El mercado de la expectación ofrece una garantía que recauda a manos llenas, pero el negocio se pone mejor cuando al caldero de las brujas se le agregan ingredientes explosivos: la incertidumbre del resultado deportivo y el amor litúrgico que cultivan deportes como el futbol. El secreto del éxito es no abusar de la fórmula.     El mercado de la expectación ofrece una garantía que recauda a manos llenas, pero el negocio se pone mejor cuando al caldero de las brujas se le agregan ingredientes explosivos: la incertidumbre del resultado deportivo y el amor litúrgico que cultivan deportes como el futbol. El secreto del éxito es no abusar de la fórmula. Estimado lector, si tardaste en reaccionar a la ‘jugada’ de asistir al Estadio Azteca para ser testigo de si el Tri podrá superar la Ida del Repechaje contra Nueva Zelanda, el 13 de noviembre, seguro que quedarás con el coraje de ver que todas las localidades se agotaron desde dos semanas antes del cotejo. Al menos, las disponibles fuera del mercado negro de la reventa. Por la línea telefónica del patrocinador Banamex se colapsaron en últimos días las llamadas sin impedir que se volvieran humo los boletos con precio oficial de 90 a mil pesos, con el límite de venta por persona de cinco. La Vuelta se pagará en suelo neozelandés una semana después. Ya sabemos que como lovemark que es, el Tri nos sigue cautivando pero hay un factor importante que ayuda: Justo el hecho de no saber qué va a pasar es lo que hace que la gente consuma deporte. No sólo es el factor lúdico del juego el que nos seduce, sino su aspecto fortuito, el no saber exactamente qué demonios va a pasar. Y en el deporte brotan con frecuencia acontecimientos inesperados. Nadie puede asegurar que por su bache, la Selección Mexicana pueda resultar eliminada de ir a Brasil 2014, como nadie en la víspera imaginaba que podría disputar un lugar en una repesca, cuando se otorgaban tres lugares directos de un hexagonal donde presuntamente el resto de los equipos eran muy inferiores. También el ritual deportivo hace su partido, porque en la religión auténtica que es el futbol, los fieles asisten cada domingo a confesarse en el templo de las emociones. Y con estos Tricolores, tal pareciera que hay muchas penas que purgar. El estadio es el coliseo moderno donde se suscita la contienda bajo el conjuro de los dioses de la pelota. La fascinación encapsula historias épicas y cuentos de terror.   De lo perdido, lo que aparezca Los detractores del futbol pudieron pensar que con los seleccionados ‘casi’ muertos el negocio se vendría abajo. Pero no. La marca patrocinadora del uniforme sacó una edición especial de la camiseta que el Tricolor estrenó en el mismo partido donde pudo asegurar su boleto para el Repechaje, contra Panamá. “Sobre el muerto, las coronas o las playeras”, exclamó la ‘catrina’ marca deportiva. Los atuendos están a la venta como panes de muerto calientitos en esta época: La de dama 999 pesos, la de caballero 1,099 y la de niño 899. O sea que el combo familiar se arma con 3 mil. Como una novela de humor negro las marcas poderosas tienen el producto idóneo en el momento adecuado. Aunque no siempre hay ‘gracia’ para contarla. En el camino hacia el Mundial de Sudáfrica 2010, el periódico mexicano Récord ideó una promoción singular. A cambio de cinco cupones que salían diariamente en sus páginas, un fan podría obtener un regalo único: un muñequito de tela con los uniformes de los rivales del Tri. También se obsequiaban alfileres para hacerle al personaje el vudú o magia negra y pincharle en las partes que quisieran volver vulnerables para transmitir esa vibra al ‘equipo de todos’ y que pudiera salir victorioso. Molestos por el hecho, en Estados Unidos prohibió a Radio Shack distribuir un lote de 8 mil 700 muñecos en su territorio. El hecho le dio la vuelta al mundo aplaudiendo la osadía mexicana que sin embargo no tuvo éxito, pues sólo se pudo canjear el 30 por ciento de la producción. El problema aparente fue que los fans se lo tomaron muy en serio y no quisieron actuar mal, con principios ajenos al deporte. El miedo hizo su labor.   Lo que falta El ensayo disputado por el Tri del ‘Piojo’ Herrera en San Diego, California, tuvo casa llena. El Qualcomm Stadium, hogar de los Chargers de la NFL se abarrotó con entradas que fueron desde los 321 a los 1,931 pesos mexicanos. En Nueva Zelanda, los boletos que se encuentran a la venta desde el 29 de agosto, van desde los 15 dólares neozelandeses (157 pesos mexicanos), hasta los 140 (1,473 pesos mexicanos). La campaña de la Federación de Futbol de Nueva Zelanda se denomina ‘All Whites’ y busca que los 35 mil lugares del Westpac Stadium se pinten del níveo color. Es decir, que pese a su crisis, el Tri se cotiza a nivel de las grandes esferas balompédicas. Por ejemplo, un partido de Champions League donde se enfrentan escuadras de la talla de un Barcelona, Real Madrid, Juventus o Milan, escuadras que reúnen a una pléyade de astros cuesta de 39 a 74 euros, es decir, 691.73 a 1,312.52 pesos. Finalmente, las ofrendas son actos de fe. Y bien, estimado lector, ¿hasta cuánto estás dispuesto a pagar por la tuya?   Contacto: Twitter: @HectorQuispe LinkedIn: mx.linkedin.com/in/hectorquispe/ Facebook: https://www.facebook.com/hector.quispe e-Mail: [email protected] Página personal: http://about.me/HectorQuispe Blog: http://defutbolyotrosmales.wordpress.com/   *Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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