Me gusta impulsar a los jóvenes a que sigan el llamado de su corazón, lo que quieren hacer, en lo que se quieren convertir y entender lo que les gusta y les disgusta”.

Elaine Chao, exCEO, United Way of America

Es irónico, pero a lo largo de mi vida profesional, me he topado con muchas personas que hablan de éxito con mucha soltura, es una palabra que soban mucho, que repiten con frecuencia, del que presumen mucho y cuando les pides que lo definan, terminan con la lengua hecha moño. La verdad es que es un concepto difícil precisar, no encontramos las palabras para determinarlo. No se trata de un término universal que le aplique a todo el mundo. El problema es que, si no logramos delimitarlo, menos vamos a conseguirlo. Entonces, tomamos prestadas las ideas de alguien más, los anhelos de otras personas y terminamos haciendo lo que le escuchamos al abuelo, a la madre, al amigo, a la novia, a algún maestro. Como consecuencia, trabajamos duro por obtener algo que tal vez ni queremos ni nos gusta.

He escuchado a muchos recitar fórmulas de éxito que sostienen que se trata de hacer algo con sentido, que sea disfrutable, que se sepa hacer bien, en fin, puras vaguedades. Sí, sí, todo eso, pero ¿qué es? Es necesario definirlo. Para crear tu propio éxito hay que evitar las generalidades y construir a partir de las particularidades. En esta condición, el punto de partida somos nosotros mismos. Para ello, el elemento indispensable es la sinceridad. Definir el éxito no es un suceso de confesión frente a las multitudes, es un acto íntimo. Así estamos en una zona de seguridad y podemos llevar el corazón en la mano, somos nosotros frente a nosotros mismos. No hay que quedar bien con nadie más.

En la soledad con nosotros mismos y con gran sinceridad, podemos revisar nuestros valores y nuestras creencias. ¿Qué es para nosotros el éxito? Para algunos, es volverse millonario, para otros ser famoso, hay quienes quieren ser directores de una gran empresa trasnacional o iniciar un ambicioso proyecto de emprendimiento. Hay quienes prefieren una vida modesta y otros que les gusta el lujo. Hay a los que les gusta la vida tranquila de pueblo y hay los que no se pueden alejar del ajetreo metropolitano. Para crear nuestro éxito hay que ser muy claros y hay que ser valientes. Se trata de decidir lo que verdaderamente queremos para determinar nuestras metas, fijar prioridades, hacer planes de vida y de carrera. Créeme, esta será el proceso de toma de decisiones más importante que tendrás que enfrentar.

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Insisto en el ingrediente de la sinceridad. La sinceridad no es ingenua, tiene los pies en la tierra. Es decir, cuando determinamos nuestra meta, tenemos que ser conscientes del momento en el que estamos viviendo, de la realidad personal, social e histórica. Todos, en todo momento, podemos hacer esta reflexión. Además, se nota cuando hay gente que no la ha hecho. Hay tantos cantantes, pintores y escritores frustrados que emprendieron el camino y se volvieron sobre sus pasos porque no evaluaron con sinceridad sus capacidades, sobreestimaron sus competencias y dejaron que los pies se les despegaran de la tierra.

Para ello, los procesos de mentoría son una ayuda interesante. Un mentor no nos da la respuesta, nos ayuda a encontrarla. Un mentor está ahí para ayudarnos a profundizar en nuestra búsqueda. No sólo se trata de descubrir aquello en lo que somos buenos, sino que hay que encontrar lo que nos hace ser plenos. La plenitud se encuentra cuando conocemos nuestro propósito. No sólo hay que definir lo que nos hace felices —sería conformarnos con muy poco— sino aquello que nos hace sentir tan completos, tan colmados que excede el extrarradio de nuestra persona y nos lleva a compartir aquello que somos. 

El éxito es un camino a la plenitud no a la felicidad. Dicho de otra manera, es la forma de poner nuestro propósito en acción. Por supuesto, todos queremos ser felices, nadie elige la tristeza ni el agobio. Pero, no siempre podemos estar felices. Hay momentos en los que nos sentimos cansados, aburridos, preocupados, agobiados y en esos instantes no estamos felices, pero podemos ser plenos. Por estas razones es que el éxito es algo muy personal, es el resultado de entendernos íntimamente. De acuerdo con la Dra. Norma Carr-Ruffino podemos seguir un camino para definir nuestro éxito.

Dejar el autosabotaje. Sí, ese es el primer paso. Antes de echarnos un clavado en nosotros mismo, tenemos que derribar las barreras que nosotros mismos nos imponemos.

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Definir el éxito en forma íntima. Para ello es preciso saber qué queremos en la vida y que es lo que no queremos en la vida. Así nos podemos enfocar y quitarnos de distractores.

Identificar a gente exitosa. ¿Quiénes son esos modelos de vida a los que admiramos? Al pensar en estas personas, es imprescindible determinar cómo los admiramos: ¿con envidia, con resentimiento, con precaución, con apreciación, con gozo? Así veremos con claridad quienes merecen nuestro aplauso. 

Sobreponernos al miedo. Para tener éxito hay que vencer el miedo al fracaso —es curioso cómo le dedicamos más tiempo a evitar el fracaso que a conseguir el éxito— al riesgo, al qué dirán, a abandonar nuestra zona de confort.

Justipreciar nuestra realidad. Saber lo que es real y lo que no lo es. Entender qué de aquellas ilusiones son realizables y trazar un plan que nos lleve del punto en el que estamos y nos lleve al que queremos llegar. Así, logramos cambiar la realidad. 

A diferencia de lo que plantean muchos libros de autoayuda, no se trata de determinar el éxito. No es cuestión de vernos y lograrlo. El típico “ya me vi” es poco viable. Lo que es factible es determinar lo que para nosotros es el éxito, reconocer nuestro punto de partida y fijar la meta a la que queremos llegar. Entonces, tenemos que fraguar un plan, generar estrategias, decir el tiempo que nos tomará, evaluar los precios y costos que habrá que pagar —no todos son monetarios— y ponernos manos a la obra.

Para crear nuestro propio éxito también tenemos que entender que es un sendero que tiene la forma de una campana de Gauss, hay veces que nos tocará estar en ascenso y otras en descenso. Es un procedimiento en el que tenemos que trabajar continuamente, es una producción en proceso y no un producto terminado.

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