Hay dos tipos de personas: las que se ponen en marcha rápidamente, casi sin planificar, y las que prefieren crear una estrategia antes de empezar. ¿Con cuál te identificas más? Podemos pasarnos toda la vida planeando, creando estrategias, esperando el momento justo. Años y años postergando nuestro gran emprendimiento, hablando de él, diseñando todo a su alrededor. Siempre preparándonos para el gran inicio, sin iniciar jamás. Llega un momento en que toda esa planeación deja de ser buena. Toda esa preparación es contraproducente. No hay un momento en que todo será perfecto, recuerde: el mejor momento de emprender es ayer, el segundo mejor es hoy. El ser una persona de acción es algo excelente, sobre todo porque es la acción la que genera resultados. De nada sirve tener muchísimos conocimientos y formación si luego no pasas a la acción. De hecho, ir acumulando cursos y cursos indefinidamente antes de ponerte en marcha porque “necesitas estar más preparada” es una forma de autosabotaje por miedo a fracasar, al rechazo. Sin embargo, como escuché una vez, la acción sin dirección no es muy efectiva, o, lo que es lo mismo, hacer no equivale a conseguir, a tener resultados (o al menos los resultados que tú quieres). Seguro que lo has podido comprobar por ti misma más de una vez: trabajar como una loca para nada. Por ejemplo: meterte en un montón de redes sociales sin saber para qué, gastarte una millonada en tu web sin tener clara tu idea de negocio, ponerte a hacer cosas en el despacho y acabar el día sin haber hecho lo verdaderamente importante. Está bien querer ser exitosos, pero el éxito no es una meta; es el resultado de una vida de trabajo duro y de perseverancia. El éxito viene de años de educación y, sobre todo, de experiencia. En el ámbito empresarial se trata de la búsqueda de oportunidades, de la construcción de relaciones, de la toma de decisiones inteligentes y de centrarse en lo más importante para el florecimiento de tu negocio. Aquí es donde entra en acción la planificación y estrategia. Hay personas que antes de entrar en acción prefieren tenerlo todo bien planificado y tener clara su estrategia. Muy sabio, porque eso te permite analizar distintas opciones antes de emplear tiempo y energía en algo. No sea que después de emplearlo no funcione y creas que ha sido mala suerte o que tú no vales para eso, cuando la verdad es que lo único no válido eran tus técnicas o tu estrategia. Por supuesto, la planificación también tiene su contrapunto cuando la utilizas como excusa para posponer el momento de acción, algo también bastante frecuente. Lo primero a lo que te debes comprometer es a dejar de procrastinar y a dejar de tener miedo de no obtener lo que quieres al primer intento. En todo caso, en la mayoría de las situaciones es muy útil tener una estrategia, y estas preguntas fundamentales que deberías plantearte si tienes algo en mente o estás en medio de un proceso:

― ¿Qué es lo que quiero lograr? ― ¿A dónde quiero llegar? ― ¿Qué tengo que hacer para lograrlo? ―·¿Cómo voy a hacerlo? ―·¿Con qué recursos lo voy hacer? ―·¿Quiénes me van ayudar a lograrlo? ―·¿Qué resultado espero? ―·¿Cómo voy a saber que he conseguido ese resultado, qué métodos de análisis y medición de resultados voy a utilizar? ― ¿En qué otra cosa podría emplear mi tiempo, dinero y recursos para obtener mejores resultados y lograr mis metas?

Una vez que hayas encontrado la dirección de tu idea de negocio (o de tu ya establecida empresa) es importante que hagas de esta estrategia un círculo virtuoso e implacable. Este círculo debe comenzar con una hipótesis que, aunada a una lluvia de ideas, defina si dicha estrategia será óptima en el corto y mediano plazo para tu organización o para tu idea. Posteriormente es preciso que hagas experimentos rápidos y económicos sobre tu idea; falla apresuradamente, obtén el éxito, llega a la última escala y comienza de nuevo. Es muy fácil ir acumulando información y cursos y sentirte atraído por las “novedades”, con la idea de que todo te puede ser útil. Pero la consecuencia, muchas veces, es la parálisis por análisis. Hay tanto que no sabes por dónde empezar y acabas no haciendo nada. O bien, todo lo contrario: te metes de lleno en cada oportunidad o puerta abierta que ves, sin pararte a pensar demasiado. En cualquiera de estas situaciones estas preguntas pueden ahorrarte bastantes quebraderos de cabeza. Te recomiendo que empieces a motivarte con estos pasos:
  1. Entiende tu porqué. Mark Twain decía que los dos días más importantes de tu vida son el día que naciste y el día en el que descubres el porqué. Intenta aprender cuál es tu propósito.
  2. Aspira a lo grande. Te conviertes en lo que crees. Admitámoslo, habrá días en que tu trabajo se sentirá tan aburrido y tan repetitivo que sentirás que tienes un millón de pendientes. Habrá momentos en los que te sentirás verdaderamente irritado. Por ello siempre es bueno enfocarte en la imagen grande, en lo que lograrás con todo este esfuerzo.
  3. Designa a un compañero de responsabilidad. Digamos que tienes la meta de encontrar 10 clientes nuevos por mes para tu negocio. Comparte ese objetivo con alguno de tus colegas más cercanos; de esta manera te habrás inscrito en la “presión amistosa”, y esto te ayudará a motivarte. Espera a que en los pasillos te griten “¿cómo vas con tus nuevos clientes?, ¿cuántos te faltan para los 10?”
  4. Diviértete. ¿Has notado que cuando te estás divirtiendo eres mucho más carismático, alegre y optimista? No hay diversión en una línea recta; siempre es bueno tener altibajos que te reten a encontrar lo mejor de ti. Ayuda a formar parte de un ambiente de trabajo extraordinario, sonríe.
Recuerda que un buen plan ejecutado violentamente hoy, es mejor que un plan perfecto para la próxima semana. La confianza en uno mismo es elemental. Esa certeza de que somos capaces de realizar lo que nos hemos propuesto. Podemos tener el mejor concepto, la mejor estrategia, los mejores recursos, pero si no estamos convencidos de lo que hacemos, no podremos lograr nuestra meta. Antes que cualquier cosa, encuentra esa confianza en ti mismo. Lo demás depende de la planeación, las acciones que hagas para lograrlo y los recursos que tienes para llevarlo a cabo. Recuerda que las mejores compañías en el mundo nacen porque sus dirigentes y fundadores aspiraron a cambiar el mundo, no a hacer dinero fácil. Si las puertas de las oportunidades no se abren, entonces comienza a construir tu propia puerta.   Contacto: Twitter: @mariorizofiscal   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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