Por Jorge Heine* y Francisco Cruz** Hace unas semanas se cumplió el primer aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y Panamá y el segundo año de la ampliación del Canal ubicado en este país. Ambos hitos se dan en medio de un complejo cuadro para el comercio internacional, así como de consolidación de la industria naviera, redefinición de rutas oceánicas y construcción de una nueva oferta de servicios portuarios. El 1 de mayo, República Dominicana siguió los pasos de Panamá al romper con Taiwán y también tender relaciones con China. ¿Cuál será próximo país de la Cuenca del Caribe en hacerlo? Nueve de las dieciocho naciones que aún tienen embajada en Taipéi están allí. ¿Cuál es la importancia de esto para América Latina? En momentos de gran turbulencia en la economía mundial, China, ya el primer socio comercial de varios países de la región aparece como un bastión de estabilidad y predictibilidad en un escenario internacional cada vez más agitado. Según cifras de la CEPAL, el año pasado el comercio sino-latinoamericano llegó a los 266 mil millones de dólares, la cifra más alta desde 2013. Las exportaciones de la región a China crecieron 29.1%, versus 21.4% al resto de Asia, 10.2% a la Unión Europea, 8.6% a Estados Unidos, y 10% intra-regionalmente. En este marco, Panamá es cada vez más relevante como “hub” de transporte y logística en las Américas. Ello genera enormes oportunidades en la asociatividad de capitales y exploración de consorcios internacionales para competir bajo esquemas concesionales en un país y una región en cambio de ciclo en materia de infraestructura y servicios. En Panamá, ello significa licitaciones en nuevos terminales portuarios, home ports aéreos, corredores multimodales, trenes y servicios globales. No es casualidad que Panamá haya sido pionero en incorporarse a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, la gran propuesta de infraestructura proclamada por el Presidente Xi Jinping. La sabiduría convencional nos dice que el incentivo principal de China en América Latina radica en nuestras materias primas. Serían el petróleo, el cobre, el hierro, las maderas y la soya los principales imanes para la inversión y el comercio de la región con el antiguo Imperio Celestial. De acuerdo con ello, serían los países sudamericanos, ricos en recursos naturales, los principales destinatarios del interés de Beijing en la región. Sin embargo, el caso de Panamá, una economía basada en los servicios y su plataforma demuestra que ello no es necesariamente el caso. Por el contrario, la corta experiencia panameña en sus relaciones formales con China, pareciera indicar que esta última está interesada en potenciar los vínculos con todos los países latinoamericanos, independientemente de su estructura económica, algo especialmente relevante para los Estados de la Cuenca del Caribe, muchos de los cuales también se caracterizan por estar estructurados en los servicios y/o la manufactura ( en menor grado) más que en la explotación de recursos naturales, esto es, en la minería o la agricultura. De hecho, Panamá, tras un año de relaciones con China, ya tiene encaminado los estudios para un proyecto ferroviario de 550 km de extensión y 4.5 mil millones de dólares, a ser llevado a cabo por China Railways Corporation (CRC) y adjudicó, hace sólo unos días, un cuarto puente sobre el Canal de Panamá, a un consorcio chino. También ha avanzado en las negociaciones de un Tratado de Libre Comercio con China. Panamá es un ejemplo de cómo potenciar flujos de inversión con China, y hacerlo en forma dinámica y consistente. La gran distinción de nuestro tiempo ya no es entre países capitalistas y socialistas, sino que entre países “rápidos” y países “lentos”. Parte del éxito de China se basa en su famoso “China Speed”. Panamá ha actuado con esos códigos, con resultados a la vista. Hoy es el país con más alto crecimiento en la región (5.4% en 2017), y de los que más Inversión Extranjera Directa (IED) atrae (unos 6,000 millones en 2017). Sin embargo, pese a al repunte del comercio sino-latinoamericano, en 2017 se dio una baja en la inversión china en la región. En el marco de lo que era hasta hace poco un sano crecimiento de la economía mundial (aunque hoy con tendencia a la baja), y la recuperación parcial de los precios de los recursos naturales, la capacidad instalada, especialmente en el sector minero, es aún suficiente como para no exigir grandes inversiones adicionales. La digitalización de la economía también implica menos inversiones en “ladrillo y cemento” en el extranjero. Sin embargo, en el caso de China, cuya inversión en el extranjero cayó drásticamente con relación a 2016, ello se debe también a una cierta política gubernamental. En algunos sectores, las compañías chinas son estimuladas a invertir en el extranjero. Esto es así para aquellas vinculadas a proyectos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, energía, infraestructura y servicios públicos; “High-Tech”, manufacturas avanzadas e I&D: petróleo, gas, minería y recursos naturales; agricultura, silvicultura y pesca: logística y servicios financieros. A su turno, la inversión en países y regiones “sensibles”; en propiedad inmobiliaria, hoteles y deportes, en fondos de inversión sin proyectos específicos, y aquellos contrarios a la integridad del medio ambiente, son desalentados. Y en esto se da una virtuosa convergencia entre las prioridades chinas y las latinoamericanas. La región requiere en forma urgente aumentar su inversión en infraestructura, y las empresas chinas, con una vasta experiencia en la materia, pueden hacer un gran aporte al respecto. Es lo que está sucediendo en Panamá. En momentos de turbulencia en el comercio y la economía internacional, América Latina, una región que depende tanto de sus exportaciones y de la IED, debe seguir dando un fuerte impulso a sus lazos con China. *Investigador en políticas públicas del Wilson Center en Washington DC y Ex Embajador de Chile en China. **Abogado corporativo y Ex Embajador de Chile en Panamá.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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