Una de las tareas más relevantes para Cámara de Diputados, si no hay reforma, será la de nombrar a cuatro consejeros electorales. En abril del próximo año, Lorenzo Córdova, Adriana Favela, Roberto Ruiz Saldaña y Ciro Murayama concluyen el periodo para el que fueron designados. 

El Consejo General requiere, para funcionar de modo óptimo, de sus 11 integrantes.  Los diputados tienen que sujetarse a dos candados, la filtración de perfiles por medio de un comité ciudadano que los califica y evalúa y la necesidad de alcanzar dos terceras partes del voto para determinar quiénes se integrarán al Consejo General del INE y tendrán un papel central en la organización y operación de la elección del 2024, que será la más grande de la historia. 

Se va a requerir de política y de acuerdos, dos temas que no imperan en la actual legislatura, porque Morena trata de imponer en lugar de convencer. 

Pero además, para el partido mayoritario, la continuidad del INE no es una prioridad, ya que más bien están empeñados en debilitarlo o inclusive desaparecerlo. 

La oposición, por su parte, tiene que buscar que quienes lleguen al INE sean demócratas comprometidos y no activistas. Lo que está en juego es la calidad de las elecciones y la gobernabilidad democrática, nada menos. 

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En teoría, el integrar el Consejo General, debiera ser una tarea para cumplirse sin demoras mayores, pero hay señales de que puede no ser así. 

Quizá la mayoría parlamentaria, es decir, Morena y sus aliados, opten por no hacer designación alguna y dejar al INE con siete integrantes, con una alineación que podría favorecerlos, en teoría. 

La conclusión de Córdova implicará, además, la definición de una nueva presidencia. Es un asunto también delicado, porque en los últimos años se ha logrado mantener al INE unido y ante ofensivas permanentes del Poder Ejecutivo, como nunca antes. 

El INE es una institución que se ha consolidado en coyunturas difíciles. Su calidad profesional está a prueba de dudas y los hechos respaldan una historia que podemos calificar de venturosa, más en un país cuya democracia es todavía joven y que ahora está bajo acecho. 

Han hecho una fiscalización de los recursos que reciben los partidos, que entre otras cosas ha evitado la llegada de dinero de origen incierto y no les tembló la mano para sancionar cuando fue necesario.

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Pero, sobre todo, el INE contribuyó a que las elecciones se convirtieran en una agenda donde la disputa por el poder político estaba sujeta a reglas, donde los votos se cuentan y cuentan. 

Mantener ese legado es indispensable para avanzar en la construcción de una sociedad de derechos y para conservar la pluralidad y las libertades que conlleva. 

Como en todo órgano colegiado, el principio y el fin del trabajo de sus integrantes, marcan etapas, imponen estilos y dejan huella.

La actuación y la biografía de los que dejarán el cargo, debería ser un referente para el retrato de quienes lleguen. Por desgracia no creo que sea así. La idea de que la ausencia de experiencia se suple solo con lealtad no es la mejor receta. 

La vara que Córdova o Murayama pusieron en alto, debiera ser la medida para encontrar a sus relevos y en una de las horas más complejas para todo nuestro sistema electoral. 

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