Con Antes de la medianoche, Richard Linklater demuestra que es una de las grandes voces del cine contemporáneo estadunidense.

Por Rafael Paz

Han pasado 9 años desde la última vez que vimos a Jesse (Ethan Hawke) y Celine (la guapa Julie Deply) recorriendo las calles de París y casi 20 años desde que los conocimos la primera vez, cuando por casualidad se encontraron en Viena y decidieron pasar una romántica velada juntos. Hoy día, nuestros protagonistas tienen unas gemelas y se encuentran al sur del Peloponeso, en Grecia, pasando unas vacaciones.

Como toda pareja que lleva cierto tiempo junta y sufre la carga de tener hijos y responsabilidades en general, Jesse y Celine han perdido esa chispa romántica y espontaneidad que los unió en su primer encuentro. Por su plática podemos deducir que ambos se sienten un poco incomprendidos, distanciados uno del otro aunque en el fondo parecen seguir amándose.

En Antes de la medianoche (Before Midnight, 2013), el director Richard Linklater nos hace partícipes de la intimidad de una pareja y sus conflictos. Si algo ha destacado a través de los años y de las tres películas, es que Linklater, a pesar de ser emotivo y franco, nunca es manipulador. Asimismo, cada una funciona de manera independiente como cinta –así que si no han visto las dos anteriores, no se preocupen–. El director tiene la habilidad suficiente para presentar las acciones tal y como son, permitiendo que sea el espectador quien saque sus propias conclusiones.

Un buen ejemplo de esa pericia es su poco visto –dentro y fuera del país– anterior trabajo, Bernie (2011), sobre el encargado de una funeraria que asesina y usa el dinero de una viejita gruñona para ayudar a la comunidad en que vive. La ambivalencia hacia el personaje principal, sin que signifique sufrir de desapego afectivo por parte del cineasta, enriquece en lugar de entorpecer la trama.

Antes del amanecer (Before Sunrise, 1995) retrataba ese amor juvenil que nace prácticamente por impulso, donde los clichés de la comedia romántica se hacían presentes, al mismo tiempo que eran utilizados para hacer reflexiones más trascendentes sobre la vida en general. Antes del atardecer (Before Sunset, 2004) continuaba la línea planteada en 1995, meditaba sobre el amor que no se repite y las escasas oportunidades de tener la vida que queremos. Ambas películas tenían un final abierto, no sabíamos qué pasaría con nuestros enamorados o si el amor se mantendría. Lo único seguro es que nuestras vidas iban a seguir, que es exactamente lo que sucede con Jesse y Celine.

Para algunas personas, como el crítico Carlos Boyero de El País, será pesada la gran cantidad de diálogos y planos largos sobre los que está armada la cinta. Celine y Jesse discuten todo el tiempo sobre cualquier cosa, a veces en plan amoroso y otras tantas con el cuchillo entre los dientes. Pero a diferencia del cine contemplativo en boga desde hace unos años, Linklater, junto a sus actores, logra que las secuencias se sientan reales.

Escenas tan auténticas por momentos que es probable que den pie a la incomodidad, después de todo quién no ha visto a sus padres, amigos o a sí mismo pasar del amor al odio en un par de frases. Cuando alguien se conoce tan bien como nuestros protagonistas, hasta un resoplido puede ser causante de una riña de antología. Nos sentimos fuera de lugar porque estamos invadiendo su intimidad.

No es gratuito que en uno de los diálogos Celine haga referencia a la cinta Viaje en Italia (Viaggio in Italia, 1954) de Roberto Rossellini. Al igual que ellos, la pareja central en el filme de Rossellini ha convertido su convivencia en un ring de batalla, donde difícilmente habrá un ganador  y la fricción irá en aumento, incluso eliminando el disfrute del sexo. Como la desoladora escena del hotel en Antes de la medianoche, donde la incompatibilidad es palpable.

Sin embargo, eso no significa que el amor no esté ahí o se haya extinguido. La historia de Celine y Jesse no es una de esas vidas que, como dice Julio Cortázar en Rayuela, “terminan como los artículos literarios de periódicos y revistas, tan fastuosos en la primera plana y rematando en una cola desvaída, allá por la página 32, entre avisos de remate y tubos de dentífrico.”

Un vínculo así no expira, sólo hiberna a la espera de recordar que, en el fondo, son esos adolescentes que se encontraron en un tren en Viena. No importa si hoy día parece que uno respira oxígeno y el otro helio, parecemos otros pero somos los mismos. [youtube id=”euOJkb0U8vE” width=”620″ height=”360″]

 

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