¿Alguna vez han leído la fábula de las dos hormigas? Está basada, según entiendo, en una historia que aparece en el libro ‘Cuando el desierto florece’, del escritor indio Prem Rawat, y pueden encontrarla fácilmente en internet. La historia va más o menos así: 

Una hormiga vivía en una montaña de azúcar. La otra, en una montaña de sal. La hormiga que vivía en la montaña de azúcar vivía feliz; la otra no tanto, pues siempre tenía una terrible sed después de comer. Un día, la hormiga de azúcar invitó a la hormiga de sal a conocer su casa, pues ésta no conocía lo que era el azúcar. Antes de partir, la hormiga de sal decidió llevar en su boca un poco de sal, por si acaso el azúcar no le gustaba. Al llegar, la hormiga de azúcar le ofreció a su invitada un poco de azúcar, pero como la otra tenía sal en la boca, el azúcar le supo a sal. ¿Cuál es la moraleja? A veces, cuando nos aferramos a lo seguro, perdemos de vista las nuevas oportunidades, entre ellas las cosas dulces de la vida. 

Ningún fundador nace con todas las habilidades ni con todas las respuestas, y muchos de ellos no quieren empezar el camino del emprendedor hasta no asegurarse de tener la idea perfecta. Esto es un mito: la idea perfecta no existe. No se trata de la calidad de la idea, sino de la calidad de quien la ejecuta. 

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¿Cómo sé si estoy listo para arrancar un negocio?

Hay varias habilidades técnicas que distinguen a los buenos emprendedores; sin embargo, esto no es suficiente. El mundo tiene muchos programadores que intentaron emprender en su momento y no lo lograron, aunque tenían grandes ideas, el conocimiento y, además, la capacidad de construir cualquier aplicación. Creo que para saber si alguien está listo para arrancar un negocio, lo que hace falta es entender lo fundamental:

1. Si tienes la motivación: Haciendo una analogía, la motivación es como el aceite que echamos en el motor. Con este lubricamos sus piezas y permitimos que sigan funcionando, mientras que la disciplina es el trabajo que dedicamos, es la gasolina, aquello que de verdad permite que las cosas se muevan.

Piensa cuáles son tus propios motivos. Esto, no es tarea fácil, pero nos pueden ser de gran utilidad para iniciar y encaminar nuestro proceso de emprendimiento. Este momento es conocido como la etapa cero del emprendimiento.

¿Qué te motiva a tener la iniciativa y la decisión para emprender? 

Ningún negocio será exitoso sin una buena razón para empezar y continuar con él.

2.   Si estás consciente de la disciplina que implica este estilo de vida: El inicio siempre es difícil. No hay horarios, no hay un jefe a quien acudir al momento de una duda o un obstáculo desconocido, no hay la estabilidad financiera de la quincena y el patrimonio que se arriesga es el propio. Habrá menos tiempo libre y la salud deberá volverse una prioridad, pues un emprendedor que trabaja duro pero no da mantenimiento a su cuerpo se enfermará irremediablemente. Habrá que ser testarudo, también: según las estadísticas, la edad promedio de un emprendedor es de 45 años, y eso se debe, entre otras cosas, a que alcanzan el éxito al tercer o cuarto intento.

3. Si sabes atraer clientes: ¿Qué es lo único que necesitas para arrancar un negocio? ¿Inversión? ¿Un plan de negocios? ¿Un equipo experto en finanzas, mercadotecnia y ventas? No. Necesitas clientes. Todo gran emprendedor es un gran vendedor. Si no eres uno, ¡aprende! Si al inicio no tienes un gran capital para invertir, si sólo eres tú con una computadora, entonces tu mejor arma es identificar una necesidad, un problema por el que alguien esté dispuesto a pagar para resolverlo, y salir a ofrecer tu solución. Si sabes atraer clientes atraerás dinero, y con dinero podrás obtener todo lo que necesitas para crecer o escalar tu negocio. 

4.- Si eres capaz de seguir aprendiendo: y me refiero no solo a nuevos conocimientos técnicos, sino también a ser capaz de cuestionar tus propios paradigmas y obtener retroalimentación y bueno, como dicen popularmente, “es de sabios cambiar de opinión”. Muchos emprendedores iniciaron con una idea de negocio totalmente diferente, pero gracias a la retroalimentación de sus clientes perfeccionaron el modelo de negocio. Aquellos que se enamoran de la idea en vez de centrarse en el cliente se vuelven irrelevantes.  Aprender de los comentarios directos de los clientes y comprender cómo están utilizando tus productos es algo invaluable cuando se está desarrollando un negocio.

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5.- Si sabes delegar: Una de las razones por las que muchos emprendedores fallan es por cansancio, porque muerden más de lo que pueden masticar. A veces un fundador es bueno para tener ideas y arrancarlas, pero no para darles seguimiento. Cuando inicia, el emprendedor es todólogo, pero conforme la empresa crece tiene que aprender a delegar, y para eso tiene que encontrar personas que sean mejores que él en las áreas donde necesita apoyo. Lo primero que hay que tener en cuenta es que delegar no significa decirle a otra persona lo que debe hacer, sino transferir parte del trabajo incluyendo la toma de decisiones a otro.

Una vez que el negocio ha funcionado, llega el momento de profesionalizarlo, y para eso el emprendedor, que ahora es empresario necesitará desarrollar otro conjunto de habilidades. Pero de esto hablaremos más adelante en esta serie de entregas. 

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