A base de determinación y esfuerzo, la astrofísica dominicana Breezy Ocaña se ha abierto camino en el complejo mundo de la astronomía. Durante la última década ha estudiado el cielo a través de algunos de los telescopios más potentes del planeta.   Por Alejandro González Luna Breezy Ocaña es una mujer compleja: en sus ojos se revuelve un mar inquieto. Habla, se detiene, intenta trazar en voz alta un mapa fiable de lo que hay en su cabeza. Le cuesta: no es fácil resumir en una conver­sación años de trabajo y de experiencia. “Yo estudio, a través del radio telescopio, galaxias que, a pesar de que parecen estar apagadas, tienen en el centro un hoyo negro muy activo”, dice, y luego calla. “Mi trabajo es como hacer un electrocar­diograma de esas galaxias para saber qué sucede en su interior”, explica a continua­ción para tender un puente. La joven astrofísica dominicana, que trabaja en el Centro de Astronomía de la Universidad de Oporto, en Portugal, hace lo que siempre quiso hacer: ganarse la vida explorando las estrellas. Hay pocas personas en el mundo que pueden decir lo mismo. Su trabajo la ha llevado a visitar algunos de los telescopios y observatorios más importantes del planeta, y a trabajar en varios proyectos de gran envergadura en el campo de la astronomía. Ha impar­tido conferencias en países como China, Japón, Brasil o España. Y ha realizado estancias de investigación en lugares como Creta (Grecia), Pune (la India), San­tiago (Chile), Bonn (Alemania), Grenoble (Francia) o Arecibo (Puerto Rico). “Cuando era adolescente la gente me decía que fuera realista, y que, en vez de estudiar astronomía, me decidiera por algo más práctico”, cuenta, atando los cabos de su historia. Por supuesto, ella no hizo caso. “Creo que eso me daba más motivación para seguir adelante con mis planes”, confiesa. Cuando llegó el momento, su tesón fue admirable, pues para lograr su cometido tuvo que pasar por varios centros docentes: la Univer­sidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, en Santo Domingo, y la Universidad Cen­tral de Venezuela, en Caracas, a fin de ir sumando créditos mientras conseguía entrar en una universidad norteamericana donde se impartiera la carrera. Tres años después fue aceptada en el Florida Institute of Technology (fit), en Melbourne, Estados Unidos, para hacer la licenciatura en astrofísica. Breezy Ocaña asegura que de todos los cielos que ha visto en sus viajes por el mundo, el más espectacular ha sido el que se ve desde el valle del Tetero, junto al Pico Duarte. “República Dominicana tiene buena materia prima, lo que falta es educación y oportunidades”, advierte. “Si el país no está preparado para la inves­tigación astronómica no es falta de inte­rés, sino porque a las autoridades les ha importado poco la educación de los ciuda­danos. El gobierno debería poner más de su parte y motivar a los jóvenes que quie­ren cursas estas carreras”. Tras licenciarse en Esta­dos Unidos, decidió hacer un máster sobre planetas extrasolares en el Instituto Astrofísico de Canarias (iac), en Tenerife, España. Allí estudió, entre otras cosas, la dinámica de dos estrellas de la Vía Láctea llamadas CM-Draconis que bailan alrededor de sí, y del posible planeta que las orbita. Después fue con­tratada para trabajar en el potente telescopio del Ins­tituto de Radio Astronomía Milimétrica (iram), en Gra­nada, España, donde aprove­chó para hacer su doctorado en astronomía extragaláctica y en radiogalaxias (galaxias cercanas con un núcleo muy activo). Luego se marchó a las instalaciones del National Centre for Radio Astrophysics, en la India, donde participó en la elabora­ción de un gran mapeado del cielo visible a través de ondas de radio. “Cuando miro hacia arriba y veo las estrellas, pienso en lo pequeño que somos en la escala del universo, donde existen miles de millones de galaxias, pero tam­bién pienso en la dicha tan grande que tenemos de estar aquí y de tener cons­ciencia para saberlo”, dice mientras le da el pecho a su hijo de cinco meses. “Te dan unas ganas enormes de querer cuidar este planeta en el que vivimos”. Para ella, la astronomía es el resultado de la curio­sidad humana, de ese afán por saber de dónde venimos y a dónde vamos. Pero el conocimiento no es el único beneficio que esta ciencia produce en nuestras vidas. “Hay muchas cosas que se empezaron a estudiar en el ámbito de la astronomía y que después han servido para mejorar nuestro modo de vivir”. El sistema de gps, los satélites de telecomunicaciones, los satélites meteorológicos o la tecnología inalámbrica, por poner algunos ejemplos. En la actualidad, Breezy Ocaña está inmersa en un proyecto llamado Tho­rough Analysis of Radio Galaxies Observa­tions (Tango), que busca resolver una de las “grandes incógnitas” de las astrofísica: la evolución de las llamadas radio galaxias. También colabora con el Grupo amiga (Análisis del Medio Iterestelar en Galaxias Aisladas), del Instituto de Astrofísica de Andalu­cía (iaa), en el estudio de galaxias aisladas. Y dedica parte de su tiempo a la labor de divulgación científica escribiendo artículos, tradu­ciendo material que está en otros idiomas o impartiendo talleres y conferencias. “Todo el mundo, independien­temente de su capacidad económica, debe tener la oportunidad de acceder a la información”. “Cuando estudias el uni­verso, te das cuenta de que somos parte de una dinámica muy interesante y muy compleja. Es importante que la gente se dé cuenta de la magnitud de lo que nos rodea”. En sus palabras hay ese atisbo de insumisión de quien ha aprendido a ver las cosas de otra manera. Esa lucidez de quien se ha percatado de una verdad extrema y quiere hacerla valer a toda costa: este planeta, dice, es el único hogar que, por el momento, tenemos. “Si todos los políticos estudiaran un poco de astro­nomía, estoy segura de que recibirían una lección de humildad y aprenderían a mirar más allá de ellos mismos”, subraya.

 

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