Por Jordi Greenham* Las industrias privadas quedan a la espera de lo que va a suceder, haciendo que las inversiones se detengan por el lapso que dura el proceso. Tienen que tomar en cuenta los posibles impactos de las nuevas políticas públicas sobre su rendimiento y, aunque pueden conjeturar, no hay forma de estar seguros sino hasta que un presidente electo entra en funciones. Esto afecta también a la inversión extranjera, haciendo aún más lenta o no la estabilización del país. Es una forma de cautela para no perder dinero, que ocasiona que la nación se desestabilice y que la inflación se eleve. Pero ¿qué sigue después?, ¿en qué momento nos encontramos? Terminaron las épocas electorales y, junto con ellas, la duda de quién será el nuevo presidente de México. Lo que sigue ahora es preguntarnos qué y cómo lo hará el titular del ejecutivo, y quiénes formarán parte de su equipo de trabajo. Hasta antes de la reforma política del 2014, la toma de protesta se hacía el primero de diciembre del mismo año de las elecciones. Con este cambio, se adelantó la fecha al primero de octubre. Esto quiere decir que el virtual presidente tiene más o menos hasta finales de septiembre para decir oficialmente quienes conformarán su gabinete. Sin embargo, ya han sonado nombres de algunos posibles miembros. Eso, aunado con que poco a poco se va estableciendo como va a funcionar el país según la nueva administración y se van dando a conocer propuestas, cambios, reformas, que se van a llevar a cabo, es posible empezar a vislumbrar el panorama económico que nos espera. Las industrias comienzan a moverse, aunque sea con reserva. La reacción de los inversionistas depende justamente de todas esas iniciativas que ya se van dando a conocer. De haber ganado un proyecto que le apostara a la continuidad respecto del gobierno anterior, es posible que el gobierno no sufriría muchos cambios, por lo que todo se quedaría relativamente igual y se reanudarían los negocios como siempre. En el caso de lo que estamos viviendo, es claro que eso no va a ocurrir. Si, por estas propuestas, parece que van a existir incentivos para inversiones, lo que significa que las industrias probablemente se acelerarán. Lo mismo pasa en el caso contrario: si no hay expectativas de estímulos, entonces todo se detiene y se replantea. Aunque eso es cierto en términos generales, también lo es que el grado de incidencia o afectación de las políticas públicas sobre cada sector es diferente. Por ejemplo, algunos expertos aseguran que los bienes raíces son particularmente resistente a este proceso. Hay muchas personas que se sienten seguras teniendo su dinero invertido en inmuebles o terrenos. En cuanto a la construcción, el cambio en las leyes y reglamento hace que esta industria se vea en la necesidad de adaptarse a la nueva normatividad. Pero, en el caso de las rentas, como todos necesitamos tener donde vivir, es poco probable que el consumo baje significativamente. Lo mismo acontece con lo básico: alimentos, bebidas, textil, etc. Para que esas industrias se vean afectadas tiene que ocurrir una crisis financiera importante e inestabilidad económica como tal. En este punto lo que queda es esperar a que se sigan estableciendo las nuevas políticas públicas para poder tener una mejor visión de lo que viene para cada industria del país y seguir trabajando, creando y mejorando los procesos de nuestro negocio, logrando una entera satisfacción del cliente. *Fundador y CEO de Homie.mx.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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