Dilma Rousseff espera que un aumento en el intercambio comercial saque a la mayor economía de América Latina de una reciente y sorpresiva desaceleración.   Reuters   BRASILIA- Brasil peleó duro para conseguir la jefatura de la Organización Mundial del Comercio (OMC) esta semana, pero en privado reconoce que la mayor tarea de la institución -promover conversaciones mundiales de libre comercio- parece hoy una causa perdida. El Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff avanza cautelosamente hacia acuerdos regionales y bilaterales menos ambiciosos pero con mayor probabilidad de éxito. La mandataria espera que un mayor intercambio saque a la mayor economía de América Latina de una reciente y sorpresiva desaceleración. Rousseff celebró que el diplomático brasileño Roberto Azevedo ganara el martes la elección del jefe de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que tiene su sede en Ginebra, apuntándose una victoria para los países en desarrollo en un club comercial dominado durante muchos años por países ricos. El triunfo de Azevedo sobre un candidato mexicano, posible gracias al apoyo de países africanos con los que Brasil ha trabajado duro para cultivar lazos en la última década, también fue presentado como otra señal de la creciente influencia económica del país sudamericano. Sin embargo, funcionarios en Brasilia a cargo de los asuntos comerciales dijeron que su foco se mantiene en otros lados. Con las conversaciones lideradas por la OMC en el limbo por tantos años, varios funcionarios dijeron a Reuters que recibieron instrucciones de priorizar una mayor integración con Estados Unidos y la Unión Europea. “Brasil hizo una apuesta por la OMC años atrás. Ahora vemos que es improbable que la OMC avance pronto, por lo que necesitamos movernos hacia otros acuerdos”, dijo un funcionario quien, al igual que el resto, solicitó el anonimato. “Estamos asumiendo el hecho de que estamos perdiendo participación de mercado ante otros. Necesitamos actuar”, agregó. Personas cercanas a Rousseff dicen que ella no es extremadamente proteccionista, pero ha sido renuente a explorar conversaciones comerciales debido a los desequilibrios económicos provocados por la crisis global del 2008-2009. La presidenta se ha quejado de que los países ricos entraron en una “guerra de divisas” para debilitar sus monedas mediante políticas monetarias expansivas, favoreciendo injustamente a sus exportaciones. Como resultado, Rousseff elevó los impuestos el año pasado a decenas de productos importados, desde autos hasta el vidrio y las tuberías de acero, causando irritación entre varios socios comerciales y cerrando aún más al país. El comercio representa apenas un 25 % de su economía, la tasa más baja de América Latina según el Fondo Monetario Internacional (FMI), detrás de pares como Venezuela (52 %), México (59 %) y Chile (71%). Por mucho tiempo, Brasil ha tenido la reputación de trabar las conversaciones comerciales en vez de ayudar a su avance. El predecesor de Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva, fue fundamental en el fracaso de los planes de Estados Unidos de lograr un tratado comercial continental en la década pasada, y también ayudó a estancar las conversaciones de Doha al insistir en que Washington y Bruselas renunciaran a sus subsidios agrícolas. No obstante, la persistente caída de la economía, que creció apenas un 0,9 por ciento el año pasado y nuevamente se ve en problemas durante el 2013, parece haber convencido a Rousseff de una mayor integración, dicen observadores. Pese a que su Partido de los Trabajadores tiene fuertes principios de izquierda, Rousseff también ha mostrado una visión más pragmática que Lula al privatizar algunos aeropuertos y rutas, por ejemplo, para impulsar el crecimiento. “Finalmente tienes un gobierno que sabe que el país no puede permanecer aislado”, dijo Vera Thorstensen, a cargo del Centro de Inversión y Comercio Global de la Fundación Getulio Vargas. Thorstensen, ex asesora de la misión brasileña en la OMC, explicó que el país busca ser más asertivo en la política comercial de países en desarrollo en vez de quedarse a un costado. “Brasil ahora quiere fijar las reglas, no sólo aceptarlas”, afirmó.   Nuevos indicios Oficialmente, el Gobierno de Rousseff dice que planea avanzar tanto en las conversaciones multilaterales de la OMC como en acuerdos comerciales más específicos. “Brasil sigue favoreciendo la liberalización comercial mediante el multilateralismo”, dijo la oficina de prensa del Ministerio del Comercio en una respuesta a preguntas de Reuters que fue enviada por correo electrónico. “Este esfuerzo ha sido combinado con el compromiso a profundizar los acuerdos de integración regional con socios seleccionados”, agregaba la nota. Sin embargo, las señales más tangibles se encuentran en el frente bilateral. Varios diplomáticos expresaron sorpresa por una reunión entre ejecutivos estadounidenses y brasileños a inicios de este año, en la que importantes funcionarios brasileños, como el ministro del Comercio Fernando Pimentel, prometieron acelerar las conversaciones de pactos de inversión y servicios bilaterales con Washington. La que se pensó que sería una reunión sin novedades en Brasilia se convirtió en “aire fresco” para el comercio entre ambos países, dijo un diplomático. También hay indicios de que líderes empresariales podrían empezar a alejarse lentamente de las posturas proteccionistas. Como una muestra, funcionarios dijeron que un reciente sondeo gubernamental entre líderes empresariales mostró un amplio apoyo a la aceleración de las conversaciones con la UE. “Vivimos en un mundo en que la mayoría de los países están bajando sus aranceles, tienen más comercio y se vuelven más competitivos. Nosotros, por otra parte, estamos perdiendo competitividad”, sostuvo Carlos Abijaodi, director de desarrollo industrial de uno de los grupos comerciales más grandes de Brasil, CNI. Parte de ese cambio se debe a eventos recientes. Pese a un cultivo histórico de soja, el balance comercial de Brasil se ha deteriorado tanto en 2013 que algunos temen que la potencia de materias primas pueda anotar su primer déficit anual en 13 años. El mismo sentido de urgencia se ha visto alimentado por una serie de pactos comerciales regionales en preparación entre Estados Unidos, Europa y otros países de Asia con América Latina que podrían dejar a Brasil a un costado. No obstante, habrá grandes obstáculos a una mayor integración. Las empresas locales y multinacionales del país luchan con altos costos que podrían hacer que los bienes brasileños no sean competitivos si los aranceles caen repentinamente. Brasil tiene uno de los sistemas tributarios más complejos del mundo, una escasa y costosa mano de obra y una infraestructura tan dilapidada que los camiones suelen quedar varados por días para cargar grano en los congestionados puertos. La capacidad de Brasil de negociar acuerdos comerciales también está restringida por las normas del Mercosur, un bloque aduanero regional que incluye a Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela. Las normas del Mercosur prohíben la firma unilateral de acuerdos que involucren el comercio de bienes. Sin embargo, en momentos de elevadas tensiones con su principal socio del Mercosur, Argentina, Brasil ha estado inclinado a cambiar las reglas para permitirle a cada miembro negociar acuerdos comerciales a su propio ritmo, según comentarios de funcionarios gubernamentales y empresarios.

 

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