¿Es rentable el mercado del arte en México? ¿Acaso es una buena inversión? ¿Es una buena decisión vocacional para los jóvenes que persiguen un sueño?   Por Mónica Maristain   Eva Vale, este día, trabaja en su nueva creación con la que pretende remover la conciencia de los espectadores. Apenas rebasó la barrera de los 30 años y ha provocado asombro en el arte contemporáneo. Pero hay algo más que llama la atención de ella: su business plan, que le permite tener vendida 50% de su obra, antes de que ésta sea expuesta. Es por eso que desborda optimismo y, después de triunfar hace unos meses con su muestra Eye Candy —un conjunto de diez piezas de gran formato construidas en metal fundido—, sostiene que el mercado del arte pasa por un momento boyante. “Por lo general, mis obras se ubican entre 30,000 y 60,000 pesos, y para mis estándares vivo muy bien”, admite. Esta joven, que ha vendido piezas por hasta 120,000 pesos, habla de dos caminos para rentabilizar la actividad artística: “Está el artista que busca becas y concursos. Hay becas como la Pollock o la Fulbright que te pagan lo que quieras estudiar, con la condición de que regreses a México a sembrar tus conocimientos durante un mínimo de dos años. “Otra posibilidad es tener una o varias galerías, aunque por lo general piden exclusividad. El galerista hace chamba de relaciones públicas por ti, paga la entrada a ferias, arma las expos, y por eso puede quedarse hasta con 60% del valor de la obra. Pero, básicamente, se la juega contigo como artista”. Hay alguien más que goza de buena fortuna, aunque ejecuta otro estilo gerencial. Ella es Alejandra Zermeño, quien desde niña manifestó su buen oficio. Actualmente, exhibe la muestra escultórica Cherchez La Femme en el Museo de la Mujer de la Ciudad de México, y quien tiene que ejecutar varias estrategias para vivir: “Sí, necesitamos encontrar muchas formas de supervivencia. A mí me va muy bien. Ya vivo de la venta en un sistema que es muy oscilante. Vendo mucho cuando lanzo una exposición y bastante menos mientras preparo la próxima muestra”. Para llevar dinero a su bolsillo, Alejandra ha implementado un sistema de pagos a plazos “bastante largos” y, al mismo tiempo, ha llevado a cabo una línea de piezas pequeñas que resultan más accesibles para el posible comprador. Sus piezas oscilan entre los 30,000 y 150,000 pesos. Sin embargo, los expertos no logran ponerse de acuerdo en torno del valor del mercado del arte en México. Unos, como el valuador de arte Rafael Matos Moctezuma, ponen en duda la existencia de un mercado potencial. Otros, como la curadora Ana Elena Mallet, sostienen que la multiplicación de galerías es la mejor muestra de una industria floreciente. “No existe un negocio más o menos estable”, afirma Rafael Matos, también titular de la casa de subastas y galería que lleva su nombre en una hermosa casona de la colonia Anzures, en la Ciudad de México. “Sólo hay compradores eventuales que siguen las modas pasajeras y que adquieren obras creyendo que con ello compran estatus o pensando que harán de ese modo una buena inversión”. Aun cuando hay otras prioridades que atender, el experto se dice convencido de que un mercado robusto del arte incidiría —para bien— en el comportamiento de la economía nacional. “Pero, primero, hay que generar empleo, y luego de eso podemos hablar de generar un mercado del arte en México”. Por tanto, para el también profesor y miembro del Consejo Directivo del Museo del Estanquillo, “inversión en arte” es una mala palabra pues considera que, para pensar en ello, es necesario tener conocimiento del mercado y los contactos adecuados para no caer en manos de los falsificadores que pululan por todos lados. “Así que el mercado del arte mexicano es incipiente, inestable, huidizo, muy maleado”, dice esgrimiendo sus 45 años de experiencia en un sistema donde suele confundirse a menudo valor con precio, y viceversa. “Los coleccionistas de arte, en cambio, son renglón aparte y no abundan en el país. Serán aproximadamente 40 los que compran, como decía Monsiváis, por pasión y hasta por compulsión”. En contraste, para Ana Elena Mallet, quien trabajó en el Museo Soumaya y en el Museo de Arte Carrillo Gil, la obra de arte es una buena inversión, siempre y cuando se compre de manera informada y consciente. Acontecimientos como Zona Maco han logrado, en su visión, consolidar un mercado bastante estable, que se traduce en el boom de galerías de arte contemporáneo que han surgido en los últimos 15 años.   