“Los números demuestran que el cine no está muerto; por el contrario, está más vivo que nunca”, pero vitalidad no es sinónimo de ausencia de problemas.   Por Andrés Arell-Báez Debemos, sin duda alguna, celebrar los reconocimientos obtenidos por los artistas mexicanos en las dos últimas ediciones de los Premios Oscar. Confirma el hecho de que, allí, algo está cambiando en el mundo del cine. Han elevado ellos el nombre de su industria hasta lo más alto del séptimo arte. No obstante, el fenómeno en México y, por ende, en toda América Latina, es mucho más profundo y apasionante, con proyecciones aún más positivas. Héctor Rosas, general manager de United International Pictures en Colombia, ha trabajado para este joint venture creado entre Paramount y Universal, cuyo objetivo es distribuir los productos de ambos estudios alrededor de varios países, desde hace más de 20 años. Después de su paso por México, su tierra natal, estuvo en Panamá, Perú y ahora en Colombia. Advirtiendo que su visión del cine como empresario es muy comercial, promueve la mejora en los mecanismos de distribución para crear más espacios para el cine de autor. Nos cuenta él, con el afán de ser “la funcionalidad del cine como un negocio con tres actores: una productora, encargada de realizar la película; un distribuidor, apoderado de su comercialización, colocándola en las salas de cine, y, un tercero, el exhibidor, entendidos como los teatros donde se proyectan y la gente va a verlas.” En sus palabras, “cada mercado de cine es diferente, con sus dinámicas y propias estructuras. Pero, dicho eso, en América Latina se presentó, en varios países, un fenómeno de monopolio en el mercado, con un exhibidor que controlaba los precios y la programación”. En México fue la Organización Ramírez (hoy Cinépolis), en Perú los Multicines El Pacífico y en Colombia la empresa Cine Colombia. “La situación de monopolio presentaba sus características típicas: precios artificialmente altos, ineficiencia en el servicio, grandes barreras a la entrada.” Sin embargo, el trabajo de Héctor y, como él mismo lo reconoce, de todo un equipo, ayudó a expandir un mercado insignificante hace veinte años, hasta convertirlo en uno de un dinamismo impresionante, con logros enormes, en América Latina. Uno de los primeros problemas a solucionar, así suene extraño, era la piratería de la era predigital. “En aquellos años, de las películas en celuloide, se enviaban las copias a todas las salas, pero sin ningún tipo de control. Lo que terminaba sucediendo es que las salas pasaban las películas, pero las mismas cintas que les mandábamos las alquilaban a otros teatros más pequeños, cuyas ventas no se reportaban. Se hizo un sistema de programación en donde se estipulaba qué cinta se mandaba a cada sala, y con eso las controlábamos. Así se dificultó la comercialización ilegal, con lo que se mejoraron los resultados.” Como en todo caso de monopolio, la posición dominante significaba beneficios para la empresa controladora y desventajas para todos los demás actores. “Lo que nos sucedía en Perú era que el principal exhibidor, dueño del 80% del mercado, nos quería imponer que colocáramos las películas sólo en sus salas. En Colombia, el principal exhibidor, que controlaba el 68% del mercado, manejaba unos altos precios de la taquilla. En ambos casos, desde UIP, lo que hicimos fue trabajar con las cadenas más pequeñas, ofreciéndoles nuestras películas a precios más baratos, incluso de manera exclusiva, pero a cambio de una mejora en las salas y de una caída en el costo de la entrada. La baja de los precios y la mejora en la infraestructura empezaron a atraer gente de manera exponencial. En algunas de ellas estaban recibiendo en un fin de semana tanta gente como la que recibían en un año.” Todos esos detalles, que se comenzaron a insertar en la industria por Héctor, se han transformado en impactos positivos. “Es que el cine es un mercado en donde la teoría económica se aplica perfectamente: una baja en los precios de los boletos es un inmediato aumento en la demanda. A más competencia se crean mejores salas, se hacen mejores películas.” Lo anterior se sostiene con la realidad. En España se realiza ahora algo llamado La Fiesta del Cine, evento que promueve el que por un día se bajan los precios de los boletos de forma notoria. En cada ocasión, las salas venden la totalidad de sus entradas. “En Perú iniciamos una costumbre de que el tercer domingo de noviembre, los precios de los boletos estaban a un dólar. La primera vez que lo hicimos, los teatros vendieron ese solo día la misma cantidad de boletos que vendieron para Titanic.” Más aún, el cine parece ser un sector inelástico en la demanda: cuando las economías están en crecimiento, las personas van a ver películas porque tienen dinero, pero cuando la economía está en recesión, las personas siguen yendo porque es de lo poco que pueden hacer. Resultado de todo eso es que desde 1994 hasta 2004, años de Héctor en Perú, en el país se pasó de vender 3 millones de boletos al año a 19 millones. En Colombia, en la última década, tiempo en el que Héctor ha estado a cargo de esta oficina, se pasó de 15 millones a 48 millones el