Por Christian Skoog* La participación proactiva, informada y empoderada de las nuevas generaciones será un factor determinante para el futuro de México. A nivel teórico, pocos organismos empresariales o instituciones públicas negarían la importancia de tomar en cuenta las aportaciones, innovación, sensibilización y empuje de los jóvenes a la hora de desarrollar una visión a futuro para el país; sin embargo, el futuro se construye a partir del presente y, por ello, es fundamental preguntarnos qué podemos hacer hoy por los niños, niñas y adolescentes que serán los adultos del mañana. Un tercio de la población en México (40 millones) son niñas, niños y adolescentes, de los cuales, 21 millones viven en pobreza y más de cuatro millones están fuera de la escuela, cuatro millones que están en riesgo de futuro desempleo, por ejemplo, o de no poder contribuir de manera efectiva al desarrollo del país. Un segmento de la población tan importante y con tan fuerte impacto a nivel nacional, debe ser una prioridad a todo nivel. Gobierno, iniciativa privada y sociedad en general deben unir esfuerzos para lograr el mejor desarrollo de las nuevas generaciones desde el inicio de la vida y continuar en todas las etapas de crecimiento, sólo así podemos asegurar bases firmes y evitar tener que subsanar inequidades o rezagos más adelante, lo que resulta más difícil y costoso para la sociedad. Por ejemplo, los primeros cinco años de vida son determinantes para el desarrollo físico, motor y socioemocional, y la evidencia muestra que lo que no se desarrolle en esta etapa, será difícil o hasta imposible de recuperar más tarde. La adolescencia, en particular, es una etapa de cambios en la que los jóvenes enfrentan decisiones importantes que determinarán la dirección de sus vidas. Es un período en el que deben adaptarse a cambios físicos y emocionales, experimentan nuevas interacciones sociales y se integran de forma más independiente a un mundo en constante cambio. Al mismo tiempo, muchos adolescentes enfrentan retos adicionales como la pobreza, la marginalización y el abandono escolar, que influyen marcadamente en su desarrollo. Asegurar que tengan acceso al tipo de educación de calidad, que ayuda a combatir las inequidades que perpetúan el ciclo de pobreza es clave para que los adolescentes alcancen su máximo potencial, puedan aportar a su comunidad, y al país, y logren una buena calidad de vida para sus familias en el futuro. Sin embargo, en México la permanencia en la escuela disminuye gradualmente conforme avanza la edad de los estudiantes, y muchos de aquellos que permanecen lo hacen en un nivel educativo inferior al que correspondería a su edad: uno de cada diez adolescentes entre 15 y 17 años todavía cursa la educación básica primaria o secundaria. Para que México pueda contar con nuevas generaciones mejor preparadas, con mayor participación en su comunidad y contribución a la economía nacional, los adolescentes necesitan adquirir habilidades y conocimientos que les aseguren trabajo en un futuro. Como sociedad tenemos dos obligaciones centrales hacia ellos: prepararlos para enfrentar los desafíos que encontrarán como adultos e integrar a aquéllos que están marginados o en situación vulnerable, como es el caso de los migrantes en situación de pobreza, violencia o desventaja, el de los adolescentes que forman parte de una minoría racial o cultural como los de procedencia indígenas. Históricamente, el mundo ha mostrado su interés y se ha unido para apoyar a la niñez en la primera década de vida; ahora es imperante hacer lo mismo por los adolescentes en la segunda década del trayecto hacia la edad adulta. Con esto en mente, Unicef a nivel global ha formulado la Agenda por la Juventud que contempla cuatro aspectos principales:
  • Aprender a saber: desarrollar su creatividad, pensamiento crítico y capacidad de resolución de problemas.
  • Aprender a hacer: desarrollar sus habilidades de cooperación, negociación y toma de decisiones.
  • Aprender a ser: empoderarlos en cuanto a resiliencia, comunicación y autogestión.
  • Aprender a convivir: promover su participación, empatía y respeto a la diversidad.
Lograr los objetivos de la Agenda por la Juventud, cercanamente vinculados a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, requiere la participación de organismos públicos y privados que impulsen las acciones a los más altos niveles de toma de decisiones; requiere también aprovechar las fortalezas de los diferentes actores y reunir recursos, liderazgo y experiencia en la creación conjunta de soluciones y el aprovechamiento de oportunidades. Como sociedad, tenemos el compromiso de garantizar los derechos de más de 1.2 billones de adolescentes en el mundo. En todas las etapas de su vida, desde la primera infancia hasta la adolescencia, los niños, niñas y adolescentes deben estar al centro de nuestras políticas públicas, planes nacionales de desarrollo y programas de desarrollo social de las empresas. El futuro de estos jóvenes será nuestro futuro. *Representante de Unicef en México, con más de 20 años de experiencia profesional en derechos humanos.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.