprender a comunicar nuestros sentimientos de manera asertiva. Esto también es una cuestión de práctica y disciplina; afortunadamente hay técnicas para lograrlo que pueden ser aprendidas con la ayuda de un consultor externo (idea porque es un tercero que no tiene conflictos de interés de por medio). Alguna vez escuché decir a un dueño de empresa familiar, que codirigía la empresa con sus hermanos, que habían llegado a un acuerdo para nunca pelearse al tomar decisiones: toda decisión tomada tenía que contar con la aprobación de los tres; nunca debía suceder que dos se impusieran al tercero. Y si los tres tomaban una decisión, era la decisión de los tres, no estaba permitido que, si la decisión resultaba ser mala, uno de ellos le reclamara a los demás. Me pareció un gran ejemplo de solidaridad entre hermanos.

Dar independencia a los hijos. – A veces, tentados por la necesidad de proteger a los hijos de todo mal, los padres no les permiten tener independencia para tomar decisiones, por lo que no se sienten como adultos trabajando en la empresa familiar. Confiar en los hijos es difícil, es verdad, pero de nuevo, hay que trabajar el jardín: desde jóvenes hay que preparar un plan de carrera para ellos, donde se enfrenten por su cuenta a problemas cada vez más complejos, haciéndolos a ellos ganar confianza y a los padres constatar el proceso y, cuando llegue el momento, tener toda la confianza para delegar en ellos las responsabilidades más importantes.

Con estas acciones lograremos cultivar una mejor relación entre los miembros de la familia (en el caso de este artículo, concretamente entre padres e hijos), lo que a su vez ayudará a estrechar lazos, a facilitar la interacción y, por supuesto, a hacer crecer el amor a la par que crece la riqueza del negocio familiar. 

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