Por Mónica Cordero Sancho, enviada especial Nueva York, Estados Unidos. Santos Ceballos aprendió el oficio de barbero en su natal República Dominicana. Hace 13 años viajó a Estados Unidos con la convicción de que podía ganarse la vida en su nuevo hogar, aprovechando la habilidad que aprendió- cuenta- “viendo y echando a perder”. Ceballos es uno de los dueños de la barbería La Unión, ubicada en el barrio Sunset Park al oeste de Brooklyn. El negocio opera los siete días de la semana y aunque asegura que no lleva la cuenta de cuántos clientes atiende semanalmente, Ceballos afirma que en un sábado es difícil tomar un descanso durante la jornada que inicia a las 8 a.m. y termina 13 horas después. “En mi país se usan mucho (las barberías). Yo sabía desde allá (República Dominicana) que era un buen negocio (en Estados Unidos)”, añadió el barbero que tiene clientes que lo visitan semanalmente para dar mantenimiento al corte de pelo, rasurarse y acicalarse las cejas. La barbería La Unión es una muestra de un negocio con sello dominicano que se ha vuelto popular en las grandes ciudades de Estados Unidos, como Nueva York, y que tiene una función económica y de integración social, tanto para los migrantes del país caribeño como para otros latinoamericanos. “Las barberías han tenido auge porque el dominicano le da mucha importancia al cuidado de la apariencia. No le gusta andar con el pelo alto y descuidado, y aún aquellos que se dejan crecer el cabello, siempre se lo tratan. También hay un asunto de moda de cantantes y artística”, explicó José Tomás Paulino, vicecónsul y director de relaciones públicas del Consulado de República Dominicana en Nueva York. Puedes leer: 30 promesas de negocios de República Dominicana Solo en Sunset Park, hay 17 barberías registradas en Google Maps y este número se eleva a 134 si la búsqueda se extiende a la ciudad de Nueva York. Kelvin Félix García es uno de los clientes de la barbería La Unión. El sábado 1 de octubre reposaba en la silla reclinada, escuchando salsa y merengue, mientras Ceballos, con tijera en mano, bajaba el volumen de cabello de su nuca y le afeitaba los lados con una rasuradora eléctrica y cuchilla. El trabajo tomó unos 30 minutos e incluyó delinear delicadamente con cuchilla los bordes de la línea del cabello y la barba y recortar las cejas. “A las mujeres les gusta el pelo (del hombre) bien cortado y presentado. Yo vengo cada semana. Ahora voy a bañarme, cambiarme y salir”, aseguró García. En este negocio un corte de cabello tiene un costo de 15 dólares. Afeitarse y arreglarse las cejas supone una inversión de 16 dólares. El vicecónsul comentó que los dominicanos fuera de su país “han replicado” la actividad de barbero en otros países porque han logrado especializarse. Dominicanos tienes gran presencia en la”Gran Manzana” Un 8% (5,823) de los habitantes de Sunset Park son extranjeros que nacieron en República Dominicana, según datos de Social Explorer. A nivel nacional, el peso de los dominicanos representa el 2.3% (942,123) del total de la población que nació fuera de las fronteras (41 millones). “La barberías no quiebran porque siempre hay personas para recortarse. Siempre tiene trabajo y si usted no es dueño, puede ser empleado. Aquí en Nueva York y otros estados, las peluquerías y barberías son una ventana abierta para el progreso de quienes no tienen una formación académica”, expresó el diplomático. Carlos Sánchez es otro de los barberos dominicanos de Sunset Park. Su negocio, Phatphade,  tiene 12 años. Dice que cada barbero “tiene su clientela” y que hay suficiente mercado para todos. Sánchez se ha especializado en el corte con diseño. “Me gustaba dibujar desde adolescente”, afirma. Cuenta con orgullo que uno de los diseños más sofisticados ha sido la impresión de un cara en la parte posterior de la cabeza, al tiempo que invita a visitar su cuenta Instagram donde sube fotos de sus trabajos. Un recorrido por las barberías evidencia que son centros de reunión de la comunidad de migrantes. Y este es un factor que también contribuye a mantener la actividad del negocio. José Antinoe Fiallo, profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), explicó que las barberías para los hombres y las peluquerías, en el caso de las mujeres, son espacios de articulación social y de “activación de la memoria”. “Es un lugar para encontrarse con personas que tienen elementos comunes y llegan a tener relaciones interpersonales con otros latinoamericanos. Se adquieren contactos y es un vínculo de entrada para los nuevos. También es una vía de comunicación con tu país porque encuentras a alguien que va de visita”, considera el sociólogo. Es tal el auge de este tipo de negocios que un grupo de estilistas, barberos y dueños de salones de belleza y peluquerías en Nueva York trabajan en la formalización de una asociación sin fines de lucro con el fin de contribuir al fortalecimiento de ese oficio.

 

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