año pasado. Esto es parte de un fenómeno más general, puesto América Latina en los últimos siete años ha duplicado su ingreso por taquilla en cine: en 2007 el valor total era de 1.7 billones de dólares, mientras que el año pasado se calcula llegó a 3.3 billones. México y Brasil están ya entre los 10 mercados más grandes del mundo. No obstante, es claro para cualquier asistente a una sala que el funcionamiento ha cambiado y hay una mayor profesionalización. “Los números demuestran que el cine no está muerto. Por el contrario, está más vivo que nunca”, nos cuenta Héctor. Asimismo se debe citar a Harvey Weinstein, afamado productor de Estados Unidos, quien refiriéndose al suceso de que American Sniper se pueda llegar a convertir en la película más taquillera del año en su país, dijo que “aquellos que dicen que el cine está en dificultades están locos”. Pero vitalidad no es sinónimo de ausencia de problemas. Dice Héctor que, a futuro, el principal escollo a resolver es la falta de historias. “Es bueno entregar franquicias. Este año estamos emocionados con las nuevas producciones de Rápidos y furiosos y Terminator, pero la verdad es que hacen falta los nuevos títulos, las nuevas historias.” También es claro que las grandes producciones televisivas están invitando a las personas a quedarse en casa, las que se disfrutan en aparatos caseros con la máxima calidad de audio e imagen. En una crítica muy fuerte a la digitalización (un proceso que Héctor ve como irreversible), Quentin Tarantino decía que ya no veía motivos para ir a los teatros. Para él, la calidad que entregaba la sala no era muy superior a la que ofrecían sus electrodomésticos. Frente a eso, Héctor opina que “el 4D y el 3D se han diseñado como respuesta, como un adicional al valor de la experiencia de ir al cine, que sigue funcionando. Ahora, mi formato favorito es el IMAX. El tamaño de la pantalla, la calidad del sonido y la posibilidad de estar inmerso en la película es una experiencia fascinante, que ningún hogar puede ofrecer”. Pero dormirse en los laureles es algo indigno de alguien que se ha labrado todo su camino en esta industria. Por eso, Héctor proyecta cómo podría hacer crecer la industria aún más. “En el pasado, las salas de cine pasaban sólo películas de un estudio determinado. Esas salas eran inmensas y dieron paso a los multiplex: salas más pequeñas pero más numerosas, donde se pasaba de todo. En México les llamábamos ‘gemelas’. En las salas multiplex hay una sala dotada del mayor espacio y calidad, otra con menos calidades y así hasta llegar a una con las peores condiciones, que no por eso quiere decir que sea mala. Si trabajáramos mancomunados, lo que deberíamos hacer es colocar el estreno en la mejor sala de cada multiplex, en una sola pantalla, e ir cambiándola hacia las peores salas con el tiempo. De esa manera se podría cobrar un precio diferenciado dependiendo de la sala donde la persona vea la película y, más aún, se tendría una cartelera más dinámica. Hoy en día los exhibidores están afanados por que el gran estreno del año lo vean en su sala, y por eso el fin de semana del estreno ponen la mitad de sus pantallas con ese filme. Si hiciéramos ese esfuerzo tendríamos un Blockbuster por multiplex, en la mejor pantalla, acompañado de muchas más películas, atrayendo más gente y acrecentando la taquilla.” La situación es impresionante en América Latina. El crecimiento ha sido tan descomunal que “aquellos monopolios que manejaban el 70% u 80% del mercado, se han dado cuenta, por la fuerza, de que su negocio está en hacer crecer la industria más que en crecer ellos solos. Por dar un ejemplo: en Colombia, Cine Colombia, ahora con tan sólo el 40% del mercado factura mucho más que cuando tenía el 80%. Lo mismo pasa en México y Perú. Claro, tienen menos participación, pero en un mercado más grande”. En estas mismas páginas escribí un artículo donde postulaba que “el boom del cine en nuestra región se consolidará hasta que tengamos una cartelera en que los grandes estrenos de Hollywood se alternen con vibrantes películas latinas” (http://www.forbes.com.mx/cine-una-industria-para-explotar-en-america-latina/). Ésta es, sin duda alguna, una medida que en ese sentido nos ayudaría a encontrar el espacio que tanto se necesita para producciones de otro tipo. Más aún, la actual situación del mercado y el resultado positivo de otras películas hacen vislumbrar que en eso se está convirtiendo nuestra industria del cine, puesto ese crecimiento del sector hace que sea más atractivo invertir en películas latinas que puedan explotarse en nuestro boyante mercado. Frente a eso, Héctor dice que “México es un país pionero. Todos esos avances de los que hemos hablado, vienen realmente de lo que fui aprendiendo allá, con la gente de UIP, alrededor de todo el continente. Esperemos que así como sucedió con el mundo de la exhibición, la producción del resto del continente siga a lo que se está haciendo en mi país y empecemos a ver mejores películas”.   Andrés Arell-Báez es escritor, productor y director de cine. CEO de GOW Filmes.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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