Rodolfo Hernández, el Donald Trump colombiano, podría hacerse de la victoria presidencial en la segunda vuelta electoral, a realizarse tan pronto como el próximo 19 de junio. La nota de las elecciones del pasado 29 de mayo vino dada por quien se presenta como un político independiente, y que logró desbancar al candidato de derecha, Fico Gutiérrez. Gustavo Petro finalmente no alcanzó los votos necesarios para obtener la mayoría absoluta y vencer así en primera vuelta, con lo que los comicios de 2022 siguen la tendencia de las últimas tres elecciones nacionales, cuyos candidatos han tenido que procesar en segunda ronda la elección de presidente.
Hoy la moneda está al aire sobre quién gobernará Colombia los próximo cuatro años. Pero en medio de la incertidumbre hay algunas conclusiones a las que podemos arribar a la luz de los resultados electorales del pasado domingo. La primera, que la añeja dicotomía guerra-paz, en torno a la cual sostuvieron su éxito en las urnas los últimos gobiernos de derecha, y cuyo mejor expositor fue Álvaro Uribe, ha sido desplazada por otras agendas relacionadas con la economía y la lucha contra la corrupción. Desde los comicios de 2018 fue notorio que agendas distintas a la de la guerra empezaban a dominar el debate político y social. Esta tendencia se hizo más evidente con las protestas del año pasado, ante la gestión de Iván Duque respecto a la pandemia sanitaria, las cuales pusieron de manifiesto que clivajes alternos dominarían las campañas de 2022.
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La segunda consideración tiene que ver con el significado de que dos figuras tan dispares como Petro y Hernández, sean quienes se disputen el control del gobierno. En un país cuya historia política ha sido escrita por gobiernos de derecha, o con mayor precisión, por un conservadurismo moderado, los resultados electorales del pasado domingo representan un duro rompimiento del electorado con los partidos tradicionales. Que los colombianos se hayan decidido por Petro y Hernández para confrontarse en una segunda ronda, expresa el rechazo del electorado a la élite política y la apertura hacia opciones antisistema. Quien sea electo por los colombianos supone desde ya una derrota para conservadores y liberales y por “los políticos de siempre” que han dominado la arena pública colombiana.
La posibilidad de que el polémico candidato Hernández gane la presidencia hace recordar algunas condiciones que permitieron la victoria de Iván Duque en la pasada elección. En 2018 Duque no solo logró derrotar a políticos con más trayectoria y mejor maquinaria electoral, sino que también fue capaz de vencer a Gustavo Petro en una segunda ronda electoral, bajo la narrativa de que Colombia se podría convertir en una segunda versión de Venezuela. En aquel contexto, la crisis humanitaria del país vecino ayudó a reforzar el discurso del miedo que logró imponerse al entusiasmo con el que la izquierda estaba abriéndose brecha ante el proceso de paz con las FARC. Y aquí viene una tercera consideración, el papel definitorio que pudiera tener, otra vez, el discurso del miedo entre quienes están inciertos sobre por quién votar o no votar definitivamente en segunda vuelta.
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Rumbo al 19 de junio, la contienda se muestra todavía más compleja para Pietro pues tendrá que convencer al electorado de centro de una moderación que podría ser insuficiente y a quienes han optado por la abstención, la cual ha sido, por cierto, la más baja en los últimos 20 años. Hernández, sin tener que ir en contra de su discurso radical, podría atraer casi inercialmente al voto anti-Pietro, a lo que se suma la pronta declaración de apoyo de Federico Gutiérrez, quien logró obtener más de cinco millones en la primera ronda.
Contacto:
Maestra en Políticas Públicas por la Universidad de Oxford y Licenciada en Ciencia Políticas y Relaciones Internacionales, por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Twitter: @palmiratapia
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