Se necesita un esfuerzo enorme en ventas para compensar un poquito en ganancias el enorme gasto en amiguismo. En cambio, al ahorrarle a la empresa un 10% en costos bajando el amiguismo obtendrá mucho mayores utilidades.   Imagina que llegas a una oficina muy elegante para ver a un cliente, y antes pasas al sanitario. Mientras te lavas las manos te das cuenta que las puertas del WC son transparentes y dejan ver al pobre sujeto que está detrás sentado. ¿Qué hay detrás de todo esto? Lo que subyace es algo más que una persona avergonzada… es algo que cuesta mucho en las empresas y que es importante atacar a la voz de ya porque perjudica tu propio bolsillo. Hace unos años visité una empresa con una marca equivalente en importancia a Toyota pero en un mercado diferente (nada que ver con autos, pero lo digo para distraer tu atención y que no deduzcas cuál es). Se trataba de una organización nacional con varios años en el mercado, cuarenta, para ser exactos. Estaba situada en un lugar con poca contaminación, un lugar boscoso y bonito en el poniente de la ciudad. Al visitarla, sus instalaciones me parecieron bien diseñadas desde afuera, hasta que en el torniquete de entrada me topé con una fila de personas que trataban de ingresar sin éxito, varias de ellas con ojos en blanco viendo al techo. El aparato se veía de mala calidad y no funcionaba de manera ágil, lo cual me extrañó:
  • ¿Una empresa de 1,500 personas con un sistema de ingreso defectuoso? Es un problema seguramente transitorio… —me dije.
Antes de la reunión programada, entré al baño. Mientras en el espejo decidía si arrancarme o no las nuevas canas que me habían salido, mis ojos se abrieron del tamaño de un plato cuando me percaté que un tipo se alcanzaba a ver completamente a través del vidrio de la puerta del WC. Se veía más que su silueta. Lamento decir que alcancé a verlo desnudo y en movimiento “higienizante” mientras hacía uso del sanitario. Me lavé las manos y salí disimulando, con una tos fingida, mi risa burlona.
  • ¿Quién diseñó este lugar? —me pregunté en voz alta sin darme cuenta.
  • Un idiota que no tiene la culpa de serlo, sino quien lo contrató —me contestó un desconocido que entró al sanitario con aire despectivo.
Llegué por fin con la secretaria de la persona que me había citado, brincó de su escritorio, y cual Ariadna huyendo del minotauro me guió por un laberinto de pequeñas oficinas blancas de tablarroca que asemejaban la disposición caótica e improvisada de una favela, hasta que llegamos al lugar de la persona que me citó. Ingresé a su ratonera, donde lo observé acalorado e incómodo. Su oficina era asfixiantemente pequeña, no tenía ventanas y al muro que la separaba del privado contiguo le faltaba casi medio metro para llegar al techo (gracias a esto se escuchaba todo lo que sucedía al lado de manera más sonora que si no hubiera ningún muro; una especie de caja de resonancia). En medio de ambos privados era muy visible un aire acondicionado compartido que estaba apagado porque molestaba a su vecina, la entonces directora de recursos humanos que reinaba del otro lado del pequeño muro de la vergüenza. Con voz baja para no molestarla (porque era malhumorada), el director de compras me confesó que tenía poco presupuesto para el proyecto que quería sacar adelante con nuestra ayuda. Aceptamos y lo llevamos a cabo con bajísimo costo y un enorme éxito para la empresa. Aun con esto en su haber, despidieron a mi contacto al cabo de tres meses, y el proyecto, que llevábamos ya avanzado, se lo pasaron a un familiar de los dueños que tenía una consultoría de reciente creación. Después de meses me topé a este ex director en un centro comercial al sur de la ciudad y platicamos de su salida. Afortunadamente ya tenía un nuevo trabajo y era feliz. Fue ahí que desahogó conmigo situaciones de la empresa que hicieron que todo lo que viví en ese lugar tuviera sentido al fin: Los torniquetes automáticos defectuosos los instaló la empresa de la mejor amiga del director de TI. Costaron una fortuna: 25,000 dólares. Los baños transparentes estaban recién remodelados por la cuñada de uno de los dueños. Por pintar y poner unos vidrios con acabado “esmerilado-revelador” gastaron 50,000 dólares. El laberinto de minotauro que conformaban las oficinas de tablarroca y los terminados sin ventanas