La única solución duradera para enfrentar al Covid-19 es que se obtenga una vacuna. Más de 30 laboratorios a lo largo del mundo trabajan en ello.

Tan solo la semana pasada, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, anunció que ya contaban con la fórmula y la bautizó como Sputnik V.

El anuncio causó escepticismo, porque no se han divulgado las conclusiones de los estudios que la hicieron posible e inclusive no hay datos sobre la Fase III.

En Argentina, los empresarios Hugo Sigman, de mAbxience, y Carlos Slim dieron a conocer que producirá 200 millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca, la que se encuentra en fase de prueba, por lo que todos los recursos investidos serán “a riesgo”.

Desde México, el laboratorio Liomont, de Alfredo Rimoch, tendrá un papel central en el proyecto.

Es una iniciativa importante, porque de tener éxito, proporcionaría la vacuna a Latino América acortando los tiempos de suministro y no sujetos a los cálculos de otras naciones y mercados.

Es importante que sean laboratorios de Argentina y de México los que tengan la voluntad y capacidad de organizarse y la fundación Slim de dotar de presupuestos para que ello sea posible.

También refleja cómo es que las empresas privadas están comprometidas en patrocinar soluciones a la crisis y entre otras cosas deja claro que la industria farmacéutica de nuestro país, cuenta con el respaldo de compañías de alto prestigio, como es la propia AstraZeneca.

A estas alturas, el más grande desafío será no solo el contar con la cura sino el ser capaces de distribuirla y aplicarla.

Es aquí donde el panorama luce brumoso en lo que a México respecta. Hace apenas algunas semanas, el presidente anunció que el gobierno se haría cargo de la distribución de los medicamentos por medio de una empresa estatal.

Es una idea que vienen impulsando desde que llegaron al poder y que ya tuvo fuertes descalabros que se reflejaron en el fracaso de la compra internacional de medicamentos en 2019.

¿Por qué ocurrió esto? En las cláusulas de participación se estableció que los propios laboratorios se tendrían que hacer cargo de la entrega de los medicamentos, en los centros de acopio de las dependencias de Salud, lo que para muchos resultaba inviable, porque no cuentan con las redes y equipos de distribución y porque es una tarea cara y de cuidado.

Cuando llegue la vacuna, más vale que la nueva empresa esté funcionando y que cuente con los equipos para trasladar los lotes con seguridad.

El encargado de la tarea, David León, es un servidor público experimentado y se desempeñó muy bien como titular de Protección Civil, pero el nivel de dificultad que el propio gobierno le pone a las cosas, hará que todo sea muy complicado.

¿No sería mejor contar con el apoyo de las empresas que se dedican desde hace décadas a la distribución de medicinas? ¿Es momento de improvisar y más ante una coyuntura que es de riesgo internacional?

Lo que está en juego no es la narrativa de la nueva administrador, sustentada en la denuncia de la corrupción, real o ficticia, sino la salud de los ciudadanos y de sus familias, además de la viabilidad económica. De ese tamaño es lo que está en juego y que se medirá en cada dosis aplicada en tiempo y forma.

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