El paisaje corresponde al norte de México, sin fecha ni coordenadas específicas. Ahí un padre, Rogelio (el músico Rogelio Sosa), pasa los días jugando con su hija, Huck (Matilde Hernández), mientras administra un campo de béisbol frecuentado por narcotraficantes. Ellos son los dueños de la zona y el país, un lugar donde las mujeres escasean porque se convirtieron en un recurso económico más del narco. Ése es el distópico paisaje donde se narra Cómprame un revólver (2018), el trabajo más reciente del realizador Julio Hernández Cordón (Las marimbas del infierno), donde la violencia se mezcla con la imaginación y aventuras de una pequeña maternalmente cariñosa. La verdadera esencia de la película es ese deseo por la aventura y los lazos sentimentales creados por los protagonistas. Es un tema que Cordón ha abordado en sus dos películas anteriores, Te prometo anarquía y Atrás hay relámpagos, ambas también tenían detalles cruentos relacionados con las vidas de sus protagonistas. En la primera mencionada, un par de jóvenes (uno perdidamente enamorado del otro sin ser correspondido) obtienen sus ingresos vendiendo sangre a unos traficantes. La segunda retrata varios días en la amistad de unas jóvenes, quienes encuentran un cuerpo al explorar el jardín y los automóviles de la abuela de una de ellas. En Cómprame un revólver, el narco es usado como una amenaza, siempre latente y posible, que potencia la relación entre padre e hija. Rogelio no es el padre perfecto, además de ser un adicto razón por la que el narcotráfico lo controla, sin embargo, su esfuerzo por proteger a su hija es genuino aun en su imperfección como ser humano. Es un padre, como todos, no perfecto pero hace lo mejor que puede. Las comparaciones con Mad Max o Peter Pan que han acompañado a la película desde su estreno mundial en el Festival de Cannes no son gratis, tampoco su relación con el clásico literario Huckleberry Finn, de Mark Twain, el nombre de la protagonista es una señal bastante clara. Cómprame un revólver tiene un poco de todas: la sensación de estar ante un mundo sin futuro de la saga creada por George Miller, junto a la inocencia y deseo por vivir una gran aventura de las otras dos. Lo narrado en Cómprame un revólver se siente actual porque la lucha de Rogelio por mantener a su hija lejos del peligro y del monstruo encarnado en el narcotráfico, es la de muchos padres y personas alrededor de México, quienes viven en la incertidumbre familiar. Por eso las escenas más violentas de la película filmada por Cordón no son aquellas donde la violencia aparece gráfica sino simbólica: unos narcos juegan béisbol ataviados con unos vestidos, trofeos de sus recientes crímenes contra un grupo de jovencitas. Lo irracional de la violencia, capturado en una imagen.   Contacto: Twitter: @pazespa Tumblr: pazespa Página web: Butacaancha.com Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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