El foco central de las fallas y errores en materia de gobierno es el deterioro creciente del liderazgo restrictivo, errático y personal que se mantiene sobre la administración pública, las finanzas, las dependencias y quienes ocupan algún puesto en el gobierno. Entre los mayores pecados de este estilo mesiánico y populista de gobernar podemos enunciar los siguientes:

  1. Autocracia. Los falsos profetas deben entender que no hay nada más honesto que manifestar una opinión de manera libre y auténtica; los ciudadanos no estamos para quedar bien con ningún gobernante.

La libertad de expresión, el derecho a disentir y el pensamiento crítico son el motor de la democracia. La mayor expresión de conservadurismo es discriminar, descalificar y tratar de someter las argumentaciones diversas, contrarias y progresistas de la sociedad.

Igualmente, entre lo más deshonesto y corrupto que puede hacer un funcionario público es convertirse en cómplice sumiso de malas decisiones, mentirle al pueblo, ocultar información y descalificar a los críticos; todo por quedar bien y complacer al ejecutivo; peor que el Covid19 es un gobierno reducido a la mera expresión del humor, caprichos o la cerrazón de un líder tóxico.

Mas grave resulta el proteccionismo y defensa a ultranza de los excesos, corruptelas, altos precios, compadrazgos y complicidades proscritas que contrasta con el hostigamiento y repulsa a los medios que los denunciaron, sobre todo sin que hasta la fecha se haya dado una respuesta puntual a tales hechos. 

  • Arrogancia. La razón, la verdad, la honestidad y patriotismo no son exclusivos de nadie; son valores que se dan en todXs; estar en contra de los errores; denunciar la corrupción creciente y demostrar las pifias del gobierno es estar a favor de México.

La mente, el espíritu, el coraje, virtudes, talento y libertad del ciudadano no pueden ser acotados ni etiquetados de ninguna manera. El respeto y el reconocimiento se ganan en los hechos; los aplausos por hambre y nómina suelen envenenar los egos de los líderes tóxicos; es misión y derecho de todos no contagiarse y combatir esa contaminación.

Aún más, la soberanía emana de la sociedad y no se le puede escatimar su derecho a exigir, demandar, reflexionar, seguir luchando y avanzando a pesar de cargar con un mal gobierno, pues en la democracia, no hay nada superior a ella misma. 

  • Propaganda tóxica. Decir por decir y repetirlo todos los días aburre, satura, agobia; la amenaza del pasado siempre presente; la reiteración de la fe en el populismo mesiánico; quejas, angustias, reclamos, una inyección de complejos y traumas; la reescritura de la historia y la relatoría de los milagros inexistentes integran el guion eterno y repetitivo de las mañanas en las hay que salir a saturar el espacio mediático.

La crisis del covid19 exhibe también los excesos y trucos viles de propaganda barata con los que se pretende inflar y sostener la popularidad de un régimen que no encuentra rumbo, seriedad, alineamiento, congruencia ni priorización en la toma de decisiones y mucho menos en la ejecución de las medidas más fundamentales en materia sanitaria, económica de ingeniería social, persuasión y estratégicamente comunicación política.

Inventar historias, distractores, controversias, crear sus propios figurines, así como un costoso y enorme aparato e infraestructura en redes sociales han sido las líneas de acción de la comunicación política toxica.

Los objetivos de la comunicación del gobierno no son informar, apoyar a la sociedad o coadyuvar a la lucha ante la pandemia. Utiliza los medios como una herramienta para polarizar, hacer surgir los radicalismos, controlar la opinión pública, exacerbar, crispar, confundir, promover un estado de resignación y conformismo y sostener la imagen del ejecutivo a toda costa y a cualquier precio.

Aunque algunos medios, encuestadoras y analistas se hayan sometido ante la facturación de gobierno; la ciudadanía ya no se conforma; los verdaderos combatientes de primera línea no se rinden, panteones, oficiales del registro civil y personal médico -a pesar de la supresión- siguen mostrando la verdadera dimensión de la pandemia.

El discurso tóxico no puede ocultar lo que se vive todos los días, los padecimientos o decesos cercanos, aumento de precios en los productos básicos, falta de insumos, endeudamiento, desempleo, desesperación y cuando la cruda realidad es muy lejana a lo que sostiene la versión oficial.  

Se ha exprimido demasiado la buena voluntad del pueblo; el embarazo no deseado de las curvas que se negaron a ser planas; las fechas profetizadas que siguen alterándose; cifras que no cuadran; las excusas, pretextos y justificaciones; los dichos, desdichos y las desdichas; el intelecto social ya no aguanta más incompetencia, transas y evasivas.

El sentido común recrimina mientras que se le exige a la sociedad demasiada fe ciega. La memoria presente y gratitud para los que se fueron; un abrazo solidario y virtual para los deudos; aliento y esperanza para los enfermos; valor y fe para los que luchan. Aunque en política todos somos jokers, para acabar con la discriminación las vías son la humildad, la equidad, el entendimiento y la aceptación integral de la diversidad.

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