La ciencia ficción da, a quien la lee, la posibilidad de pensar fuera de la caja. Su capacidad de crear mundos futuros o mundos posibles le permite funcionar como una especie de laboratorio donde no sólo se generan ideas e inventos, sino escenarios en que se mide su posible impacto.     Por Priscilla Higuera     El submarino, la computadora, el helicóptero, Internet, el cohete espacial, la tecnología multitáctil, entre muchos otros inventos, comparten el haber existido primero en las páginas de una historia de ciencia ficción. La lista es muy larga y poco pensamos, por ejemplo, cuando abrimos un video con Quick Time de Apple en Spock y el capitán Kirk y cómo la serie Star Trek ha influido en el desarrollo de tecnologías. También nuestro lenguaje se ha visto enriquecido por la ciencia ficción y términos hoy usados comúnmente, como ciberespacio o avatar, le deben su popularidad a William Gibson y a Neal Stephenson. Así como la era espacial y la energía atómica le deben a H. G. Wells y la exploración submarina a Julio Verne. La relación entre la ciencia ficción y el desarrollo tecnológico del siglo pasado y el presente puede no verse de manera clara, pero la inspiración que inventores y programadores obtienen de estas historias ha sido abundante, y es por ello que desarrolladores como Tim Berners-Lee, Steve Wozniak, Sergey Brin o Paul Allen han reconocido su deuda con el género (Allen incluso apoyó el Science Fiction Museum and Hall of Fame en Seattle). La ciencia ficción da, a quien la lee, la posibilidad de pensar fuera de la caja. Su capacidad de crear mundos futuros o mundos posibles le permite funcionar como una especie de laboratorio donde no sólo se generan ideas e inventos, sino escenarios en que se mide su posible impacto. Como lo pone Cory Doctorow, autor de ciencia ficción y futurólogo, el valor de la ciencia ficción está precisamente en la creación de mundos ficticios para ayudar a compañías reales. En este sentido habría que subrayar que no sólo se trata del potencial inspirador para desarrollar ideas y productos, sino que al crear mundos y sociedades del futuro, donde la tecnología se lleva al límite, la ciencia ficción sirve también como alerta moral para los desarrolladores. Sobre este último punto recae la visión de Dan Novy y Sophia Brueckner, investigadores del MIT, que reflexionan sobre el impacto social de un nuevo invento, y es para ello que imparten el curso Sciencie Fiction to Sicence Fabrication, en que invitan a los ingenieros y diseñadores a reflexionar y crear a partir de la lectura de ciencia ficción. Brueckner argumenta que leer ciencia ficción es equivalente a una clase de ética, y sería una ganancia que los inventores, al momento de trabajar, trataran de pensar como autores de ciencia ficción. Sin embargo, para algunos autores la ciencia ficción cada vez encuentra más dificultad para generar mundos futuros posibles, ya que por un lado encuentran que la noción de futuro actualmente está desdibujada e invalidada, mientras que en términos tecnológicos los tiempos se han reducido al punto que es difícil imaginar futuros cercanos distintos del presente, dificultad que desde hace tiempo hicieron notar escritores como William Gibson o Charles Stross. Pero la ciencia ficción no sólo trata de mundos futuros, sino de mundos posibles. El género de la historia alternativa, considerado por algunos como un subgénero de la ciencia ficción, se ocupa de crear pasados que no fueron, que son campo fértil para la reflexión sobre nuestro presente, nuestra historicidad y sobre el discurso histórico.   ¿Qué hubiera sido si…? Historia alterna, historia alternativa, historia especulativa, historia virtual, historia contrafáctica, historia contrafactual, ucronías o historia hipotética son diferentes nombres para obras que se ocupan del pasado que pudo haber sido. Las distinciones vienen, por otra parte, del modo en que se ha producido esta literatura que se debate principalmente entre el mundo de la historia y el mundo de la ciencia ficción. Es así que la distinción más severa entre quienes proponen o defienden la validez de responder a la pregunta “¿qué hubiera sido si…?”, se presenta entre la historia alternativa o alterna e historia frente a historia contrafáctica o contrafactuales. Quienes hacen esta distinción argumentan que la historia contrafactual está más cerca de los procedimientos y el rigor que sigue la historiografía (especialmente la tradicional), mientras que la historia alternativa es pura ficción, aunque es válido decir que dentro de ésta la forma que toma la historia