Por Máximo Santos Miranda* La Cuarta Revolución Industrial está afectando a todos y cada uno de los sectores económicos y, por lo tanto, el sector bancario también se está enfrentando a enormes cambios y desafíos. Seguramente estos cambios también se producirían sin que estas nuevas tecnologías entraran en escena. Sin embargo, lo que sí resulta evidente es que su adopción masiva está produciendo una aceleración en el cambio al que se enfrentan las entidades financieras. Los bancos están perdiendo su papel hegemónico como intermediarios financieros y por eso su reto actual es mucho más difícil que el que venían soportando tradicionalmente, ya que tienen que seguir atrayendo clientes, pero en un entorno en que la oferta de productos es mucho mayor y sobre todo proveniente de fuentes mucho más diversificadas. La tecnología ha producido enormes avances en hiperconectividad y movilidad y elementos como la inteligencia artificial, el big data, el cloud o el blockchain están provocando un cambio drástico en la forma de comportarse de los consumidores y en la manera de hacer negocios. La cuarta revolución industrial está remodelando la economía y la sociedad y continuará haciéndolo intensamente en los próximos años. De todas formas, esta revolución industrial presenta una característica distintiva en relación a las precedentes y es que estos cambios están teniendo lugar con una velocidad exponencial. Mucha gente discute sobre cuáles serán los impactos que este cambio tecnológico tendrá en nuestras sociedades, en la economía y también en el sector financiero. Las propuestas que se discuten al respecto se podrían resumir de forma simplista en tres grandes tendencias:
  • Por un lado, estarían los tecno-pesimistas que prevén que las nuevas tecnologías tendrán un efecto enormemente negativo en cuanto a desigualdad y la destrucción de empleo. Esta corriente estima que millones de personas en todo el mundo van a perder su trabajo y en muchos casos a estos individuos les será terriblemente complicado encontrar empleos cuyos salarios cubran sus necesidades vitales.
  • En el extremo contrario están los tecno-optimistas que consideran que las nuevas tecnologías nos harán la vida mucho más sencilla y cómoda y desde el mundo de vista económico aumentarán significativamente la productividad y, por supuesto, el crecimiento económico.
  • En una postura intermedia estarían los que consideran que las nuevas tecnologías mejorarán nuestras vidas y aumentarán la productividad de forma muy notable, aunque todo ello supondrá que grandes colectivos de personas tengan ante si unas perspectivas de recolocación compleja. Estos individuos al tener, por lo general, muy baja cualificación educativa, verán como su reintegración en el mercado laboral no sea sencilla y esto puede llevarlos a la marginalidad dentro de unas sociedades que, por lo general, serán mucho más prosperas. Por esta razón, los defensores de esta postura abogan por potenciar la educación evitando los efectos perniciosos que la cuarta revolución industrial acarreará.
Sin embargo, hay una cosa que está muy clara, y es que cuanto más avancemos en la digitalización más oportunidades se van a encontrar. Así, en lo que concierne al mundo bancario, la relación tradicional que mantenían los bancos con sus clientes va a cambiar mucho más de lo que ya lo está haciendo.  La banca deberá acompañar a sus clientes en su día a día ayudándoles a tomar las mejores decisiones financieras. Este hecho supone un cambio de paradigma para los bancos, ya que estos deben entender que el cliente no desea, por ejemplo, un plan de pensiones que le permita ahorrar para su jubilación, sino que lo que necesita es que el banco le asesore sobre aquellos productos financieros que de acuerdo a sus circunstancias personales de ingresos, expectativas y perfil de riesgo mejor se adapten a él. La era en la que los bancos lanzaban productos a una gran masa de clientes ha finalizado. El cliente desea soluciones personales, específicas adaptadas a su situación y esto es algo que con las nuevas tecnologías se puede alcanzar y que los clientes demandan. Todo ello supondrá manejar una cantidad de información muchísimo mayor, al mismo tiempo que los bancos tendrán que ser mucho más flexibles en sus planteamientos que lo que venían siendo tradicionalmente. Es decir, los bancos deberán poner el foco en el cliente concreto y para ello las entidades bancarias deberán detenerse y analizar cada uno de sus procesos. En este contexto de cambio radical existen dos fuerzas que serán esenciales para determinar la velocidad en los cambios y que marcarán el rumbo hacia el cual se moverá el sector bancario. La primera será la visión de futuro que tenga cada banco individualmente considerado y ello dependerá de su capacidad financiera, tecnológica u organizativa. El banco, en definitiva, en función de su visión de futuro se intentará auto transformar para alcanzar aquel modelo de banca que considera que se adecua mejor al futuro y a sus capacidades. La segunda variable a considerar será la del papel que adopten los supervisores y reguladores como impulsores o no de los cambios que las nuevas tecnologías puedan propiciar. De todas formas, hay que tener muy presente que los cambios tecnológicos no sólo proporcionan oportunidades a desarrollar, sino que también suponen muchos y nuevos riesgos para el sector financiero, especialmente en lo que hace referencia a la privacidad, los delitos financieros o las amenazas cibernéticas. Si los datos se han convertido en el activo más valioso para las empresas, para el sector financiero éstos son especialmente apreciados y en su obtención las entidades financieras tienen que ser especialmente cuidadosas. En su utilización se tiene que preservar siempre la confianza del cliente y esto sólo podrá ocurrir cuando se les explique de forma adecuada y convincente las razones por las que necesitan conocer sus datos privados. Finalmente destacar que el problema de la seguridad y la privacidad en las transacciones financieras es hoy mucho más importante que nunca. Las nuevas tecnologías no sólo ofrecen oportunidades de negocio a las entidades bancarias, sino que también abren multitud de puertas nuevas a piratas informáticos que pueden ver en ellas una forma de negocio suculenta. Por esta razón, es necesario reforzar al máximo la seguridad en las transacciones financieras. Ello sólo se podrá lograr con el empeño máximo de cada una de las entidades financieras participantes en el sistema financiero. Para lograrlo habrán de invertir importantes sumas de dinero en tecnología y controles que deberán ser suficientemente fiscalizados y controlados por los organismos reguladores pertinentes. *Doctor en Economía y experto en temas de banca, finanzas y hacienda. Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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