Por Eugenio Bregolat *

El pasado 11 de octubre, Donald Trump anunció la primera fase de acuerdos económicos con China, pero seguirá, dijo, la negociación. Se trata sólo de una tregua; la guerra económica no ha terminado. EU suspende el inmediato aumento del arancel del 25 al 30% para 250,000 mdd, la mitad del total bruto de las importaciones americanas procedentes de China. Esta comprará 50,000 mdd de productos agrícolas estadounidenses (básicamente soja y carne de cerdo) y progresará en la apertura de su mercado financiero: ya ha suprimido los límites a la propiedad extranjera de empresa de inversión chinas.

El fondo del conflicto reside en el auge económico y tecnológico de China. En 2014 su PIB, en términos de paridad del poder adquisitivo (PPA), superó al de EU. A precios de mercado (PM) supone hoy un 70% del americano (cuando era sólo un 6.4% en 1978, al empezar la reforma económica china). Según las previsiones occidentales, en 2050 el PIB de China superará al de EU en torno a un 50% a PM y a un 70% en PPA. El gran progreso tecnológico de China se ha plasmado en la ventaja de Huawei sobre europeos y americanos en la decisiva tecnología de telefonía móvil 5G. En 2015 China lanzó su proyecto ‘Made in China 2025’, con la intención de superar al resto del mundo en 10 sectores de tecnología punta. Según Peter Navarro, de cumplirse este plan, “EU simplemente no tiene futuro, máxime cuando la tecnología militar depende de esos sectores.” Los halcones radicales que rodean a Trump creen que la seguridad nacional americana exige evitar por todos los medios que se cumplan las proyecciones para 2050 respecto al PIB de China y frustrar el ‘Made in China 2025’.

China puede aceptar la reducción del déficit comercial, una mayor apertura de su mercado y la contención de las prácticas económicas irregulares, como la apropiación indebida de propiedad intelectual. Pero rechaza otras exigencias americanas, como el cese de los apoyos estatales a las empresas públicas y al programa ‘Made in China 2025’, lo que minaría el control del Partido-Estado sobre la economía y la sociedad, y alejaría a China de la frontera tecnológica. Por haber perdido el tren de la Revolución Industrial, China se vio sometida por las potencias occidentales al llamado ‘Siglo de Humillación’. Lección aprendida: China considera que su seguridad nacional estaría en peligro si volviera a quedar descolgada de la frontera tecnológica, y no está dispuesta a permitirlo.

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Trump había dicho que, o bien habría un gran acuerdo de fondo, o nada; las razones de que se haya desdicho, como tantas veces, aceptando la tregua, son las elecciones presidenciales del próximo año. Para frenar a China, Trump está perjudicando el desarrollo global y esto acabaría reflejándose en la propia salud de la economía americana y de la bolsa de Wall Street, lo que podría comprometer sus expectativas electorales. Por otro lado, las grandes empresas americanas, que son las que pagan las elecciones, no quieren perder el mercado chino, que en algunos sectores es ya el mayor del mundo, y en el futuro no lejano lo será en casi todos, en beneficio de sus competidores europeos, japoneses y coreanos. China, por su parte, con la tregua evita el mal mayor, el ‘decoupling’, o desconexión total entre la economía americana y la china. Aunque una buena parte de la sociedad americana y de la clase política tiene miedo del auge de China, y de que un Trump reelegido, o su eventual sucesor en la Casa Blanca, pudieran retomar el ‘decoupling’.

Según Tucídides, en La Guerra del Peloponeso, fue el miedo de Esparta al ascenso de Atenas lo que provocó la guerra. Por su parte, Franklin Roosevelt dijo que no hay que tener miedo de nada, salvo del miedo mismo. EE UU no debería caer en una de sus habituales paranoias, ahora contra China. Tratándola como a un enemigo la convertirá en uno. La confrontación (el ‘containment’) lleva al conflicto, en último término a la guerra, por ahora, fría. Sólo la cooperación (el ‘engagement’) lleva a la paz y a la prosperidad. Esperemos que la tregua recién acordada sea un primer paso para alcanzarlas. 

   

*El autor es senior fellow de EsadeGeo – Center for Global Economy and Geopolitics.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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