Cintillo-Seleccion-F-2015 Brasil está al borde de su peor recesión económica en 25 años. Al mismo tiempo trabaja a marchas forzadas en las obras para albergar los Juegos Olímpicos de 2016. El panorama incluye excesos en gasto, escándalos por corrupción y descontento social, la ecuación menos acertada en un momento en que la desaceleración económica parece no revertirse.  Este texto se publicó originalmente el 5 de octubre.   Brasil aún no logra recuperarse de la resaca económica que le dejó el sobregasto del Mundial de Futbol. Pese a ello, el próximo año la historia podría repetirse con los primeros Juegos Olímpicos y Paralímpicos sudamericanos, que se realizarán en Río de Janeiro. El escenario se complica para la economía del país si se toma en cuenta el ambiente recesivo que atraviesa. El mayor riesgo de cara a estos eventos es que el exceso de gasto termine por generar efectos negativos de largo plazo. En 2014, la economía sudamericana desembolsó 13,600 millones de dólares (mdd) para la Copa del Mundo, cifra 312% superior a los 3,300 mdd presupuestados por el comité organizador. A 11 meses de realizarse el evento deportivo internacional multidisciplinario más importante, la primera economía en América Latina ha gastado 70 mdd más de los 11,000 millones establecidos como gasto para el desarrollo de la infraestructura olímpica. El sobregasto es un lujo que Brasil no se puede dar. El gigante sudamericano se encuentra en recesión técnica con dos trimestres consecutivos con cifras negativas de crecimiento. De abril a junio de este año, la actividad económica se contrajo 1.9%, en contraste con el mismo periodo de 2014, cuando retrocedió 0.7%, según cifras del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Además, las perspectivas económicas son nada alentadoras, pues para el próximo año analistas prevén una caída de 2.5% en el Producto Interno Bruto (PIB). Con el propósito de dar un respiro a las finanzas públicas del país, el gobierno encabezado por Dilma Rousseff implementó un plan de austeridad que consiste en elevar impuestos y recortar inversiones, medida que le ha costado una caída de 71% en popularidad. “Brasil tiene una segunda oportunidad para mostrarse como un anfitrión diferente. Con el Mundial, recordemos, hubo mucha decepción interna y externa. El optimismo de Brasil está basado en esta clase de eventos, y ahorita vemos que la sociedad brasileña no está contenta, ya que el país no está atravesando por su mejor momento, y un mal desarrollo de los Juegos Olímpicos podría agravar esta situación”, asegura en entrevista Miguel Ruiz, presidente de la Cámara de Comercio México-Brasil (Camebra). Tener orden en la agenda política y desvanecer la sombra de corrupción, que se cierne sobre al menos siete constructoras relacionadas con el desarrollo de 11 proyectos de infraestructura de los Juegos, es el primer paso para que Brasil pueda salir del momento económico más complejo en un cuarto de siglo.   El gigante pierde brillo El gigante latinoamericano, además de experimentar un estancamiento económico, se enfrenta a una tasa de desempleo que se ubica en 7%, su nivel más alto en cinco años, y a una presión inflacionaria de 9%. Desde 2003, cuando el Partido de los Trabajadores (PT) asumió el poder con el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, el gobierno no había registrado una reducción de 345,000 puestos de trabajo como la suscitada hasta julio de este año. Asimismo, la inversión que realiza el sector empresarial cayó por octavo trimestre consecutivo, y debido al alza de costos en los productos, el gasto de las familias, que representa en promedio 60% del PIB, ha mantenido una tendencia a la baja durante los ocho meses transcurridos de este año. En 2010, Brasil registró un superávit fiscal de 2.5% del PIB, cifra que se redujo a 0.6% en 2014. En agosto de este año, la agencia calificadora Moody’s redujo la nota crediticia del país sudamericano a Baa3, el menor nivel dentro del grado de inversión, desde Baa2. La firma precisó en su informe que la perspectiva estable de la calificación no cambiará al menos en los próximos 12 a 18 meses, y aseguró que “aunque el ambiente económico siga siendo pobre y las dinámicas políticas se mantengan relativamente inestables en 2015 y 2016, la agencia de calificación no espera actualmente un deterioro tan grave en las métricas de deuda como para amenazar el grado de inversión de Brasil”. A principios de septiembre, la agencia Standard & Poor’s, además de quitarle el grado de inversión, rebajó la nota crediticia del país a BB+ desde BBB-, con panorama negativo. Especialistas atañen el debilitamiento del país a una desincronización de la política monetaria y fiscal entre los dos gobiernos pasados (de Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula da Silva) y el segundo mandato de Rousseff, que comenzó el 1 de enero de este año y concluirá hasta 2019. “El gran error de Rousseff  fue que al ganar su segunda gestión instauró un programa de ajuste fiscal casi similar al que proponía su contrincante (Aécio Neves). Entonces, para muchos sectores sociales de Brasil y para su propia lanza política esto fue casi como una estafa, lo que de alguna manera desató una crisis política en el seno de su alianza. Su mayor desacierto fue romper con la disciplina fiscal y monetaria que se había mantenido”, asegura en entrevista Dante Sica, socio fundador y director de la consultora argentina Abeceb. La mandataria ha declarado que el futuro de Brasil será incierto en los próximos meses debido a las turbulencias globales. Incluso, en días pasados admitió que la crisis por la que atraviesa se mantendrá en 2016.   