Miguel Barbosa, el gobernador de Puebla, nunca destacó por sus dotes intelectuales. Fue un operador administrativo, más que legislativo, de los senadores del PRD, pero supo dar el salto a Morena en el momento adecuado, cambiando de camiseta de un día para otro.

Gobierna porque se repitió la elección, que en primera instancia perdió con Martha Érika Alonso, la abanderada del PAN y quien murió, junto con su esposo, el senador  Rafael Moreno Valle, por la caída del helicóptero en el que viajaban el 24 de diciembre de 2018, hecho que, por cierto, no ha sido esclarecido por las autoridades.

Nadie esperaba que Barbosa fuera un gobernante modelo, pero está  resultando ser un político irresponsable, cerrado al dialogo y muy poco informado.

Sobre el Coronavirus dijo lo siguiente: “Hay mucha gente de las 40 personas (con el padecimiento), algunas padres de familia(…) Sí, la mayoría son gente pudiente, acomodada. Si ustedes son ricos tienen el riesgo, si ustedes son pobre no, los pobres estamos inmunes.”

Una barbaridad, sin duda, pero que muestra el carácter polarizante y hasta discriminatorio ante una enfermedad que le pude dar a cualquiera y que no distingue por posiciones sociales o cuentas de ahorros.

Es más, el riesgo más alto es que se saturen los hospitales públicos, ante el número de los pacientes, y que justo sean los más pobres los que la pasen peor.

Barbosa, y eso es lo más inquietante, cree que negando la realidad esta desaparecerá. Por el contrario, si los funcionarios del más alto nivel no entienden el tamaño del desafío que se está enfrentando, será más difícil que se salga de la crisis sin daños aún mayores que los esperados.

Barbosa adquirió uno de los virus que más estragos pueden causar: el de la ignorancia.

 

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