y muros a medio poner fue la obra artística de un matrimonio al que llamaban pomposamente “los arquitectos”, que, por cierto, no lo eran; sólo eran “camaradas” de otro de los dueños. Por ese trabajo habían cobrado 200,000 dólares. La empresa tenía problemas de liquidez y rentabilidad. En aquel entonces facturaba 50 millones de dólares y estaba perdiendo a sus clientes más grandes, quedándose con una enorme plantilla de gente de pie y altos ejecutivos que incluían esposas, amantes y demás personas que inflaban los costos fijos. A estos gastos en “amiguismos” pudimos sumar en un año: 100,000l en coaching; 80,000 en un sistema interactivo de capacitación; inglés para ejecutivos con un moche* de 1,000 dólares al mes a la directora de recursos humanos; arrendamiento de autos con un moche a uno de los dueños por 40,000 dólares —hasta aquí va casi medio millón de dólares—, y así fuimos sumando hasta llegar a un millón de dólares en gastos, la mayoría innecesarios, otros mal terminados y otros excesivos en su costo. Todos realizados por “amigos” y familiares. La empresa cerró hace un año. Por eso ahora ya puedo hablar del pecado y utilizarlo como ejemplo para bien de pecadores que quieran reconocerlo y solucionarlo.   Corrupción: diferente cara de la misma moneda El costo de la corrupción en México es de 1.5 billones de pesos al año, según el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (usaron la denominación “billones” al estilo estadounidense y calcularon 1% del PIB). El observatorio económico México ¿cómo vamos? dice que cuesta 341,000 millones de pesos al año, es decir, 2% del PIB. 1México ocupaba en 2013 el lugar 106 de 177 países en el Índice de Percepción de la Corrupción elaborado por Transparency International; en América Latina, Uruguay ocupó la posición 19 y Chile la 22. La diferencia entre el país mejor ubicado en América Latina y México fue de 87 posiciones. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), los policías y los partidos políticos se perciben como los personajes más corruptos del país. Quédate con esta última estadística en la mente, que, aunque no lo parezca, es importante para nuestro análisis. La repetiré: Los policías y los partidos políticos se perciben como los más corruptos. Fui invitado a la cena de fin de año de la empresa desaparecida que mencioné al principio. En la entrada del casi-elegante lugar estaba el director general (en parte dueño). Lo saludé y permanecí unos minutos incómodos en una conversación que sostenía con otros dos invitados más importantes para él que yo. “Es increíble la corrupción que impera en este país —expresó con disgusto el DG—. El gobierno está podrido y la seguridad de todos nosotros está en riesgo.” Me quedé perplejo (dije perplejo). Estas palabras provenían de una persona que era evidentemente corrupta. Era muy cínico o ciego a la realidad. Los ahí presentes sabíamos que contrataba amigos que le reportaban un beneficio a él, más que a la empresa; a veces económicos (moches) y a veces deudas morales (favores). Me di cuenta de algo espeluznante, un hecho que cambia por completo las estadísticas y que INEGI, CEESP y Transparency International no han notado: algunos empresarios y algunos directivos no se sienten corruptos a pesar que ellos mismos hacen lo que tanto critican. Para ese tipo de gente está mal que se concesione una obra pública al amigo que le regala una casa al político, pero no está mal privilegiar al amigo para que le venda a su empresa un paquete de seguros más caro, o endilgar al board un coaching de baja calidad a un precio exorbitante o poner en riesgo la seguridad de sus empleados con una arquitectura interior mal hecha. Entonces, ¿cómo saber el costo de la corrupción que sí comprenda al amiguismo privado? Tuvimos que preguntarle a gente más sensata. Cuánto le cuesta a las empresas el amiguismo: Opinión de empresarios y directivos. Se realizó una encuesta directa a 80 ejecutivos con posiciones de dirección, dirección general y dueños/accionistas mayoritarios; con un nivel de confianza del 90% y un margen de error de 9% para el tamaño de población estudiada. Los resultados fueron los siguientes:
  • 82% de los ejecutivos y dueños de las empresas piensan que no es buena práctica contratar a amigos o familiares (de dueños o empleados) como proveedores.
