El Consejo de la Confederación Sudamericana de Futbol (Conmebol) declaró campeón de la Copa Sudamericana al Chapecoense de Brasil, cuyos jugadores fallecieron el 27 de noviembre luego de que el avión que los trasladaba a disputar la final del torneo se estrelló en Medellín, Colombia. La Conmebol también reconoció al Atlético Nacional de Colombia con el premio del Centenario al Fair Play, consistente en un millón de dólares, porque con su actitud promovió el futbol en un espíritu de paz, comprensión y juego limpio, en la búsqueda de que los valores deportivos prevalezcan siempre sobre los intereses comerciales. El pasado 30 de noviembre, el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, recibió una carta del Atlético Nacional solicitando que el título de la Copa Sudamericana fuera entregado al Chapecoense como laurel honorifico a su gran pérdida y homenaje póstumo a las víctimas del fatal accidente que enlutó al futbol. A raíz de ello, el Consejo tomó la decisión de nombrar al Chapecoense campeón de la edición 2016 de la Copa Sudamericana, con todas prerrogativas deportivas y económicas que ella conlleva. “Para la Conmebol, no hay mayor muestra del ‘espíritu de paz, comprensión y juego limpio’ enunciado como objetivo de nuestra Institución que la solidaridad, la consideración y el respeto exhibido por el Club Atlético Nacional de Colombia hacia sus hermanos de la Associação Chapecoense de Futebol de Brasil”, destacó en un comunicado. A principios de la semana pasada, un accidente aéreo dejó 71 personas muertas, entre ellos jugados y parte del equipo técnico del Chapecoense, así como periodistas. También puedes leer: LAMIA, la pequeña aerolínea de la tragedia del Chapecoense ¿Quién era el Chapecoense? Con sede en la ciudad de Chapecó, en el estado de Santa Catarina, sur de Brasil, “El huracán del oeste”, como apodan al equipo, llegó a la máxima categoría del fútbol brasileño en 2014 y dos años después se clasificaba para la final de la Copa Sudamericana, que iba a disputar contra el Atlético Nacional de Medellín, En 2007 saboreó lo que era ganar un título como el campeonato del estado y un año antes se quedó con la Copa Santa Catarina, triunfos que certificaron su viabilidad como club tras los problemas económicos que estuvieron a punto de hacerle desaparecer. Después de unas malas administraciones, en los primeros años del nuevo siglo, los gestores del club decidieron cambiar el nombre oficial del equipo a Associação Chapecoense Kindermann/Mastervet, limpiar las deudas y renacer con un proyecto deportivo a largo plazo que dio sus frutos en muy poco tiempo. Tal era la modestia de este equipo que la directiva del Chapecoense se puso a buscar un estadio para jugar el encuentro de local de la final Sudamericana ya que su casa, el Arena Condá, no cumplía con las exigencias de la Conmebol al no tener capacidad para más de 40,000 aficionados. Y es que El Chape era un equipo relativamente joven, pues fue fundado el 10 de mayo de 1973 y la mayor parte de su historia la pasó en categorías inferiores disputando torneos estatales. Con su ascenso al Campeonato Brasileño se convirtió en el equipo referencia e icónico de un estado sin grandes clubes a nivel regional pero con una gran rivalidad que mantiene con Joinville, Figueirense, Avaí y Criciúma. Te interesa leer: Chapecoense, la promesa del futbol que se perdió en el aire En su primer año en la primera división del fútbol brasileño se clasificó para jugar la Copa Sudamericana y llegó hasta los cuartos de final, donde fue eliminado por el todopoderoso River Plate argentina. El Chapecoense no cesó en su empeño de querer hacer algo grande en un torneo internacional y repitió esta temporada, pero con un resultado a todas luces de histórico al llegar a la final. Superados los argentinos del Independiente en octavos de final tras una tensa tanda de penaltis, pasó con soltura los cuartos ante Junior de Barranquilla y sobrevivió ante el San Lorenzo, también de Argentina, y que ya había conseguido el título de la Sudamericana en 2002. Los pupilos del entrenador Caio Júnior se caracterizaban por un carácter aguerrido, el mismo de su grada, y sus armas más fuertes eran la velocidad de Ananías en ataque, el acierto goleador de Bruno Rangel y, sobre todo, la experiencia del volante Cléber Santana, de 35 años, conocido por su paso por el Atlético de Madrid y el Mallorca. La defensa era otro de sus pilares ya que su portero, héroe en el último partido de semifinales contra el San Lorenzo al sacar un pie milagroso en el último minuto, solo había sufrido cuatro goles en los últimos siete partidos y solo uno de ellos fue de local. Es por eso que se ganó el apodo de “El Huracán del Oeste”, por el sentimiento de lucha de sus aficionados y también por su ubicación geográfica al estar Chapecó, en la región oeste de Santa Catarina, una ciudad de unos 200,000 habitantes que hoy llora la desaparición de un equipo que tocó la gloria con sus manos.

 

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