Aprovechar el talento de los empleados con más experiencia y poder transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones es una ventaja competitiva que las empresas deben saber aprovechar.   Por Alistair Cox   A la mayoría de nosotros nos gusta pensar que nunca envejeceremos. “¡Eso es algo que le ocurre a otros!” Creemos que nos mantendremos siempre jóvenes y a punto, a pesar de que comiencen a aparecer determinados achaques. Pero el paso del tiempo es inflexible, y la vejez, una vejez quizá mejor que hace años, será una realidad para todos: para los empleados y para los jefes. Vivimos más y muy probablemente seguiremos trabajando durante más tiempo del que habíamos pensado, retrasando la edad de jubilación prevista, y las empresas deben aprender a encajar con acierto las crecientes filas de trabajadores maduros. En mi opinión, no se trata de una realidad negativa. Al contrario: puede ofrecer grandes beneficios y oportunidades a las organizaciones. Hay sectores, como la manufactura, que tradicional y proporcionalmente tienen un mayor número de trabajadores maduros que otros, que se enfrentan a una potencial escasez de habilidades a medida que los empleados más mayores se retiran. Estas industrias temen perder ese conocimiento y, para evitarlo, los directivos cuentan con los trabajadores más maduros para capacitar a los más jóvenes, transfiriendo su talento y sabiduría –resultado de décadas de trabajo– a la nueva generación. Muchas empresas ven en los trabajadores de más edad un valor añadido y genuino. Sectores como el retail y los servicios reclutan activamente a empleados de “cierta edad”, al entender que su conocimiento y experiencia les permitirá ofrecer un mejor servicio al cliente. Así, BMW tiene una fábrica en Alemania en la que toda la plantilla supera los 50 años, donde ha podido comprobar que las cadenas de montaje con operarios de más edad son más productivas que las que ocupan a otros más jóvenes. Explotar el talento de los empleados con más experiencia y poder transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones es una ventaja competitiva que las empresas deben saber aprovechar, especialmente las de pequeño y mediano tamaño. En ambos casos, la disponibilidad de recursos para formación y capacitación suele ser limitada o nula. Por ello, el concurso de los trabajadores de más edad para desarrollar competencias en los más jóvenes resulta no sólo oportuno, sino también imprescindible. Sin embargo, muchas empresas han crecido pensando, como si se tratara de un ciclo programado, que los trabajadores de más edad se retiran a medida que cumplen los 60. Esta visión anticuada del mundo les ha llevado a construir políticas laborales que excluyen a los trabajadores maduros, renunciado a su talento y experiencia. Otras creen que los trabajadores de más edad bloquean el acceso al trabajo a las personas más jóvenes y, por tanto, la llegada de “sabia fresca” al negocio. Algo que también es erróneo, ya que los dos grupos de edad ocupan diferentes espacios en el mundo laboral. Vivimos tiempos nuevos en que el talento que se demanda es escaso y necesario. Muchos trabajadores maduros quieren seguir en sus puestos y transferir sus conocimientos y experiencias a los más jóvenes. La sociedad, la economía y las empresas tienen que aceptar este modelo, que no es nuevo. Por eso, si vamos hacia un mundo en que, de manera consciente y proactiva, se busca la sabiduría y el conocimiento, envejecer no debe ser un problema más allá del inevitable paso de los años.   Alistair Cox es CEO Global de Hays.     Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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