  • 22% piensa que se gasta un 10% más de lo que normalmente se paga en el mercado a otros proveedores, 22% que un 20%, 33% piensan que se paga un 30% extra y 16% piensan que se gasta más del 40% de lo que normalmente se pagaría.
2Ya tenemos una idea de lo que cuesta. ¡Carísimo! ¡La mayoría piensa que hasta un 30% más! Y eso que no hemos considerado los costos de tener dentro de la plantilla a personas que no cumplen con el perfil de puesto y toman decisiones equivocadas, pero que son convenientes para ejecutivos y dueños. ¿Cuánto cuesta una mala directora de recursos humanos o un mal director de finanzas? ¿Cuánto cuesta un mal elemento de seguridad informática? ¡Muuuuy caro!, y es resultado del amiguismo.   Paradojas y explicaciones Paradoja A: Los empresarios contratan amigos y familiares que socavan su patrimonio. Hipótesis 1: Los empresarios de la mediana y gran empresa no son amiguistas, pero sus directivos son proclives. Hipótesis 2: Los empresarios son proclives al amiguismo cuando no son fundadores y cuando pertenecen a un grupo de dueños indiferentemente si son o no familiares. He constatado que es mucho más complicado que los grandes empresarios caigan en el juego del amiguismo. Por ello a veces son tachados de tacaños, porque algunas personas pensarían que por ser amigos obtendrán un beneficio. No señor… estas personas saben con quién sí y con quién no hacer businesses; si llegasen a hacer negocios con amigos (lo cual es más raro que común), esperan un beneficio ganar-ganar, debido precisamente a esa amistad. Lo que es más normal es que las empresas donde existe una dilución de propiedad se vuelve más factible la canibalización: antes de que se lo gaste mi socio, mejor me lo gasto yo. Paradoja B: El capitalismo, con su egoísmo natural, obliga a volver eficiente la obtención de ganancias por medio de la plusvalía. Si el amiguismo erosiona las utilidades de las empresas, y es bien sabido, ¿por qué no se controla de alguna forma? Hipótesis 1: No se ha dimensionado el costo que el amiguismo tiene. Hipótesis 2: No son tan capitalistas las empresas. Hasta hace poco tiempo, no se hablaba mucho de cultura en las organizaciones, ni calidad de vida. Porque no se encontraba una relación directa con productividad y ganancias. Hace 10 años me cuestionaron severamente en una organización internacional por mi intención de convertirla en Empresa Socialmente Responsable; no lo entendían y pensaban que era un disparate (verídico). Hoy es impensable que alguien dude de su beneficio. Así el amiguismo: hoy parecerá una exageración, pero cuando las empresas menos avanzadas hagan cuentas, querrán un distintivo de Empresa Socialmente No-Amiguista.   Soluciones Es importante propagar la idea de que el amiguismo es una forma de corrupción que consume a nuestro país de forma tan grave como la corrupción de los políticos y policías proveniente de fraudes y sobornos. Ya lo vimos: los empresarios y directivos en su mayoría admiten que es costoso este fenómeno. Haciendo cuentas, puede representar una cantidad muy parecida a lo que se pierde en corrupción tradicional. Utilicemos un poco de heurística para probarlo: 693 mil 391.2 millones de pesos es lo que recaudó Hacienda de enero a septiembre de 2013; de esa cantidad, un 43.5% corresponde a los pagos realizados por las empresas con un gravamen promedio de 35% a sus ingresos menos deducciones. Esto representa 301,625 millones. Esta cantidad es comparable a lo que gastan las empresas en amiguismo según el porcentaje