Las pequeñas y medianas empresas forman un universo particular. Sus métodos son distintos a los que siguen los grandes corporativos y sus procesos se deben de ajustar a la realidad del día a día. La especialización y la segmentación de tareas y funciones es el modo en la que las grandes organizaciones operan en el día a día y les funciona adecuadamente para generar utilidades dado su nivel de gestión. Sin embargo, los proyectos que van naciendo, las empresas con pocos empleados no pueden darse ese lujo. En este entorno, es frecuente que los colaboradores se pongan varias cachuchas y desempeñen muchas actividades que en un corporativo ni siquiera estarían vinculadas a la misma área. Son pocos los empleados y por lo mismo, es muy importante que el equipo de trabajo esté bien integrado y alineado. En general, es poco posible aplicar los factores de éxito de las grandes corporaciones en proyectos de emprendimiento y en pequeñas empresas por las diferencias radicales que devienen de su naturaleza. Esto no es necesariamente una tragedia, al contrario, de esta diversidad y de reconocer que lo chico tiene sus propias características puede llevar a construir una ventaja competitiva a la medida, a partir de la consolidación de equipos de trabajo eficientes. Para las pequeñas empresas, es de suma importancia entender que deben ser capaces de trabajar bien juntos, intercambiar ideas, operar en conjunto ya que de otra manera se corre el riesgo de tener las pocas manos con las que se cuenta, trabajando en un mismo asunto, mientras otros quedan descubiertos o totalmente ignorados. Lo importante es que cada uno de los miembros sea consiente de cómo es que están contribuyendo al desarrollo de la empresa y cómo cada uno es un componente del éxito que se pretende alcanzar. Para lograrlo, es muy importante que se fomente una cultura de trabajo que valora la colaboración. Los brillos individuales ayudan a la totalidad del equipo, si y sólo si el protagonismo contribuye a lograr los resultados del conjunto. Para lograrlo, es necesario capacitar a las personas sobre la importancia del trabajo colaborativo. Si no es así, la individualidad se subordina al conjunto. Para la formación de estas culturas organizacionales es fundamental que los integrantes crean y entiendan que las ideas, la planeación, las estrategias, la toma de decisiones y las acciones son mejores cuando se hacen en forma cooperativa. Evidentemente, no se trata de creer que el mundo es color de rosa y que todos en automático estarán alineados con la misma forma de pensar. Para ello se requiere un gran esfuerzo. Hay que trabajar, capacitar, formar y estos procesos deben ser integradores. Más que forzar un pensamiento común, lo cual es además de imposible, absurdo; se deben buscar espacios de debate que propicien los consensos. Asimismo, es muy relevante que los procesos de comunicación sean abiertos y propicien retroalimentación sincera. Estos equipos de trabajo se conforman de la misma manera en la que se integran los equipos deportivos de alto rendimiento. Se dan los lineamientos, se explican las tareas, se comunican los resultados esperados, se reflexiona sobre las formas de hacer las cosas, se privilegia la innovación flexibilizando los procesos, se reconoce la labor de cada uno de los miembros y se premia el desempeño destacado. Se entrena a la gente para hacer el trabajo duro y para construir las actividades en las que van a estar interactuando. Por supuesto, el primer paso para lograr la construcción de equipos de trabajo eficientes en las pequeñas y medianas empresas es tener un líder eficaz. En estas empresas, quien lleva la voz cantante debe tener la habilidad de hacerse escuchar, de expresarse con claridad y de construir una red de confianza por parte de los individuos que tiene en su equipo. También será una persona que acepte nuevas ideas y que sea capaz de facilitar el buen desempeño de sus colaboradores. En las pequeñas y medianas empresas los equipos efectivos de trabajo deben de:
  • Tener en cuenta las fortalezas y debilidades de cada miembro del equipo, para aprovechar los puntos fuertes como apoyo y para desarrollar el potencial de cada quien.
  • Apreciar las habilidades de cada individuo, así como sus contribuciones y sus innovaciones.
  • Respetar las diferencias que existen entre ellos, hacer de ellas una ventaja competitiva en vez de tomarlas como una fuente de conflictos.
  • Animar a los demás colaboradores, en forma individual y como grupo, para que sigan adelante en sus esfuerzos.
La gran ventaja con la que cuentan las pequeñas y medianas empresas con respecto a las grandes corporaciones es la facilidad que tienen de conocerse y de comunicarse. En empresas enormes, tratar de innovar o de que alguna sugerencia sea tomada en cuenta, es sumamente difícil. En consecuencia, los empleados tienden a desmotivarse y a no encontrar un impulso para seguir tratando de hacer mejor su labor. En cambio, en organizaciones chicas la proximidad natural propicia que la gente se sienta alentada a conseguir objetivos y alcanzar las metas. Cuando alguien sabe qué parte del engrane es, cambia la perspectiva y se siente entusiasmada por el equipo hace una diferencia positiva en términos de esfuerzos por el éxito. Este tipo de optimismo tiene efectos de amplio espectro en el entorno de las pequeñas y medianas empresas. Por ello, la construcción de equipos de trabajo se convierte en una actividad prioritaria. Si cada empleado entiende lo que sus compañeros hacen y cómo lo hacen para que el negocio pueda seguir funcionando, independientemente de las circunstancias, se propicia un ambiente ideal en el que el trabajo florece, las operaciones dan fruto y las ideas fluyen.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @CecyDuranMena Blog: Las ventanas de Cecilia Durán Mena Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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