El siguiente texto corresponde al capítulo sobre México incluido en el libro “A Celebration of Lawrence R. Klein”.     Con motivo del 93 aniversario de vida del Dr. Lawrence Klein, (Premio Nobel de Economía 1980) este Septiembre del 2013, sus alumnos y colegas alrededor del mundo hemos publicado el libro “A Celebration of Lawrence R. Klein”. En este libro ofrecemos un tributo y agradecimiento a nuestro querido profesor de la Universidad de Pensilvania por todo lo que ha hecho por nosotros como estudiantes y como economistas.   “Los economistas no somos músicos para afinar los modelos econométricos como si fueran instrumentos musicales” – L.R. Klein (1999)   Corría el año de 1984, al final de la licenciatura en economía de la UNAM, cuando en uno de mis seminarios sobre econometría leí que había un profesor estadounidense que le llamaban algo así como “el padre de la econometría aplicada”, ya que era el pionero en la construcción de un sistema de ecuaciones para representar a la economía de los Estados Unidos. En ese momento me vino a la mente la idea de intentar hacer algo similar para mi país. Meses después, durante el trabajo de investigación para mi tesis, me enteré a través de una entrevista publicada en una revista mexicana especializada en finanzas que aquel profesor americano estaba dirigiendo un exitoso proyecto de investigación econométrica en la Universidad de Pensilvania en Filadelfia. Dicho proyecto estaba enfocado a economías desarrolladas, pero por alguna razón se incluía a México. También me enteré que un estudiante mexicano en dicha universidad era el encargado de construir y manejar el modelo de predicciones para México. En dicha entrevista descubrí que ese profesor había sido galardonado con el Premio Nobel y que tenía un especial interés por México. Meses después conocí a un estudiante mexicano que había regresado al país con el grado de doctor en economía precisamente de la Universidad de Pensilvania y cuya tesis había sido dirigida por dicho Premio Nobel. Su tesis doctoral me sirvió como modelo para mi tesis de licenciatura y tuve la oportunidad de conversar con él acerca del programa doctoral en la Universidad de Pensilvania. A través de él pude hacer contacto con el otro estudiante mexicano a cargo del modelo mexicano en Filadelfia, con quien tuve la oportunidad de trabajar cinco años más tarde y por toda una década. El trabajar para el Centro de Investigación Econométrica de México (Ciemex-Wharton) en Filadelfia me otorgó el extraordinario privilegio de conocer en persona al ya famoso Premio Nobel de Economía 1980: Lawrence R. Klein, quien más tarde se convirtió no solo en mi inspiración como economista sino también mi mentor y director de tesis doctoral. Durante mis años como estudiante de licenciatura en México nunca pensé que llegaría a ser uno de los pocos mexicanos con el privilegio de tener a un Premio Nobel como supervisor de tesis y más aún tener el honor de publicar investigaciones con él. Su extraordinaria lucidez, enorme paciencia y comprensión, habilidad para explicar problemas complejos y, su gran pasión por la economía y econometría realmente han marcado y guiado mi carrera como economista. Lawrence Klein ha sido para mí no solo  un mentor, sino también el maestro que dedicó horas y horas de su tiempo para explicarme como construir ecuaciones y modelos y como hacer pronósticos limpios y profesionales, aquél que me enseñó  a ser responsable y respetuoso con la profesión. Mi primer contacto profesional con Larry Klein fue al comienzo de la llamada “crisis del peso” de 1995. En ese entonces yo trabajaba para Ciemex en Filadelfia y el Dr. Klein buscaba a un economista que lo apoyara en una de sus investigaciones sobre las perspectivas de la economía mexicana de cara a la crisis que ya había estallado. Le envié mi solicitud y días más tarde recibí su llamada para preguntarme sobre mis credenciales, calificaciones y recomendaciones. Poco después me citó para una entrevista personal en su oficina de la universidad. Días después me convertí en su asistente para dicha investigación y con ello se vinieron meses de intenso trabajo y largas discusiones en su oficina repleta de libros y con un pizarrón lleno de ecuaciones matemáticas. Tuve que estimar cada ecuación del modelo mexicano en múltiples ocasiones hasta agotar todas las posibilidades y poder arribar al modelo final. Trabajar horas extras, en fines de semana y días feriados, nunca fue agobiante para alguien que tenía el honor de asistir a un Premio Nobel y sobre todo cuando tenía el privilegio de trabajar en una investigación acerca de mi propio país. Lo que el profesor Klein me enseñó durante esos cinco meses de intenso trabajo e investigación sobrepasó lo que yo había aprendido durante los cinco años de mi licenciatura y dos de maestría en México. La recompensa fue doble cuando me dijo que el trabajo final iba a ser publicado y que mi nombre iba a aparecer junto al suyo en una revista especializada en investigación económica y con circulación en las más prestigiadas universidades del mundo. En ese momento, el retraso incurrido en la búsqueda de mis estudios de doctorado quedaba compensado por el privilegio de ser coautor con Lawrence Klein. Sin embargo, el Dr. Klein persistentemente me sugirió volver a la universidad y lograr el título largamente deseado. Durante mis estudios de postgrado en Filadelfia, Lawrence Klein se convirtió en mi mentor y generosamente se ofreció a ser el supervisor de mi tesis doctoral, la cual se enfocó a la aplicación de una nueva metodología econométrica desarrollada por el mismo Klein en la Universidad de Pensilvania. Así, apliqué la metodología de Klein para construir el primer Modelo de Pronósticos de Alta Frecuencia para la Economía Mexicana (HFFM). La responsabilidad y reputación detrás del nombre de un Premio Nobel estampado en mi tesis doctoral implicaron horas y horas de intenso trabajo e investigación sofisticada para mí. Las largas discusiones y debates entre el maestro y el alumno se volvieron usuales pero nunca rutinarias. Cada día salía de su oficina con nuevas ideas pero también con nuevos retos. Me llevó dos largos años completar mi tesis doctoral con él, pero no tan largos comparado con los cuatro años que le había tomado al primer estudiante mexicano treinta años antes. He tenido el privilegio de aprender mucho de Larry Klein, no solo del economista sino también de su persona y como amigo. Una de sus grandes virtudes ha sido la pulcritud y responsabilidad como profesional de la economía. La mejor lección que yo tengo de él fue precisamente en ese sentido. Un día, después de una larga discusión en su oficina acerca de las ventajas de los modelos estructurales –en el sentido de poder afinarlos con información cualitativa– comparados con los modelos puramente econométricos como los HFFM, el Dr. Klein directamente me respondió: “los economistas no somos músicos para afinar los modelos econométricos como si fueran instrumentos musicales”. Para mí, esa respuesta representa uno de los mejores ejemplos del compromiso de Klein con la naturaleza científica que siempre le ha dado a sus investigaciones y contribuciones econométricas. Su llamado a los economistas siempre ha sido el de evitar la manipulación que muchas veces se hace de los modelos para forzarlos a predecir lo que el mismo economista quiere decir. A Lawrence Klein le debo mi disciplina como estudiante, mi formación como economista y mi profunda responsabilidad como profesional, pero sobre todo le debo mi compromiso y pasión por la economía. El profesor Klein siempre será mi guía, mi modelo a seguir, y mi mejor fuente de inspiración para contribuir con mi esfuerzo de economista al mejoramiento de mi país: México. Muchas gracias Dr. Klein. Mi más profundo agradecimiento para usted. Alfredo Coutiño     Contacto: Twitter: @AlfredoCoutino http://www.alfredocoutino.com     *Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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