Por Edgar López Pimentel* A veces ignoramos que habitamos un paraíso. Desde los Andes peruanos hasta las playas de arenas blancas de México, Latinoamérica alberga el 34% de las especies de flora y el 27% de las especies de mamíferos del mundo, números que la convierten en una “superpotencia” mundial en materia de biodiversidad. De acuerdo con Expandiendo el financiamiento para la conservación de la biodiversidad, informe publicado por el Banco Mundial, organismo de desarrollo enfocado al combate de la pobreza y el cambio climático, la región también es líder mundial en protección ambiental, puesto que destina el 20% de su superficie terrestre a la conservación. La preservación de la biodiversidad no sólo implica garantizar que los bosques de la región sigan en pie y que los ríos fluyan libres de contaminantes; se trata, principalmente, de la vida cotidiana de los latinoamericanos, ya que la protección del delicado equilibrio ecológico incide directamente en su calidad de vida. Para México, el quinto país más biodiverso del mundo, la situación es más apremiante. En nuestro país, la pérdida de recursos debido a la deforestación ha afectado el sustento de 12 millones de personas que dependen de los bosques para complementar sus ingresos. Pese al progreso alcanzado, el estudio sostiene que los presupuestos gubernamentales no logran cubrir las necesidades financieras. En promedio, los gobiernos de América Latina asignan apenas el 1% de los recursos del país destinados a medioambiente a áreas protegidas, lo cual equivale a un promedio de 1.18 dólares por hectárea. Esta cifra cubre sólo el 54% de las necesidades básicas, advierte el informe. Se requiere algo más que la buena voluntad gubernamental para defender esta biodiversidad, la cual sirve de sustento a millones de criaturas, plantas y personas. También se requiere, evidentemente, el involucramiento de toda la sociedad, en especial de las nuevas generaciones. Bajo este contexto, queda claro que dos frentes serán fundamentales para ganar la batalla: la educación ambiental infantil y la creciente participación del sector privado. Educación y la participación del sector privado Más que limitarse a proporcionar contexto y datos sobre la problemática que enfrenta la biodiversidad, la educación ambiental debe aspirar a ser un proceso integral que busque crear espacios permanentes de reflexión acerca de cómo nuestros hábitos y acciones diarias impactan de manera positiva o negativa al ecosistema, lo que derivará en la toma de acciones y la asunción de responsabilidades. Es una dinámica sistemática que dura toda la vida, por lo que es imperativo comenzar desde temprana edad. La educación ambiental infantil no puede restringirse al salón de clases, sino que debe contemplar también experiencias vivenciales en espacios naturales que los hagan sentir parte del medio en el que se desarrollan La empatía es esencial, y esta sólo se crea vinculándose directamente con la naturaleza. De acuerdo la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, abreviado internacionalmente como Unesco, la educación ambiental para niños debe:
  • Crear conciencia en los pequeños de los problemas ambientales.
  • Fomentar el interés en la mejora del medio ambiente.
  • Desarrollar la capacidad de los pequeños de informarse acerca del medio que les rodea.
Es menester tanto de los colegios como de los padres ayudarle a los niños a comprender el medio ambiente y a detonar desde edad temprana el deseo de preservarlo. El sector privado puede ayudar sustancialmente en este aspecto, en especial en naciones como la nuestra, donde los recursos son francamente escasos. Algunos esfuerzos ya están a la vista. Lanzadas en 2010, las Eco-jornadas LTH, programas que invitan a estudiantes a recorrer jardines y parques emblemáticos en diversas partes de la República Mexicana bajo la orientación de ONG´s y educadores ambientales especializados en el tema, ya han beneficiado a más de medio millón de niños en todo el país, con un impacto indirecto en sus familias y entorno inmediato que asciende a más de 2 millones de mexicanos. Otro campo por explorar es el arte. Empatizar en abstracto con la muerte de especies de flora y fauna resulta complicado, sobre todo para un niño de primaria o secundaria; empatizar, en cambio, con el medio ambiente gracias a una expresión artística como una fotografía o pintura es un acto más inmediato y urgente. Por ello las autoridades y el sector privado mexicano deben desarrollar en conjunto vía patrocinios y subvenciones más exhibiciones culturales que muestren los peligros que corre nuestra biodiversidad, tal y como ya se ha hecho en espacios como el Museo del Papalote y otros espacios de Chapultepec. Este es un camino que muchas marcas podrían seguir en caso de no contar con el voluntariado o los recursos necesarios para conducir jornadas in situ. Es tiempo de empoderar a los niños para que sean personas con el deseo de asumir las consecuencias de sus actos desde temprana edad y convertirse en defensores del medio ambiente. Tanto el sector gubernamental como el privado deben colaborar para no perder el paraíso que nos queda. El tiempo apremia. *Especialista en Responsabilidad Social Empresarial y directivo de Expok.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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