es básicamente la de la historia “tradicional”. Historia alternativa e historia contrafactual comparten las nociones de causalidad, grandes personajes, enfoque en un evento y en general son historias militares. Se dice que la historia contrafactual, en su mayoría escrita por historiadores, se concentra en negar (eliminar) o modificar un evento en específico y evaluar su importancia histórica al analizar si hubiera o no habido un cambio en el desarrollo consecuente de la historia. La alteración se concentra en lo que se considera un punto de divergencia en un momento o evento central en la historia en que se produjo un resultado que llevó a nuestro presente. Por su parte, la historia alternativa, escrita por autores de ciencia ficción, se ocupa de construir todo el escenario que pudiera haberse presentado tras eliminar o modificar un evento o personaje en específico de la historia; ese pasado distinto del que conocemos se construye libremente como ficción.   Un poco de historia (no alternativa) Existe un gran debate acerca de cuándo se escribió la primera historia alternativa. Para algunos es Tito Libio quien escribió el primer relato de historia contrafactual. Encontramos así algunos escritos de la antigüedad y algunos más pertenecientes a la Edad Media, pero es hasta el siglo XIX que empiezan a aparecer historias más próximas a lo que hoy denominamos historia alterna. Como ejemplo sobresaliente está la breve historia de Nathaniel Hawthorne’s —considerada por muchos la precursora del género en idioma inglés—, P.’s Correspondence, publicada en 1845, que bien podría haber servido de inspiración para Midnight in Paris, de Woody Allen. Es en las primeras décadas del siglo XX que comienzan a publicarse más historias alternas y aparece, entre otras, la contribución al género del reconocido historiador G. M Trevelyan, If Napoleon had won the battle of Waterloo, publicada en 1907. Así que hasta la fecha la historia alternativa es una especie de espejo de la historia tradicional, centrada en grandes eventos o grandes personajes, con explicaciones causales y fundamentalmente de carácter militar. Hay que considerar también, entre otras cosas, que el principio del siglo XX vería a la historia (como disciplina) cuestionarse a sí misma sobre su función y su operación, lo que quizá contribuyó a la incipiente producción del género, y al mismo tiempo a la virulenta reacción de los historiadores que la veían como una tontería. Décadas después aparecería una de las primeras compilaciones que se mencionan en la lista de historias alternativas: publicada en 1931 bajo el nombre de If it had happened otherwise, la colección es famosa por incluir una historia escrita por sir Winston Churchill sobre qué hubiera sucedido si el norte hubiera ganado la guerra civil de Estados Unidos. En 1962, Philip K. Dick publicó The Man in the High Castle, una historia alterna en que la Alemania nazi y el Japón imperial ganaron la Segunda Guerra Mundial; una obra que marcó la pauta para las novelas que versarían sobre la misma temática. El final de la década de 1980 y la década de los noventa vio un auge de historias alternas, tanto en el campo de la ciencia ficción como en el de la historia. En el caso del primero se ha adjudicado, en parte, a la aparición del autor de historias alternativas más prolífico hasta la fecha, Harry Turtledove, y en otra parte a la aparición de series de antologías como la serie What Might Have Been editada por Gregory Benford, o la serie Alternate…, editada por Mike y Carol Resnick. Por su parte, durante la misma época, sociólogos e historiadores intentaron llevar nuevamente la historia contrafáctica a la academia y produjeron varios escenarios, entre los que destacan los recopilados en la colección Alternatives and Counterfactuals, editada por el historiador de Harvard Niall Ferguson. Fueron los noventa la década que vio el comienzo de la producción masiva de historias alternativas y sin duda el ya mencionado Harry Turtledove, a quien se le ha dado el título de “Maestro de la historia alterna”. Hizo desde entonces mucho por el género con historias como las contenidas en la serie de novelas Timeline-191, también conocida como la serie Southern Victory, en que los confederados ganan la guerra civil estadounidense; A Different Flesh, en la que América no fue colonizada desde Asia durante la era del hielo; In the Presence of Mine Enemies, en que los nazis ganan la Segunda Guerra Mundial, entre muchas otras. De hecho, es en 1995 cuando nace verdaderamente el género de la historia alternativa como tal, con el establecimiento del Sidewise Awards for Alternate History por Steven H. Silver, Evelyn Leeper y el científico de la NASA Robert B. Schmunk.   ¿Por qué pensar en lo que pudo haber sido? Si bien la vinculación del desarrollo de la tecnología y la ciencia ficción produce resultados tangibles, esto no sucede con el análisis de los mundos posibles, y menos aún con la reflexión sobre los pasados que no fueron. Por ello, si la historia alternativa o la historia contrafáctica han tenido algún impacto en las decisiones que una compañía o un gobierno tomó, esto sería difícil de medir y menos de demostrar, porque al menos públicamente sería difícil que lo expusieran abiertamente. Del mismo modo, la política internacional considera el análisis contrafactual para reflexionar sobre las decisiones que tal o cual gobierno tomó en un momento de la historia con respecto a sus relaciones internacionales, como lo explica James D. Fearon en su ensayo Counterfactuals and Hypothesis Testing in Political Science. Sin embargo, estos modelos de análisis se encuentran ampliamente cuestionados por muchos quienes los tachan de inservibles. En un nivel privado sería difícil encontrar a una persona que nunca se haya preguntado un ¿qué hubiera sido si…? La psicología desde hace tiempo mostró y aceptó nuestra capacidad de reflexionar y experimentar a partir de las alternativas que nosotros mismos planteamos, y estas alternativas o posibilidades que no se concretaron también nos ayudan a relacionarnos con el mundo y ayudan a nuestra comprensión del mismo. Es de la misma forma que opera la historia alternativa, en un modo que invita a la reflexión y comprensión de nuestro contexto desde un nuevo ángulo. El lector de historias alternas es llevado a considerar aquello que no sucedió, a reflexionar sobre las decisiones que no se tomaron y cómo estas repercuten también a futuro. Cierto es que la historia puede (debería de) pensarse como un discurso que pone en relieve las diferencias y rupturas si se buscan en el pasado, en lugar de las continuidades. ¿Por qué y para qué leer entonces historias alternas? Por una parte, en cuanto a la propia historia, las reflexiones contrafactuales nos ayudan a voltear sobre las explicaciones históricas previas y la operación historiográfica. Considerar lo que no ocurrió puede ayudar a entender cómo se construyó la explicación a partir del evento y reflexionar sobre la importancia que se le ha otorgado. La historia alternativa como la ciencia ficción y la historia (o al menos cierto tipo de las tres), presentan un lado rebelde que busca la crítica, el análisis, para repensar nuestro mundo y el significado que le damos. Los cuestionamientos contrafácticos están presentes en nuestro día a día; sirven en muchos casos para reflexionar y tomar distancia sobre nuestras decisiones, nos ayudan a cuestionarnos sobre los que creemos saber, aquello que creemos dado, incluso si esto nos hace sentir incómodos. Esto se comparte con la ciencia ficción que, como alguna vez escribió Joanna Russ, es el modo literario perfecto para explorar nuestras creencias sobre valores innatos o las condiciones sociales “naturales”. Como lo dijo en un ensayo el historiógrafo británico Keith Jenkins, “el trabajo de la historia es enseñar a la gente cómo el pasado puede ser usado para generar una responsabilidad ética en nuestra transición al futuro en formas en que se subrayen las responsabilidades del individuo, al hacerle entender que cualquier presente es siempre una condición que, en parte, es producto específicamente de las elecciones humanas, y que éste puede modificarse por acciones humanas consecuentes”. Pero como lo dijo hace tiempo el historiador alemán Alexander Demandt: “Nuestra visión de la historia resulta incompleta si no contempla las posibilidades no realizadas.” Por ello la historia alternativa tiene un potencial reflexivo valioso para abrir mentes y repensar nuestro papel y responsabilidad en el mundo. Pensar sobre lo que no sucedió nos ayuda a pensar cómo hemos llegado a ser lo que somos; analizar las alternativas del pasado nos permite elaborar alternativas para el futuro, y en un mundo que necesita voltear la mirada hacia sí mismo y reinventarse, esto no deja de ser de gran utilidad. Al final, como dijo el filósofo y ensayista francés Jules de Gaultier: “La imaginación es nuestra única arma contra la realidad.” historia2_buena Priscilla Higuera es investigadora, con posgrado en Science Fiction Text & Media, por la Universidad de Reading.

 

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