Por María Gálvez del Castillo Luna* Posiblemente somos la especie más inteligente del mundo. Se podría decir, además, que somos sus habitantes con más éxito. En poco tiempo hemos obtenido un gran desarrollo industrial, económico y tecnológico. No creemos en los límites, si podemos pagarlo. Incluso podemos subir de forma masiva a la cima del Everest, cueste lo que cueste. El problema es que, al igual que ocurre con los alpinistas fallecidos tras alcanzar la cima, corremos el riesgo de morir de éxito. Los impactos y los costes económicos, sociales y medioambientales fruto de nuestro “exitoso desarrollo”, ejemplificados en el Cambio Climático, pueden limitar la vida humana tal y como la conocemos. El Cambio Climático es una realidad. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático lo confirma y alerta que la situación empeorará si no actuamos ya. El problema es serio y va en aumento. Por primera vez en la historia hemos sobrepasado las 415 ppm de CO² en la atmósfera, principal gas de efecto invernadero (GEI) causante del calentamiento global. Para el prestigioso economista Nicholas Stern, se trata de una externalidad negativa global donde se emiten a la atmósfera, sin costo económico, las emisiones de GEI, que derivan en el Cambio Climático. Considera que es necesario invertir un 1% del PIB mundial para mitigar sus efectos, o en caso contrario, se podrían alcanzar pérdidas de hasta el 20 % del PIB mundial. Asimismo, el Banco Mundial cifra ya en 520.000 millones de dólares el costo de los desastres climáticos, en 26 millones las personas empujadas a la pobreza y en 7 millones las muertes prematuras. Además, alertan que 43 millones de habitantes del mundo se podrían convertir en migrantes climáticos. Todo parece aún lejano y ajeno a nosotros. Pero, lamentablemente, no es así. Tal y como escribe el mexicano Juan Rulfo en “Pedro Páramo”: “Hace calor aquí, dije. Sí, y esto no es nada, me contestó el otro. Cálmese. Ya lo sentirá más fuerte, cuando lleguemos a Comala. Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que ahí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija.” América Latina y el Caribe representan menos del 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, frente al 40,24% sobre el total que aportan Estados Unidos y China. Y, sin embargo, la región es extremadamente vulnerable a los impactos del Cambio Climático. Nuestro planeta no entiende de fronteras. Es injusto, sí. Como declaró recientemente Ray Dalio, fundador de Bridgewater: “Hay que rediseñar el capitalismo para que funcione para todos, ahora tenemos una desigualdad enorme”. Y si se tienen en consideración los impactos del Cambio Climático, es doblemente injusto y desigual. Los impactos, provocados por nuestro modelo de desarrollo, afectarán con mayor intensidad a las regiones del mundo más pobres y a las clases más desfavorecidas. La intensa sequía que sufre actualmente el Caribe o el traslado hacia tierra firme de Isla Cangrejo (Panamá) debido al aumento del nivel del mar, escenifican que no hablamos de un tiempo futurible. Está ocurriendo aquí y ahora, a ti y a mí. En la región el Cambio Climático acentúa el riesgo de convertir los bosques tropicales en sabanas, daña los manglares, amenaza las áreas costeras con el aumento del nivel del mar, limita la disponibilidad de agua potable debido a la alteración de las precipitaciones y favorece la desertificación de tierras y salinización de acuíferos. Con el riesgo inherente de una mayor intensificación de sequías y huracanes. En México habrá aumentos de temperatura, mientras que en países como Ecuador, Colombia y Perú se producirán alteraciones en las precipitaciones que provocarán efectos adversos sobre el rendimiento agrícola y afectarán a la pesca del litoral pacífico de Perú y Chile. Por otra parte, un informe del Panel Brasileño de Cambio Climático prevé que Brasil sufrirá pérdidas relacionadas con la actividad agrícola de 3.100 millones de dólares/año. Según el BID, los daños en la región asociados al aumento de la temperatura de 2°C rondarán los 100 mil millones de dólares/año. Inquieta especialmente el pronóstico del Banco Mundial, que estima que llevará a 17 millones de personas a la migración en América Latina hasta 2050. Casi 4 millones de mexicanos y centroamericanos se verían obligados a dejar sus hogares por la subida del nivel del mar, eventos climáticos extremos, sequías, desertización, menor disponibilidad de agua potable, la menor producción agrícola… Ante esta situación, ¿levantaremos muros más altos como algunos pretenden? Dicen que somos la especie más inteligente del planeta, ¿Sabremos repensar, entre todos y para todos, el desarrollo social, medioambiental y económico de la humanidad? Desde Nueva Zelanda nos llegan algunas ideas nuevas. El ejecutivo de Jacinta Arden acaba de presentar los Presupuestos del Bienestar o Presupuestos AntiPIB, basado en parámetros como la identidad cultural, el medio ambiente, la vivienda, los ingresos, el consumo y las interrelaciones sociales. El Cambio Climático es el riesgo más urgente que afrontar nuestra sociedad, debemos prevenirlo, adaptarnos y mitigar sus impactos. Pero, quizá, el Cambio Climático también es una oportunidad para repensar, entre todos, nuestro desarrollo. Es nuestro momento y nuestra responsabilidad, debemos tomar conciencia y actuar, avanzando hacia políticas públicas de calidad que faciliten la vida de los ciudadanos y una económica baja en carbono, más justa, inclusiva y sostenible. *Oceanógrafa y ambiéntologa. PhD candidata en Gobernanza del Cambio Climático. Escuela Internacional de Estudios del Mar – Universidad de Cádiz.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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