“La operación en los mares es de tal nivel, que los cárteles mexicanos han impuesto incluso una especie de ‘pago de piso’ por el uso de mares para el tráfico de droga.”     Tiene un título simple y un subtítulo sencillo; sin embargo, lo que Ana Lilia Pérez narra en su nuevo libro: Mares de cocaína / Las rutas náuticas del narcotráfico, no tiene nada de sencillo, mucho menos de simple. De entrada, es muy claro el asunto: no hay puerto, costa, isla, archipiélago que el crimen organizado no alcance, o que sea impenetrable para éste. Al menos a esa conclusión llegó la propia Ana Lilia Pérez, a partir de una sólida y completa investigación periodística. Y es que no sólo viajó por mares y puertos de varias partes del orbe para escrutar las formas en que las mafias se han infiltrado en las más importantes vías de comercio náutico, también se hizo de documentos y entrevistó —en algunos casos por vez primera y en exclusiva para este trabajo— a funcionarios y agentes de inteligencia del más alto nivel. Así, el libro revela las rutas, infraestructura y vías del comercio internacional que emplean y manejan las mafias para transportar drogas a gran escala —cocaína en particular— por todo el planeta. No es un asunto menor: “Por lo menos 80 por ciento de las drogas que consumen las personas alrededor del mundo se transportan vía marítima”, me comentaba la propia autora cuando conversamos. Y habría que hacerle caso: Ana Lilia no es una periodista improvisada o novel; al contrario: con tres lustros de trayectoria, su trabajo le ha valido reconocimientos, premios… también denuncias en su contra. Y, más grave todavía, persecución. ¿La razón? Sus dos anteriores trabajos —que provocaron, por cierto, un sismo en la clase política— desvelaban parte de los entresijos (de corrupción) del poder en turno: Camisas azules, manos negras acercaba al lector al caso de Oceanografía, mientras que El cártel negro denunciaba el saqueo en Pemex. Ahora, Ana Lilia regresa con esta obra, quizá la más ambiciosa de su carrera. Por muchas razones. Empezando por el tiempo que le ha llevado realizarla. Este libro —me dijo hace unos días— comenzó a gestarse en 2004, en uno de sus viajes a la Sonda de Campeche, en el Golfo de México. Una tarde, Ana se percató que algunos miembros del personal consumían drogas precisamente ahí, en una de las plataformas petroleras, que son instalaciones ubicadas a varios kilómetros en medio del mar. Lo que le llamó la atención no fue que consumieran drogas: “Hay que considerar que a veces los trabajadores, cuando están aislados, sin vigilancia, están tentados a hacerlo”, pensó en ese entonces. Más bien, lo que llamó su atención era saber la manera en que habían llegado ahí estos estupefacientes. Por una razón principal: “Cuando hablamos de plataformas petroleras —me contó—, estamos hablando de zonas prácticamente blindadas. Infranqueables.” Así que, desde ese momento, Ana empezó a contactar a varios capitanes navales: “Ellos me explicaron algunos principios de cómo opera el tráfico de drogas a gran escala, por la vía marítima.” Todo esto, poco a poco la fue impulsando como un oleaje. Quise saber una cosa: le pregunté si en ese momento tenía idea de lo que enfrentaba, a la magnitud de lo que encontraría. Ana negó con la cabeza. “Al principio, hice un esquema inicial de investigación, sin pensar en los alcances reales que tendría esto”, me dijo. Luego me contó que éste era uno de esos temas en el que el periodista empieza a investigar y de pronto se va involucrando más y más, hasta que la investigación se abre por completo. “Y eso me ocurrió a mí”, me explicó después. “Fue una investigación que me llevó bastantes años, sobre todo ir uniendo las piezas, armar el gran rompecabezas que es la mecánica del tráfico de drogas a gran escala. Una de las grandes ventajas fue la de poder viajar tanto a los países productores como a los países destino de las drogas, poder hacer una investigación de campo ardua… Además, pude consultar fuentes documentales, de papel, y consultar fuentes vivas.” —En el libro narra algunas historias que parecen inverosímiles; parecen historias sacadas de la ficción —le comenté, en cierto momento. —Es verdad, pero son reales. Intenté hacer este libro de una manera distinta; una manera en la que resultara más fluida su lectura… Estamos partiendo de un tema que llama la atención, y que es muy interesante… Ahora, también