El director de cine documental, Everardo González, considera que los empresarios en nuestro país van a la segura y no toman riesgos en innovación cuando invierten en películas nacionales. “México es un país donde el empresario compite no por sus por sus innovaciones o riesgos, sino por mano de obra barata. Necesitamos empresarios con visión más humanista”, expresa el creativo mexicano en entrevista con Forbes México. La visión de González, quien define la creatividad como “construcción a partir de la nada”, ha conseguido la atención y el aplauso de la crítica internacional. La libertad del Diablo, obra que da voz a las víctimas del narcotráfico, sicarios y fuerzas armadas del Estado mexicano que se enfrentaron durante el gobierno del panista Felipe Calderón y que ha continuado desde entonces, ganó el Premio Amnistía Internacional  en la Berlinale de 2017.
El director comenta que aún existe un malentendido entre los hombres de negocio que invierten en el cine mexicano. “Suponen que las comedias inspiradas en la televisión son las que generan recuperación económica. Por supuesto es una industria que exige recuperar la inversión, pero más allá del corto plazo: el cine es un generador de conciencia, una posibilidad de educar, de generar identidad. Pienso que hoy sigue siendo el embajador más importante de la cultura mexicana”. En México, de los 407 estrenos que se exhiben anualmente, apenas 90 son mexicanos y más de la mitad reciben apoyo del gobierno.  Aunque existen casos de éxito como Nosotros los Nobles  (2013) y ¿Qué culpa tiene el niño? (2016), comedias que han roto récords en taquilla con 318 y 192 millones de pesos respectivamente, sus guiones son predecibles, con un formato similar a la oferta que produce Hollywood. Lo cierto es que a los mexicanos les encanta ir al cine. Durante 2016, los ingresos en taquilla ascendieron a 14,808 millones de pesos, con un precio promedio por boleto de 49 pesos (2.5 dólares).  La oportunidad para la industria nacional es enorme: la asistencia a películas mexicanas contabilizó apenas 30.6 millones,de acuerdo con el Anuario Estadístico de Cine Mexicano 2016, elaborado por el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine). A pesar del difícil contexto que vive la industria mexicana, González conoce el éxito desde que comenzó su carrera. Su ópera prima, La Canción del Pulque (2003),  trabajo que relata la ruta del maguey a través de testimonios e historia de la pulquería La Pirata, se llevó el Ariel al mejor largometraje documental. Al cineasta mexicano le preocupa el escenario que vive el país, que cerraría 2017 como el peor año en seguridad de su historia reciente, con más de 24,000 homicidios, el mayor número en 20 años. Sobre la próxima elección presidencial, Gónzalez admite que le gusta la propuesta de Andrés Manuel López Obrador, a quien considera el “más honesto”, pero critica su permanencia en la política en lugar de buscar un sucesor más joven. A José Antonio Meade le reconoce su preparación académica y experiencia en el sector público, pero rechaza la maquinaria del PRI, sus prácticas añejas  que han permitido que la tecnocracia, representada por el Instituto Tecnológico Autónomo de México —que fundó la familia Bailleres—, gobierne al país, olvidando a los políticos humanistas para mirar de lleno a los economistas. “Veo a Meade en ese paquete, yo no votaría por él”. En 2018, Gónzalez se concentrará en un proyecto sobre budismo, además de un trabajo de carácter etnográfico sobre 10 desiertos del mundo y asuntos de televisión vinculados al historiador Enrique Krauze. “Gran parte se irá en proyectos de investigación para generar proyectos, y vinculación política en el cine, en eso se irán mis día”, dice.  
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