Ésta es una historia personal. Que viví directamente y que hasta este día sigo preguntándome porqué la tecnología y las redes sociales acabaron con una red de blogueros que por algunos años se leyeron, siguieron y formaron casi una hermandad.   Hace varios años, en el 2007, decidí iniciar mi carrera como bloguero. En aquel entonces todavía trabaja en una oficina de tiempo completo. Luego de varios movimientos internos no tardé en sospechar que tarde que temprano formaría parte de los desempleados. El día a día nacía y moría con el mismo contexto: hacer uno que otro reporte, escribir uno que otro boletín de prensa y ver cómo colegas de áreas afines empacaban sus cosas y se despedían. Entre un capítulo y otro, yo masticaba la idea de abrir un blog. Si todo mundo estaba abriendo uno, ¿por qué yo no?, fue parte de mi lógica. Luego de checar cuál plataforma me llamaba más la atención –en el ejercicio de probar abrí y cerré un par de veces mi blog– caí en una plataforma pequeña, sencilla, nada complicada alojada en España. ¿De qué escribiría? De sucesos curiosos, interesantes, llamativos… En la labor de darme a conocer fui estableciendo una red de blogueros bastante fuerte y leal, que nos leíamos, comentábamos, reíamos… Así fue que conocí a “Gaviota”, a “Manija”, a “Celiux”, a “Mariana”, a “Adrián Pegaso”. Etcétera. Las ciudades de origen iban de Zacatecas, Guadalajara y Monterrey, hasta Argentina. Obvio era que los nombres, en muchas ocasiones, no eran los verdaderos. Eran alias con los que nos abríamos al mundo. Mi blog tomó cierta relevancia en el grupo porque contaba historias poco comunes. Historias de personas o personajes. Retomaba sucesos y los narraba, siempre con un toque de humor. Pero me gustaba que los lectores se fueran con algo: un dato, una anécdota, un sentimiento. Con el paso de los meses algunos blogueros ya nos estábamos mandando emails o comunicando por el MSN Messenger (QEPD). Comenzamos a conocernos un poco más allá de la plataforma web tipo blog. Un día recibí en mi email invitaciones de “Gaviota” para sumarme a una cosa que llamaba Facebook. ¡Seguro es otra página tipo hi5 que te llena de basura el email!, ¡Seguro es el diablo!, ¡Seguro es…!, me justificaba eliminando esos correos de mi amiga ahora residente en España. Pero un día me armé de valor y acepté la invitación al Facebook. La sorpresa no fue menor. Al empezar a darle forma a mi Facebook y contactar a los otros blogueros todo tomaba un sentido más profundo, más real. ¡Más humano! “Gaviota”, “Mariana”, “Celiux”, “Adrián Pegaso” tenían un rostro, una vida, éxitos, fracasos, pasiones y dramas. Ya no eran los perfiles de blog que escribían una vida que tenían o aspiraban a tener. Ya no era “el bloguero” que opinaba -desde su particular punto de vista- de una película o narraba un concierto. Ya era un hombre que sufría los desamores; unas mujeres que hacían de las inundaciones en Guadalara un chiste local recurrente. Ya era una chica interesada en temas de equidad e igualdad. Entre facebook y el blog nos fuimos conociendo más. Adentrando, sin pena y con la confianza cosechada por algunos meses, en nuestras vidas. Juntos nos reíamos y juntos sufríamos calenturas ajenas, como dicen las abuelas.   Pero sucedió algo curioso Según la red de blogueros nos fuimos integrando a Facebook, nuestros blogs fueron muriendo. En mi caso, el primer año y medio escribí diario. Después una dos o tres veces por semana. Luego cada dos semanas. Así llegué al 2011 con una publicación esporádica, hasta que decidí dar por terminada mi aventura como bloguero. Estaba cerrando un espacio que por cinco años me conoció tal vez como pocos. Para entonces ya tenía otros medios encima. Otras realidades. Otras historias que contar. Hoy, esos hombres y mujeres que nos conocimos sin importar nuestros lugares de origen, nuestras profesiones o nuestro pasado, formamos parte de un pequeño grupo de amigos en Facebook. Desde entonces ya hemos sido testigos de bodas, divorcios y tragedias (no entre nosotros, claro). ¿Nuestros blogs? Andan circulando por la Internet. Alguien ya le dedicó unos minutos a su blog,  intentando resucitarlo para seguir dejando una huella en la Internet. Otros más, a lo mejor, ya fueron dados de baja y se perdieron. Lo que me queda claro al paso de los años, es que ya no tendremos los blogs con los que originalmente nos conocimos, pero abrimos nuestras vidas con otra plataforma. ¿Por qué con Facebook cerramos nuestros blogs? Tal vez porque ya no estábamos tratando con un avatar, sino con una persona real, con dimensiones. Y eso, al final, es más enriquecedor. Y tú, lector, ¿qué opinas? Sígueme en twitter: @miguelcolunga1

 

Siguientes artículos

Yahoo! revela peticiones sobre datos de usuarios
Por

Entre el 1 de enero y el 30 de junio de 2013, la compañía computó casi 30,000 peticiones de 17 países en las que se requ...