Ésta es la historia de una mujer alemana que un día vendió y regaló todas sus pertenencias y decidió que podía vivir sin utilizar dinero. Conócela.     Acostumbrados a adquirir bienes y servicios por un monto de dinero, resulta increíble encontrar historias como la que en esta ocasión les voy a contar. ¿Es posible vivir sin dinero? Claro. La clave: muchas dosis de humildad y perseverancia. La historia se antoja para una película de Hollywood, de esas que buscan alimentar el alma y echar agua en un mundo y una sociedad áridos de buenas acciones. Tal vez para una secuela de “Cadena de Favores” o alguna cinta ligera con Tom Hanks o Will Smith. Pero la verdad es que no es un guión sensiblero. Es la vida de una mujer alemana entrada ya en sus 70 años de edad. Lo que para Heidemarie Schwermer empezó como un “experimento”, terminó dando un giro a su vida y a las personas que la rodean. Schwermer, hija de empresarios, decidió un día ponerse a prueba y vivir sin dinero un año. Para ese entonces, ella contaba con 50 años de edad, era jubilada y realmente no tenía problemas financieros. Lo que empezó como una prueba por 365 días ya se extendió a una forma de vida que la ha llevado a conocer, incluso, otros rincones del mundo y a personas que han alimentado su vida. Y todo sin dinero de por medio. Así lo cuenta la misma Schwermer en un documental que lleva por título Vivir sin dinero, donde comparte las experiencias de su nuevo estilo de vida que, contrario a lo que pensemos, no la ha llevado a padecer carencias de ninguna especie. El principio fue drástico: vendió o regaló sus pertenencias (incluida su casa) bajo la idea de deshacerse de todo lo que no podía llevar en una maleta. ¿Cómo hizo Heidemarie Schwermer para alejarse de los billetes y monedas y tarjetas de crédito a grado tal que ya no forman parte de su vida? Inició un movimiento de intercambio de servicios en su país natal. Actualmente ese mismo sistema, replicado por otras personas e incluso gobiernos, se lleva a cabo en otros países con un éxito sorprendente. Como el caso del Distrito Federal, en México, donde se realiza el mercado de trueque, en el que comerciantes, productores y prestadores de servicios hacen intercambio de artículos. Aunque en el caso mexicano es más hacia una política de reciclaje. La mujer de profesión psicoterapeuta lleva ya 16 años sin depender del dinero. Al principio, Heidemarie contó con un pequeño círculo de personas que prestaban servicios de cuidado de niños y servicios de limpieza básica en Dormund. Al cabo de los meses, nuestra aventurera mujer se vio viajando por el mundo llamada por personas que la invitaban a dar algún servicio a sus hogares, bajo la condición de que los huéspedes le pagaran el boleto de ida y regreso. También, les explica, no puede quedarse más de una semana en el sitio porque tiene que seguir su “aventura”, como ella la llama. Ella recibirá a cambio algo de ropa, alimento, techo y hasta algún regalo, como un collar o pases para el teatro. Heidemarie ya publicó un libro que se llama Vivir sin dinero. ¿Qué crees, lector, que hizo con el dinero que obtuvo de sus ventas? Lo donó a organizaciones de protección a mujeres maltratadas, a servidoras sociales y diversos organismos independientes. Los trueques que realiza no se limitan a comida o ropa. En una entrevista que le hicieron en el 2002, Heidemarie contó que para obtener comida, ayuda a la limpieza en un restaurante; y para tener internet o telefonía celular, da algunas terapias o apoyo a personas que así lo necesiten. Intercambio. También confiesa que le han llamado loca, aprovechada, vaga y antisocial. Pero ella no deja lugar a dudas: “Mi idea es que se acepte que se pueden hacer cosas sin que medie el dinero”. Hay que ser honestos: para sumergirse en un estilo de vida que dependa mayoritariamente de la “buena fe” de los demás se requieren agallas y mucha humildad. Pero la historia da un giro interesante. Si esta renuncia a lo monetario es tan renovadora, ¿por qué nuestra protagonista sugiere a las demás personas no hacerlo? Quiero pensar que a lo que ella se refiere es a no intentarlo de la noche a la mañana, como dando a entender que con pequeñas acciones es más que suficiente. Lo que sí es que hay que tomar en cuenta la reflexión que ella misma hace: “¡No le pido que haga usted como yo! Pero le sugiero pensar esto: ¿puede prescindir de algunas cosas por las que hoy se afana tanto?”. Así, la alemana se subió, desde mediados de los años noventa, a una tendencia que al cabo de los años le darían la razón: no todo tiene que monetizarse. ¿Qué es lo más rescatable de su filosofía de vida? Ella lo resume con una frase: “No tengo nada. No tengo techo, ni casa. Pero ante todo soy una persona libre”. Porque sí, la libertad es invaluable, y el personaje de esta historia nos lo está demostrando a cabalidad. ¿Estamos listos para empezar a trabajar así?     Contacto: Sígueme en twitter: @miguelcolunga1  

 

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