Por Juan Fernández* Recientemente algunas personas han pedido mi opinión acerca del Bitcoin y otras criptomonedas. Posiblemente creen que mi formación financiera automáticamente me convierte en un experto en todas aquellas cosas que suben y bajan de valor, y que podría darles algún jugoso tip de inversión, pero mi respuesta ha sido que me considero un ignorante del mundo del blockchain y demás aspectos tecnológicos que le dieron origen al Bitcoin. Sin embargo, tengo la impresión que en cierta forma una famosa historia se está repitiendo. Pop quiz: ¿En qué se parecen las criptomonedas a un turbante? Respuesta: ¡En mucho! Explico: En la primera mitad del siglo XVII se observó en los Países Bajos un fenómeno conocido como la Manía de los Tulipanes (Tulpenmanie). Este fenómeno consistió en que los precios de los bulbos de tulipán, recientemente introducidos desde Asia, alcanzaron niveles extraordinariamente altos y posteriormente colapsaron en febrero de 1637. Se cree que la TulipManía arruinó a muchas familias que invirtieron sus ahorros en la compra de tulipanes, y también que fue una de las primeras burbujas especulativas de las que existen registros. Sin embargo, muchos expertos caracterizan este episodio como un fenómeno de irracionalidad socioeconómica, más que como una crisis financiera de impacto en la prosperidad de la incipiente República Holandesa. Fun fact: La palabra “tulipán” viene del persa dulband, que significa “turbante”, y es debido a su parecido con la forma que adopta la flor cuando está cerrada. Ahora pasemos de golpe al presente, año 2017: Al momento de escribir este artículo existen 16,564,000 Bitcoins en existencia con un precio unitario superior a los 3,400 dólares, resultando en Bitcoins en circulación con un valor de casi 57,000 millones de dólares. Si Bitcoin fuera un país, tendría un PIB superior al de Panamá. Peor aún, si fuera una empresa, tendría un valor similar al de América Móvil. No puedo dejar de pensar en la historia de los tulipanes cada vez que leo o escucho acerca del Bitcoin. A diferencia de las monedas convencionales, Bitcoin no tiene el respaldo o crédito de un Banco Central o Reserva Federal, mucho menos activos subyacentes que soporten su valor. Cada Bitcoin es un mero registro en un complejo sistema basado en la tecnología blockchain, que, si bien ofrece aspectos valiosos que pueden ser utilizados en aplicaciones que requieran un alto estándar de confianza en el registro de transacciones, estoy convencido que —citando a Alan Greenspan— la fiebre del Bitcoin ha alcanzado niveles de “irracionalidad exuberante”. El famoso economista Robert Schiller, ganador del premio Nobel y quien correctamente predijo la burbuja inmobiliaria que explotó en 2008, describió la fiebre del Bitcoin como el resultado de una “historia atractiva”, pero que no necesariamente es “sustentable”. Schiller elegantemente descompone el fenómeno de la siguiente forma: “Tenemos una nueva forma de dinero que suena extraordinariamente revolucionaria, inventada por un personaje misterioso (Satoshi Nakamoto) y al que nadie ha encontrado, y puede ser real o ficticio; que involucra un ingenioso uso de la tecnología de encripción y del blockchain, y que puedes tardar demasiado en entender. Y de repente, la idea es tan poderosa que ni siquiera los gobiernos la pueden detener, mucho menos regular”. Es cierto que los bancos centrales y autoridades de valores todavía están tratando de definir la regulación alrededor de la oferta y utilización de criptomonedas. Un ejemplo es China, en donde las autoridades han prohibido la emisión de nuevas monedas virtuales y han prometido más regulación alrededor de su intercambio. Continúa Schiller: “El fenómeno de las criptomonedas encaja muy bien con la forma de ansiedad actual: la gente cuestiona cuál es su lugar en el mundo, y cómo estarán las cosas dentro de 10, 20, 30 años… Se preguntan si para entonces tendrán un empleo, o si poseerán cualquier cosa. Por esta razón la historia (del Bitcoin) ha inspirado a gente joven y activa, y eso es lo que le ha dado ímpetu al mercado. Pero no son los fundamentales. Esta Bitcoin no es una cosa fundamentalmente importante… Me parece que el entusiasmo por las criptomonedas es desproporcionado con respecto a su aplicación inmediata”. El incremento en el valor del Bitcoin y otras criptomonedas (por ejemplo Ethereum) han provocado una especie de “fiebre del oro” digital. Algunos fondos especializados y distintos emprendedores han realizado ya Ofertas Iniciales de Monedas (Initial Coin Offerings, o ICOs), y en el proceso han levantado ya varios cientos de millones de dólares de inversionistas, aunque dichas monedas no tengan un uso práctico inmediato. Algunos ejemplos de estas monedas virtuales son DentaCoin (“la solución de blockchain para la industria dental global”), Boulé (“digitalizar las boletas electorales y permitir el voto a distancia”), REAL (“brindar acceso a la inversión global en bienes raíces”), EventChain (“para resolver los problemas de reventa en la industria del entretenimiento”), y un largo etcétera. También existen ICOs para industrias alternativas como Paragon (“la moneda para controlar todas las etapas de la industria del cannabis”) y Fantasy Market (“tokens para la industria del entretenimiento adulto”). Incluso existen algunas ofertas de criptomonedas que son claramente una broma (Jesus Coin se ostenta como “la moneda del Hijo de Dios” para “descentralizar a Jesús en el blockchain”), y algunos inversionistas despistados han enviado dinero virtual para comprarlas. Obviamente, no está claro si Jesús les devolverá su dinero. Una voz reconocida habló duramente de este fenómeno hace unos días. Jamie Dimon, mandamás del banco JP Morgan, no tuvo miramientos para dejar claro lo que piensa acerca de las criptomonedas y los ICOs. Las llamó un “fraude” y una burbuja que “no va a terminar bien”, y soltó esta perla: “Si encuentro un solo trader en mi banco que se atreva a comprar Bitcoin lo despediré en el instante. Por dos razones: Es en contra de nuestras reglas, y es estúpido. Y ambas cosas son peligrosas. Y déjenme ser muy claro. No me refiero al blockchain, que es una tecnología. Pero la criptomoneda no va a funcionar. El Bitcoin solamente funciona si vives en Venezuela o Corea del Norte, o si eres un asesino o narcotraficante. No puedes tener un negocio en donde la gente puede inventar una nueva moneda de la nada, y pensar que las personas que la adquieran son inteligentes. Es peor que los bulbos de tulipán, ¿OK?” El precio del Bitcoin cayó 2.7% después de los comentarios de Dimon, para después recuperarse. En esta realidad financiera existe mucho camino por recorrer. Desde los bancos centrales y agencias reguladoras que ven con especial recelo a las criptomonedas, como a los inversionistas tradicionales que empiezan a hacer pequeñas apuestas en el futuro de esta innovadora, pero controversial, tecnología. Al tiempo. *CFO de Engenium Capital.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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