calculado por los empresarios y directivos encuestados. El amiguismo le cuesta a tú empresa un 30% más y a México alrededor de 300,000 millones de pesos al año. Recordemos que si en costos ahorramos un 10%, repercute en nuestras utilidades mucho más que un 10% de aumento en ventas. Tal como se puede observar en el siguiente cuadro: 3Dice el dicho: “Un dólar vendido es un centavo ganado; un centavo ahorrado es un dólar ganado.” Es evidente que se necesita un esfuerzo enorme en ventas para compensar un poquito en ganancias el enorme gasto en amiguismo. En cambio, ahorrar un 10% en costos, bajando el amiguismo, la empresa obtendrá mucho mayores utilidades. Cada vez más empresarios y directivos se han dado cuenta que el amiguismo cuesta inclusive más que otras cosas que pensamos como calamidades en nuestra sociedad como los fraudes y sobornos. ¿Qué hacer entonces? Lo primero es notarlo y lo segundo es hacérselo saber a nuestros amigos, jefes, clientes y familiares. Hacerlo es un acto patriótico. Lo tercero es proponer un sistema que sirva para evitarlo, el que sea más efectivo. La inspiración del siguiente cuadro la obtuve de adaptar aspectos de la famosa ley gabacha llamada Sarbanes-Oxley Act (SOA), que surge con el fatídico caso fraudulento de la megaempresa Enron y la desaparición de la antigua firma de auditores Arthur Andersen. Esta ley procura disminuir el llamado conflicto de intereses. 4   Quedémonos con al menos tres cosas que hacer:
  1. Tener un sistema de compras donde sea obligatorio cotizar con tres proveedores y tener licitaciones transparentes.
  2. Asumir una política de avisar relación con proveedores contratados.
  3. Regular la contratación de amigos y familiares (promoción de empleados también) con una política basada en meritocracia.
Si criticamos del gobierno la sarta de compadrazgos y amiguismos que deterioran a nuestro país con educación mediocre, instalaciones del Metro inservibles, gente con hambre en comunidades olvidadas; si criticamos con tanto ahínco todo eso, ¿por qué no empezamos por ver lo que tenemos en nuestra segunda casa? Y, obviamente, me refiero a la empresa donde estamos, ¿los capacitadores contratados son los mejores? ¿Los directivos son los mejores? ¿Los proveedores son los mejores? ¿El mérito reina o es el amiguismo? El patrimonio de una empresa, no sólo es de los dueños o accionistas; es también de todo empleado que trabaje en ella, porque el beneficio para todos será menor por cada peso que se gaste en un corrupto o en un inepto (¡chin!, suena muy fuerte, pero ni modo). Querido lector: si no quieres tener baños transparentes y un bolsillo con un agujero del 30%, ayuda a compartir esta realidad. Tu país, tu familia y tus compañeros te lo van a agradecer. La amistad construye, el amiguismo*… mata lentamente.   *Según la Real Academia Española, la amistad es el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Y el amiguismo es la tendencia y práctica de favorecer a los amigos en perjuicio del mejor derecho de terceras personas. La amistad genera vínculos profundos y constructivos en las empresas; el amiguismo perjudica y cuesta mucho.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @Alex_Llantada LinkedIn: Alejandro Llantada Toscano Facebook: Alex Llantada   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

Soluciones financieras simples: difíciles pero eficientes
Por

¿De qué nos sirve un “gasta menos, ahorra más”? Más de lo que podemos llegar a imaginar. La clave está en descubrir el p...