En su libro Grandes problemas. ¿Cómo salir de la trampa del lento crecimiento y alta desigualdad? (Colmex, 2015), Jaime Ros se pregunta cuál ha sido la causa más importante del lento crecimiento de México. Y responde: la baja tasa de acumulación (inversión), tanto pública como privada. El problema de una acumulación de capital insuficiente puede verse, a la vez, como un desalineamiento entre la tasa de rentabilidad de las nuevas inversiones y la tasa de interés real (o, de manera más sencilla, el financiamiento de la inversión). La segunda es demasiado alta en relación con la primera como para generar la tasa de acumulación de capital necesaria para reducir el subempleo. En este sentido, la tasa de acumulación de la inversión es insuficiente (la tasa a la cual la demanda efectiva y la capacidad productiva crecen al mismo ritmo es inferior a la tasa determinada por la fuerza de trabajo y el progreso técnico potencial). O bien, si las dos tasas se igualan, lo hacen con un nivel de subempleo y emigración de la fuerza de trabajo que es socialmente indeseable. Hay varias circunstancias que influyen en este desalineamiento. Un primer factor que afecta directamente la tasa de inversión total e, indirectamente, también la tasa de inversión privada por su efecto, es la rentabilidad de nuevas inversiones, que se refiere a los niveles de inversión muy bajos (en el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2017, disminuye a niveles del 2% del PIB). El origen de este problema es que el necesario ajuste fiscal que siguió a la explosión del gasto público de 1982 se hizo mediante una brutal contracción de la inversión pública. Otro factor que afecta la rentabilidad de las nuevas inversiones es el peso fuerte, una tendencia recurrente hacia la apreciación del tipo de cambio real. En una economía tan abierta como lo es hoy la mexicana, un tipo de cambio real apreciado es extremadamente adverso al crecimiento económico. Esto es así porque, al modificar los precios relativos de los bienes no comerciables, un tipo de cambio real apreciado reduce la rentabilidad de la inversión privada en sectores de bienes comerciables de la economía y promueve la reasignación de los recursos en contra de esos sectores. Estos sectores, en particular la industria manufacturera, cumplen un papel decisivo en el proceso de crecimiento. Pero la productividad se expande endógenamente con la inversión y la producción, y las fallas de mercado llevan a una inversión subóptima. A los factores anteriores, cabe agregar el desmantelamiento de la política industrial, que redujo bruscamente los incentivos a la inversión en la industria manufacturera, y los bajos salarios reales, que limitan el mercado interno y, con ello, la inversión en los sectores que producen para éste. Por el lado de la tasa de interés real y las condiciones de financiamiento de la inversión, México ha registrado, en las dos últimas décadas, una severa restricción al crédito bancario y muy altas tasas de interés activas que obstaculizan la tasa de recuperación de la inversión. El coeficiente del crédito bancario se desplomó después de la crisis de 1994-1995 (ahora está en cifras cercanas al 30%), especialmente el crédito bancario a las empresas; y, pese a que hubo una recuperación en años recientes, aún se encuentra muy por debajo de la OCDE y se ubica en uno de los niveles más bajos de las economías latinoamericanas. Lo peor es que la tendencia sigue en la misma línea: en el reciente Proyecto de Presupuesto de Egresos se mantienen los fuertes gastos en pago de intereses y el escandaloso gasto en los partidos políticos y el INE. Además, hay un recorte importante en la inversión en infraestructura (ésta se reduce al 2% del PIB), rubro en el que, de todas las economías latinoamericanas, la de México (si no consideramos la venezolana) es la que menos invierte. Con estas inercias, es lógico que no pasemos de ritmos del 2.1% de crecimiento del PIB, para mantener lo que muchos autores han denominado “el estancamiento estabilizador”.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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