Dueños de grandes empresas, millonarios muchos de ellos, recibieron réditos extraordinarios en 2013 y nada en 2014, y así evitaron el pago del impuesto a los dividendos. Algo inédito en México. Este año las opciones cambian: lo pagan a su pesar o convencen a gobierno y legisladores de eliminarlo.    Por Eduardo García No se había secado aún la tinta de los cambios fiscales que aprobó el Congreso de la Unión a finales de octubre de 2013, cuan­do muchas compañías mexicanas comenzaron a moverse para pagar dividendos extraordinarios. Para empezar, las reformas aprobadas por la mayoría de los legisladores aumentaron de 30 a 35% la tasa máxima del Impuesto Sobre la Renta (ISR) aplicado a las personas, además de que por primera vez en la historia el gobierno cobraría a partir del 1 de enero de 2014 un impuesto de 10% a los dividendos pagados por las empresas a sus propietarios. La reforma “incentivó a los agentes económicos a adelantar ciertos pagos a sus inversionistas”, dice Luis Arián Muñiz, subdirector de análisis de Vector Casa de Bolsa. Hasta cierto punto, para los expertos era natural que ante el incremento en la tasa del ISR y frente a un nuevo impuesto a dividendos, las compañías y sus propietarios no dudaron en aprovechar la ventana de oportunidad que les daban las sema­nas de transición para que entraran en vigor las nuevas disposiciones. Pero es claro que para este 2015, las empresas ya no podrán evitar la distorsión, pues no contarían con ese tiempo muerto que se generó entre el día de la aprobación de los cambios y su entrada en vigor. Para muchos expertos en cuestiones fiscales, la mayor tasa al ISR y el impuesto a los dividendos, o incluso el nuevo impuesto también de 10% a las ganancias de capital, restaron competitividad al país frente a otras naciones que no tienen esos impuestos o que tienen tasas más bajas. Medir si la inversión extranjera está dejando de llegar a México por los nuevos impuestos, no es algo sencillo. Identificar cuando un plan de inversión deja de realizarse por una variable como los impuestos, es algo técnicamente complejo. Ademas, las reformas que aprobó el Congreso para mo­dificar las condiciones actuales de operación de varias industrias, sobre todo de telecomunicaciones y energía, hicieron que muchas com­pañías optaran por posponer sus planes de inversión para tener una idea mucho más clara de los efectos que las nuevas reglas traerían consi­go para quienes participan o desean hacerlo en esos sectores. “Todo este proceso de cambio en las reglas genera incertidumbre”, asegura Muñíz. Conoce la historia completa en la edición de marzo de la revista Forbes México, que está a la venta a partir de este martes 17.

 

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