En el año 2016, las autoridades santiarias mexicanas emitieron una alerta epidemiológica por un creciente número de casos de diabetes mellitus y obesidad en el país pues en aquel entonces se tenía el registro de al menos 98 mil muertes relacionadas con este padecimiento al año.

Para 2021, en plena pandemia de Covid-19, esta cifra pasó a más de 151 mil fallecimientos anuales relacionados con los altos índices de glucosa en la sangre.

De acuerdo con la Secretaría de Salud federal, este padecimiento es la tercera causa de muerte en México y aunque estadisticamente esta enfermedad ataca a personas mayores de los 65 años, hoy en día es común ver más casos entre la población joven e incluso niños.

Pero a nivel mundial, los datos tampoco son alentadores. Se espera que la cantidad de personas con diabetes en el orbe alcance los 643 millones para 2030 y los 783 millones para 2045, siendo los países más pobres y con ingresos medianos los que más rápido registren este aumento y donde hay menos acceso a la insulina.

Y aunque en los últimos años se han registrado avances en el tratamiento de los diferentes tipos de diabetes, gracias a diversos tipos de insulina, de acción rápida, de liberación prolongada y duradera, lo cierto es que los países con ingresos bajos y medianos, como México y otros países de América Latina y África, aún se batalla para brindar dichas soluciones terapéuticas a sus habitantes.

El informe “Atención a la Diabetes: ¿Qué están haciendo las compañías farmacéuticas para ampliar el acceso a la insulina? y ¿Cómo se pueden ampliar los esfuerzos?” alerta sobre la barrera que la poca disponibilidad y asequibilidad de la insulina, uno de los tratamientos más eficaces contra esta enfermedad, genera entre la población mundial.

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Por ejemplo, en la región de América Latina es fundamentalmente un reto para una población de 46 millones que padecen este tipo de enfermedad, ya que no existen aún las condiciones de mercado adecuadas para que este producto sea asequible para toda la población, sobre todo la que menos recursos tiene.

El informe detalla que aunque el sector público, como en México, cubre el costo de la insulina, en la mayoría de los países pobres son los pacientes quienes tienen que cubrir este tratamiento de su bolsillo.

En general, el porcentaje de pacientes que pagan de su bolsa por la atención médica es del 35% en los países de ingresos bajos y medianos, en comparación con el 13.6% en los países de ingresos altos, donde es más probable que el sector público se involucre en el tratamiento.

Dentro de una perspectiva amplia, las personas en países de ingreso bajo y mediano no tienen acceso a la diversidad de productos necesarios para tratar esta condición.

El análisis de la Fundación Acceso a la Medicina encontró que, de los 108 países estudiados, entre ellos México, sólo 29 tienen acceso a todas las insulinas clasificadas como “medicamentos esenciales” por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En contraste, en Belice, Guinea-Bissau, Sierra Leona, Liberia, Santo Tomás y Príncipe, Guinea Ecuatorial, Angola, Suazilanda, Comoras, Sudán del Sur, Somalia, Djibouti, Tajikistan, República Popular Democrática de Corea, entre otros países de una lista de 24, no hay registro de ninguna insulina como tratamiento.

En seis países de Latinoamérica, no se encontraron todas las insulinas catalogadas como esenciales.  

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En el mundo, existen tres compañías que en conjunto controlan alrededor del 90% del mercado mundial de insulina: Sanofi, de Francia, Eli Lilly, de Estados Unidos, y Novo Nordisk, de Dinamarca. A estas se le debe sumar Biocon, de la India, la cual es una de las mayores productoras de insulina biosimilar en el mundo.

“La asequibilidad de la insulina sigue siendo un problema importante. Las insulinas humanas, si bien están más ampliamente disponibles que las insulinas análogas en los países con bajos y medianos ingresos, todavía están fuera del alcance de muchas personas con diabetes”, refiere el estudio.

Según el reporte, aunque ha habido diversas acciones por parte de las farmaceúticas para llevar la insulina a países sin acceso estas iniciativas, como la insulina análoga, han sido insuficientes y más donde existe una necesidad urgente de aumentar la disponibilidad y accesibilidad de este medicamento. 

“Las insulinas análogas a menudo tienen un precio significativamente más alto que las insulinas humanas, especialmente en los países con bajos y medianos ingresos, lo que crea más barreras de acceso”.

No obstante, la Fundación Acceso a la Medicina anticipa que la estategía de las grandes farmaceúticas está virando a la convivencia entre la insulina humana y la análoga lo que permitirá que la oferta influya de manera positiva en el mercado y haya disponibilidad y asequibilidad en los países más pobres.

“Ampliar la cantidad y el tipo de insulinas en el mercado tendrá un impacto positivo tanto en la disponibilidad como en la asequibilidad. Por esta razón, las insulinas biosimilares de calidad garantizada tienen un gran potencial, especialmente porque varias patentes de insulinas de acción prolongada expiraron recientemente, lo que significa que ahora se pueden comercializar versiones biosimilares”, destaca el informe.

Las insulinas biosimilares, productos semejantes a las insulinas de referencia, están en el mercado desde 2015. Las empresas de biosimilares, por ejemplo, Biocon, Gan & Lee y Wockhardt, se centran específicamente en la fabricación y comercialización de versiones biosimilares de productos de insulina, tanto humana como análoga.

Aunque son fabricantes mucho más pequeños que Eli Lilly, Novo Nordisk y Sanofi, estas empresas de biosimilares podrían jugar un papel importante en el acceso.

Si bien los tres principales fabricantes de insulina todavía tienen la mayor parte del mercado a nivel mundial, varios fabricantes de biosimilares producen y comercializan una cantidad significativa de productos de insulina en los países pobres y en desarrollo.

Sin embargo, este desarrollo aún no se ha realizado por completo. En un estudio sobre el uso de insulina en 32 países con pobreza, los productos biosimilares representaron el 29 % del volumen de insulina humana utilizada por los pacientes, pero solo el 8% de la insulina análoga utilizada por los pacientes.

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