Entre ver a México desde un ángulo positivo o desde un punto de vista negativo, no me quedo con ninguna opción. Hay que aprender a vernos de otra manera. Para lograrlo, hay que aprender a hablar sobre México.   Recordemos: claramente hubo una crisis de imagen durante la administración pasada, la cual fue alimentada por la mono-conversación violencia que predominó en el país y en la que estuvieron enroladas tanto autoridades, como medios y, en forma más general, la sociedad en su conjunto. Un aspecto positivo de esta crisis —y que ha pasado un tanto cuanto desapercibido— ha sido que ésta ha dejado en claro la necesidad de atender formalmente el tema de la imagen y lo que se dice de México. Ya sea dicho dentro del país, por lo mexicanos, y fuera de México, por los extranjeros mismos. Si bien pudiera pensarse que la alerta en el tema de la imagen surge en la administración anterior, en realidad venía ya desde antes y acabó por magnificarse —con razón— en el sexenio anterior. Siempre ha habido estereotipos mexicanos muy claros, y hemos sido muy extrovertidos para difundirlos dentro y fuera de nuestras fronteras. Igualmente, hay conversaciones —cosas que decimos y repetimos constantemente respecto a México— muy arraigadas y que no hacen más que promover una imagen muy disminuida del país, mientras fortalecen otros estereotipos negativos. Más aún, hay formas de ver las cosas respecto a México o puntos de vista a partir de los cuales lidiamos con eventos y circunstancias que tienen un impacto muy fuerte en lo que se dice, percibe y, posteriormente, se proyecta al mundo como parte de la imagen de México. Para hacer frente a esto, los distintos gobiernos en diferentes momentos han elegido diversas medidas para fortalecer la Conversación México, la Marca País o la imagen de México. Dependiendo del diagnóstico en turno ha sido el tratamiento. Por ejemplo, al inicio del 2000 se utilizó la campaña de que las buenas noticias también son noticia, la cual partía del diagnóstico de que el país vivía un problema de malas noticias creadas y difundidas por los medios de comunicación en el nuevo contexto de un México democrático. Por su parte, durante la administración pasada se gastó en un proyecto para fortalecer la Marca País, como respuesta para reposicionar a México con una cara diferente a la que —como subproducto— promovía la política pública de la guerra al narco. El objetivo del desarrollo de esta Marca País era fortalecer a México como destino turístico y de inversiones para mitigar los efectos propios de una política pública específica, la cual se había vuelto una monotemática conversación nacional: la violencia.   En cualquiera de estos casos, lo que se puede observar es que, aunque bien intencionada, la sabiduría popular nos lleva a querer arreglar o componer a México, y de esta forma su imagen. Las vías para lograr este objetivo hasta ahora han sido: hablando bien del país o inundando de buenas noticias a los medios, o dejando de hablar de lo que no funciona o lo que no conviene. Sin embargo, por donde se le mire los resultados han sido escasos: muy en el fondo —a pesar de los aciertos de la actual administración de promover con éxito la conversación crecimiento económico— siempre acabamos hablando en México de “estamos mal y vamos para peor”. Un catastrofismo que no llega pero que en el fondo estorba, drena y nos obstaculiza para lograr con libertad y poder lo que anhelamos. Por eso, es de suma importancia para abordar el tema de la Conversación México, el hecho de que la imagen México la creamos nosotros con lo que decimos. Es muy conocido por todos ese deporte nacional en el que se ha convertido el nada se puede en México, o que todo lo malo se inventó acá, o que somos el único país en que algo (malo) pasa. Lo que compartimos con los amigos, en la familia, en la sobremesa, o en el trabajo, es en el fondo donde se crea la imagen de México. Una imagen nacional es resultado de la conversación en la que como mexicano me he enrolado y he enrolado a otros, en la que se enrolan también los extranjeros y, finalmente, la que me llega desde fuera como noticia. Es esa conversación en la que me enrolé y enrolé a otros extranjeros originalmente. Ciertamente, en el trasfondo la imagen de México no la hacen los medios o las políticas públicas —aunque ellos pueden influir en mayor o menor medida—, sino una forma muy particular como mexicanos de relacionarnos con el país. Hay que aprender, como país y como ciudadanos, a hablar de México. Hablar de una manera más allá de hablar bien o hablar mal. Es necesario desarrollar una forma constructiva de hablar del país que permita reconocer lo que se ha logrado e identificar lo que no está funcionando para llegar a donde está puesta nuestra intención como país. No se trata de sembrar buenas noticias, ni de hacer estrategias de mercadotecnia razonadas, ni campañas motivacionales, ni tampoco de querer tapar con betún algunos hechos o meter la tierra debajo de la alfombra. Tampoco de hablar positivamente o hablar bonito, ni mucho menos hacer apología de alguien o de algún gobierno. Todas estas acciones vienen de una forma de ver a México que en el trasfondo asume que México está mal. Y por eso hay que “arreglarlo”, para que no se vea tan mal. Tampoco, por sí mismo, el hablar mal o tener visiones catastrofistas, nos exentan de lo que no queremos o nos llevan a tierra firme o puerto seguro, mientras todo se hunde. El pesimismo, el negativismo, el escepticismo, el dudar de todo y de todos no son sinónimos de la realidad, ni evidencia de inteligencia. Aprender a hablar de México implica desarrollar la capacidad como ciudadanos, como empresarios, como académicos, como medios de comunicación, de reconocer lo logrado y a quienes lo han logrado, sin que esto implique vendernos o sentir que nos conformamos. No implica preguntarse qué es lo que está mal o quién está mal en México, para juzgar, criticar e invalidar. Implica saber qué es lo que falta —sin que nadie esté mal— para llegar al estadio económico, político, social y cultural objetivo. Es una tarea ciudadana en la que el Estado mexicano —que no el gobierno— tiene un papel importante al igual que las organizaciones de la sociedad civil (OSC) y los medios de comunicación. No funciona que la imagen de México esté atada a mi preferencia política. La imagen de México trasciende a los gobiernos. Aprender a hablar de México implica que veamos las cosas desde el punto de vista y el ángulo que queramos. Más que buenas noticias, es cambiar la imagen o transformar la Marca País lo que hace una diferencia. Es ver las cosas desde un lugar en el que individualmente y como país podamos hacer algo al respecto. No son ni los eventos, ni los problemas, ni las circunstancias lo que nos definen, sino la forma de ver y enfrentar las cosas. Entre el vaso medio lleno o medio vacío o entre ser positivo o negativo como mexicano, no me quedo con ninguna opción. Hay que mirarnos desde un punto de vista que nos dé poder para crear un futuro que inspira al país y transformar sus circunstancias. Tomemos el vaso de agua y volvamos a llenarlo, una y otra vez. Al cambiar la forma de ver a México, México cambia. Contacto: FB: Jorge Flores Kelly Twitter: @MXPiensaMas correo: [email protected] www.mexicopiensapositivo.org www.elcatalista.org

 

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