La amenaza de oriente Además de lidiar con los problemas económicos y políticos que se han gestado al interior del país, Rousseff debe hacer frente a otra presión: la desaceleración de la economía china. El dragón chino es el principal comprador de las materias primas brasileñas, situación que se ha agravado con el debilitamiento de la economía, lo que ha provocado un declive en los precios globales de la soya y el mineral de hierro, exportaciones clave de Brasil. La caída en las cotizaciones y los temores sobre una mayor desaceleración del país asiático aumentan las expectativas de que Brasil sufra su peor recesión en 25 años. “La situación de China y el acomodamiento de su moneda tomó a Brasil por sorpresa en un momento en que se encuentra con una economía debilitada, lo que agravó más su problema. Pero Brasil no está así por culpa de China; Brasil está así por culpa de Brasil”, asegura el director de Abeceb. Para Marco Oviedo, economista en jefe de Barclays para México, la economía sudamericana aún no ha atravesado por su momento más crítico. “Lo peor para Brasil está por venir. Probablemente Brasil pasará por unos tres años difíciles hasta que se haga un cambio en el gobierno de manera radical o que este gobierno logre tener un nuevo acuerdo con nuevas políticas y comience a implementar reformas, sobre todo en la parte fiscal”, dijo el economista en conferencia de prensa. De no hacerlo, el economista aseguró que la calificación del gigante latinoamericano se reducirá. El real, que en lo que va del año ha alcanzado una depreciación de más de 45%, seguirá deteriorándose y “tendrán problemas para crecer porque la confianza no se va a recuperar de manera rápida, y el sector privado lo que quiere es certidumbre para invertir”.   Trabajos a marchas forzadas En abril de 2014, el vicepresidente del Comité Olímpico Internacional (COI), John Coates, calificó la organización del magno evento como “los peores que había visto jamás”. A  poco más de 300 días de que comiencen los Juegos Olímpicos, el ambiente que se respira en la cidade maravilhosa, como también se le conoce a Río de Janeiro, es desalentador, incluso cuando algunos dirigentes del COI flexibilizaron sus críticas. En promedio, 57% del presupuesto destinado para los Juegos Olímpicos proviene del sector público, en tanto que el 43% restante corresponde a inversiones privadas. A diferencia del Mundial de Futbol, en que el comité organizador se valió de 12 sedes diseminadas en varios puntos del país, las Olimpiadas se llevarán a cabo en cuatro barrios de Río de Janeiro: Copacabana, Maracaná, Barra da Tijuca y Deodoro, lo que debería reducir el tiempo para la construcción de las instalaciones deportivas. Sin embargo, debido al retraso que han presentado algunas obras, las empresas involucradas han implementado tres turnos de trabajo, con la finalidad de cumplir con las fechas de entrega. Hasta el momento, el Centro Olímpico de Deportes Acuáticos, con capacidad para 18,000 asistentes, lleva un avance de 75%, mientras que la Villa Olímpica, que dará alojo a 18,000 atletas provenientes de 205 países, tiene un progreso de 85%, de acuerdo con datos del portal de Transparencia de los Recursos Federales de Brasil. Estas obras son parte de la larga lista de desarrollos que comprenden 12 centros de entrenamiento, 261 de iniciación deportiva y 46 pistas de atletismo. El comité organizador busca animar el ambiente del país llamando a voluntarios a sumarse a la celebración deportiva y promoviendo la imagen del evento a través de la antorcha olímpica, así como las mascotas. Sin embargo, no ha logrado captar gran interés de los brasileños, pues la sociedad se siente más presionada por las medidas de austeridad implementadas por su presidenta que atraída por el magno evento. Por ahora, Miguel Ruiz reconoce que el único camino que le queda al país es tratar de buscar más inversiones para aliviar su economía, enmendar su agenda política y aprovechar esta segunda oportunidad para cambiar la mala imagen que construyó con el Mundial de Futbol; de lo contrario se sumergirá más en su crisis. “Brasil es un país con un enorme potencial. Los tres países más representativos de América Latina son México, Brasil y Argentina, y cada uno ya ha pasado por sus respectivos efectos tequila, zamba y tango, y el que más rápido ha salido es Brasil, por la dimensión de su economía y por ciertos factores que influyen. En esta ocasión es más complejo, pero confiamos en que el gigante demostrará por qué se convirtió en la mayor potencia económica de la región.” Río de Janeiro (Foto: Reuters)  

 

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