La guerra entre Rusia y Ucrania, o, más bien, la invasión a Ucrania por parte de Rusia ya es un hecho incuestionable. Desde hace días, las tropas rusas iniciaron su camino a Kiev con la intención de ganar una batalla que se está dando hoy, pero que se remonta a años atrás, en tiempos de la Unión Soviética. Así, hablamos de una guerra que, en este caso, se inicia con el reconocimiento por parte de Rusia de la independencia de las regiones de Donetsk y Luhansk, pero que pretende convertirse en uno de los principales escollos económicos en el presente ejercicio, y en un escenario en el que no dejará indiferente a nadie, por lo que vamos a tratar de analizarlo.

Y es que hay que decir que las consecuencias que tienen los conflictos bélicos en la economía, por lo general, suelen ser catastróficas. Sin embargo, si a eso le sumamos la situación que venían atravesando las economías por la pandemia que vivía el planeta, así como la situación actual, en la que todas las economías luchan por recuperarse, hablamos de unas consecuencias aún más drásticas. Pues también debemos sumar otros riesgos que, como la inflación, los cuellos de botella, entre otros, afectan directamente a la economía. En resumen, podríamos decir que hablamos de una cerilla encendida en una gasolinera.

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Por tanto, lo que trato de decir con estas primeras líneas es que hablamos de una guerra iniciada por Rusia, y que tendrá graves consecuencias para ambas economías, así como para la economía global. Además, como también mencionábamos, hablamos de una guerra que llega en el peor momento. La situación económica está lejos de ser la idílica, la recuperación sigue postergándose por los riesgos a los que se enfrentan las economías y, en un escenario de excepcional incertidumbre, una guerra se inicia, con las consecuencias que ello tiene para el comercio mundial, las empresas, entre otros motores económicos.

Con todo, hay que decir que pese a lo catastróficas que puedan ser consecuencias de este conflicto bélico, y pese a las consecuencias que esto tendría, el impacto en las distintas economías será asimétrico. Es decir, no será el mismo impacto el que registre Ucrania que el que registre España. De la misma manera que no será el mismo impacto el registrado en México que el registrado en Lituania. Pues hablamos de un gran conflicto, que incluso amenaza con convertirse en un conflicto global, pero no debemos olvidarnos de que hablamos de Rusia, y que su capacidad para alterar la economía mundial es muy limitada.

Curiosamente leía unas líneas en un diario norteamericano que versaban sobre las narrativas emitidas durante la guerra fría. El miedo a que una superpotencia como la Unión Soviética entrara en guerra con la todapoderosa Estados Unidos sembraba el pánico en las calles y, con ello, en la economía. Sin embargo, pese a que se hablase de la Unión Soviética como una superpotencia, lo cierto es que estas narrativas eran más que exageradas. En ningún momento hablábamos de una guerra entre superpotencias y, esa sensación que generaban las narrativas provocó la sobrereacción de la ciudadanía.

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Hoy parece que ocurre lo mismo. Vemos a Rusia como una superpotencia que podría poner en jaque a la economía mundial. Los medios nos lo venden así. Sin embargo, la realidad es muy distinta. Rusia, a la luz de los datos, es una economía de segunfa fila. Lo que la hace muy relevante y estratégica no es el peso que tiene esta economía en el cómputo global, sino el hecho de que hablamos de una economía que es el origen de muchos productos estratégicos. Para que nos hagamos una idea, la mitad de las exportaciones de paladio que se producen en el planeta vienen de Rusia, lo mismo que ocurre con el 15% del platino a nivel global y el 4% del aluminio. Además, Rusia es el primer productor mundial de trigo, el cuarto de petróleo y uno de los primeros de gas.

Esta es la razón por la que se ofrecen estas narrativas. Imponer sanciones a Rusia tiene un alto coste por el hecho de que hablamos de uno de los principales productores, de los principales generadores de oferta del planeta. Sin embargo, de asumir ese coste, hablamos de una economía incapaz de acabar con la estabilidad y, más importante aún, con el bienestar global. De hecho, tampoco se libraría Rusia de un ataque global en lo que respecta a sus productos. Pues hay que decir que, pese al soporte de China, Europa es el comprador del 70% de las exportaciones de gas, por lo que si dejara de comprar, hablamos de una gran suma de reservas que no llegarían al país del este.

En resumen, las consecuencias de los conflictos bélicos son muy negativas para las economías, al margen de todo lo que ocurra. Pero sí hay que decir que observo una sobrereacción generada, quizá, por una ignorancia justificada. Las narrativas venden caos, venden incertidumbre, y esto es lo que más penaliza a una economía. Lo vemos en estos momentos con el COVID. Pero lo cierto es que, de asumir los costes de las sanciones y de mostrar una postura firme, las consecuencias de este conflicto podrían minimizarse, como ya celebran los mercados ante un posible final la próxima semana.

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