El arte de sumar Pero si los números sirven para determinar, entre otras cosas, el impacto de una industria, no hay duda: el mercado del arte mexicano no tiene parangón contra otros mercados. Al cierre de mayo de este año, México había vendido apenas 5.7 millones de dólares (mdd) en las subastas de Christie’s y Sotheby’s, las galerías más importantes del mundo; una cifra casi insignificante en un mercado de arte mundial que mueve miles y miles de millones de dólares. De acuerdo con el balance anual sobre el mercado del arte contemporáneo de ArtPrice en 2013, los ingresos por ventas entre julio de 2012 y finales de junio de 2013 ascendieron a 1,400 millones de dólares (mdd) frente los 3,726 mdd del periodo 2011-2012. Con base en la información disponible, cada una de las casas de subastas internacionales llega a vender 4,000 mdd anuales, en promedio. De ese pastel, 20 mdd corresponde a arte mexicano. Así, estas cifras hablan de por qué México es una nación de poco peso en el mercado internacional. “La gran mayoría de los artistas ha multiplicado por diez su mejor adjudicación; así ha ocurrido especialmente con Jean-Michel Basquiat, Jeff Koons, Damien Hirst, Miquel Barcelò, Anselm Kiefer, Takashi Murakami, Maurizio Cattelan, John Currin o Martin Kippenberger”, dice el informe elaborado por el experto Thierry Ehrmann, artista plástico y fundador de Artprice y Groupe Serveur. En el top, como puede leerse, no hay mexicanos. “En 1992, el arte mexicano vendió 25 mdd en cuatro subastas de Christie’s y Sotheby’s. Luego se vino el mercado para abajo, al punto de que después del “error” económico de 1995 se vendieron sólo 10 mdd. Apenas repuntó en 2007, pero no para llegar a las ventas de 1992”, informa Matos. Fue, efectivamente, hasta 2007, cuando logró venderse 10% más que en 1992, a precios constantes. En 2008, el aumento fue de 20%, para volver a caer al año siguiente a menos de la mitad.   La ruta del mercado El español Javier Lumbreras, al frente de ArteMundi Global Fund en México (un fondo de inversión con un portafolio diversificado con obras de artistas reconocidos internacionalmente), afirma que la inversión en el arte es un fenómeno nuevo en la cultura mexicana. “A finales de la década de 1980, los precios de las obras eran muy elevados y no había constancia de que realmente fueran una inversión. En los 90, el mundo académico-financiero comenzó a darse cuenta de que a través del estudio de ventas repetidas podían establecerse índices de mercado”, dice el experto en un video titulado El arte activo como inversión. “Se invierte entonces en arte para construir un patrimonio, motivado por una serie de emociones que no genera un bien tangible”, afirma el también autor del libro El arte de coleccionar arte (Fomento Cultural Banamex, 2011). En eso está de acuerdo Matos Moctezuma: “Sucede que el arte es la única disciplina que permite una exclusividad. Imagínate pagar para poder leer sólo tú mismo Cien años de soledad o escuchar sólo tú a Plácido Domingo. Eso es imposible que suceda en la música o en la literatura, pero no en las artes plásticas, donde tú puedes comprar un cuadro y colgarlo en un rincón donde sólo tú puedas mirarlo”. Tanto Mallet como Matos Moctezuma coinciden en destacar a los artistas de la galería kurimanzutto México (propiedad de José Kuri y Mónica Manzutto) como los más vendidos entre los mexicanos, con nombres tan célebres como Damián Ortega o Gabriel Orozco, cuyas obras sobrepasan el millón de dólares. Por su parte, la crítica de arte Katie Kitamura, colaboradora habitual de The New York Times, afirma que ni siquiera el performance o el arte efímero se han visto librados de la comercialización, a pesar de que muchos artistas y críticos pensaban que las nuevas expresiones iban a mantenerse inmunes frente a la danza de billetes dirigida por jeques árabes y millonarios rusos, entre otros entusiastas inversores. zna_maco1

 

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