es cierto lo que dices: algunos pasajes se parecen a esas historias épicas de los viejos navegantes, a esas historias de aventuras que inmortalizaron grandes escritores que pusieron sus ojos en ese ámbito marítimo. Pero no: aquí estamos hablando de historias no sólo reales, sino, además, de un ámbito atroz, como es el mercado mundial de la cocaína. Ana Lilia Pérez2   Negocio redondo y lucrativo Mejor aclaremos: Mares de cocaína no habla de un personaje específico, mucho menos de una zona determinada; tampoco, de un solo país. No. Es un reportaje de largo aliento, con datos duros. En él, Ana Lilia Pérez, su autora, hace un close-up sobre las rutas náuticas que el narcotráfico tiene ya copadas. Desvela, en una suerte de arqueología marítima, la infiltración y las estructuras corporativas de los cárteles de las drogas, tanto en el ámbito marítimo como en el mercado mundial. Precisamente por ahí giró después la entrevista. Le pregunté a Ana Lilia si hubo, durante los años de investigaciones y pesquisas, algo en particular que llamara su atención. Se tomó unos segundos. “¿Sabes? —respondió—, una primera sorpresa que tuve, cuando estaba haciendo el libro, fue darme cuenta que la mayor parte de la gente desconoce, o más bien desconocemos, el ámbito marítimo, a pesar que de éste no sólo es el eje de la economía a nivel internacional, también es el motor para todo el planeta. Fue sorprendente saber que el ámbito marítimo tiene su propia lógica, su propia dinámica, su propio lenguaje, sus propios códigos y reglas.” “Es la conexión entre todo el mundo, ¿no?”, dije por decir algo. Ella sonrió: “Hay que considerar que actualmente entre el 70 y 80 por ciento del comercio internacional se transporta vía marítima. El gran hallazgo de este libro, y que me sorprendió a mí en primer lugar, fue descubrir el poco cuidado que han tenido las autoridades de este ámbito. Pero, sobre todo, darme cuenta cómo esos traficantes de drogas a gran escala, pasando como visionarios, por decirlo de una manera, se han montado muchas veces en esas estructuras formales del comercio internacional para operar sus súper negocios…” “Es un tema muy delicado”, murmuré, intentando no interrumpir su reflexión. “Sí, lo es”, continuó Ana. “En algunas regiones del mundo, la operación de tráfico de drogas tiene en jaque a muchas empresas. De hecho, la piratería moderna, tal y como la conocemos, está dando paso a otra cosa. Porque los traficantes han ido más allá. Por ejemplo, la gente que antes servía a las embarcaciones piratas para secuestrar a los grandes cargueros o a los buques petroleros, en toda la región de las costas africanas, ahora están siendo copados por los traficantes para que sean halcones o custodios de sus cargamentos. Eso es lógico: es gente que conoce esos mares perfectamente.” Dicho esto, Ana hizo una pausa. Yo seguí por ese camino la conversación: parece que todo esto, le insinué, ha hecho a las mafias y narcotraficantes más fuertes. Ella no lo pensó mucho. “Sí”, dijo. “De hecho un agente de la inteligencia británica me decía que no existe en el mundo, actualmente, un puerto infranqueable para las mafias. Y mira que, a nivel internacional, el gobierno británico es uno de los que tiene el liderazgo en el tema del combate al tráfico de drogas vía marítima. A diferencia de lo que ocurre en México y Sudamérica, donde las autoridades aún no tienen estructurado esto, en Europa han avanzado… Varios países europeos se agruparon para formar una oficina de inteligencia, en conjunto, que opera en Portugal, y que colabora con el gobierno británico… Algunos directivos de ahí, me dijeron que las mafias pueden penetrar, hoy, en puertos de países que incluso se precian de tener los estándares más altos de seguridad.” —Perdón por insistir: la situación, entonces, sí es grave… —Lo es. A las autoridades de distintos países les preocupa que en la actualidad los cárteles mexicanos tengan el mando del timón en el tráfico mundial de droga. El problema es muy grave, y es un asunto que va in crescendo, porque la verdadera ganancia en la industria de las drogas, en el negocio ilegal de las drogas, no está tanto en su producción como en su venta final y su transportación… La ecuación es fácil: un kilogramo de cocaína de muy alta pureza en países productores como Colombia o Perú cuesta entre 700 y 800 dólares; si el traficante lleva esta misma droga a lugares como Australia, las Islas Marshall o algunos países remotos de la región, un sólo gramo de cocaína puede tener este mismo costo: entre 700 y 800 dólares. ¡De ese tamaño es el negocio!   ¿Y los mares mexicano? A manera de presentación, Ana Lilia Pérez escribe en Mares de cocaína: es por las rutas marítimas que los cárteles mexicanos —en sociedad con mafiosos gallegos, colombianos, peruanos, venezolanos, chinos, turcos, rusos, italianos— han conquistado tierras tan lejanas como Australia, los puertos asiáticos o las remotas Islas Marshall. Asimismo, han contribuido a hacer de Guinea el primer narcoestado del mundo, de España la bodega de droga de Europa, de Panamá el puente central para el narcotráfico entre dos océanos, del Río Amazonas el afluente de navegación de los cargamentos, y de Buenaventura (Colombia) y varias terminales mexicanas en narcopuertos por excelencia. —La operación en los mares es de tal nivel —me dijo, de pronto, Ana Lilia—, que los cárteles mexicanos han impuesto incluso una especie de “pago de piso” por el uso de mares para el tráfico de drogas. —¿Podríamos decir, entonces, que los cárteles mexicanos son los más poderosos, o eso es aventurar mucho? —le pregunté. —En lo absoluto. Con todo y el nivel de operación que tienen y han tenido algunas organizaciones criminales durante décadas, por ejemplo la mafia italiana, rusa, o los cárteles colombianos, o los llamados clanes (como se les denomina en toda la región de Galicia); las propias autoridades, a quienes he consultado, coinciden en que existe en la actualidad un nivel de preponderancia de los cárteles mexicanos, en especial del cártel de los Zetas y del cártel de Sinaloa. —Y los mares de México, ¿cómo se encuentran, en qué situación están? —El caso de México resulta muy dramático —me dijo, enfática, Ana—, porque sus organizaciones criminales operan desde aquí el tráfico de drogas a gran escala. A pesar de ser un país marítimo, un país costero, un país que tiene muchos puertos de altura, que son 16, todos éstos han sido ya tomados, han sido ensombrecido… México ha descuidado completamente sus mares. Las mafias operan desde hace mucho a sus anchas… —Lo que resulta curioso es que representantes de la marina sigan diciendo que, por lo menos en la vía marítima, todo esté controlado. Cuando no es así… —Cierto. Pero además, la sociedad ha estado muy mediatizada también en estas disputas criminales en tierra; se habla de los narcotúneles, de los burreros, de los carros que pasan las fronteras. Pero las estimaciones son que, en la actualidad, entre el 70 y 80 por ciento de las drogas se transportan por la vía marítima. Un gran tema es el transporte, vía contenedor, de las mercancías, porque en este ámbito también han sabido sacar provecho las mafias. El gran problema es que menos del dos por ciento de los contenedores que circulan en todo el mundo puede revisarse. —Para usted, ¿cuál tendría que ser la prioridad gubernamental? —Sin afán de presunción, el libro es una muestra de lo que ocurre con el tráfico de drogas a gran escala. El gobierno mexicano primero tiene que hacer una investigación mucho más profunda, tomar cartas en el asunto, poniendo su atención en lo que está ocurriendo actualmente con los mares, y hacer sus programas encaminados a frenar el flujo de drogas. Pero no sólo eso. El gran combate al crimen organizado se da desmantelando las estructuras corporativas y financieras de los carteles, de las mafias. Hay que considerar que la finalidad de las mafias no es que la gente se drogue o no, su finalidad es ganar dinero. Si la mayor ganancia la da el tráfico de drogas, esto seguirá ocurriendo… Mientras no se toquen las estructuras financieras y corporativas del crimen organizado, todo lo demás es una simulación.   Del 29 de noviembre al 7 de diciembre de 2014, se llevará a cabo una edición más de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara —teniendo como país invitado a Argentina—. Como parte de sus actividades, el próximo martes 2 de diciembre, a las 18:00 horas, en el Salón 5, planta baja (Expo Guadalajara), será presentado Mares de cocaína de Ana Lilia Pérez, libro editado por Grijalbo. Participan en la mesa: Carmen Aristegui, Edgardo Buscaglia, y la autora.     Contacto: Correo: [email protected]     Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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