En la conciencia de experimentados empresarios existe la preocupación por saber en manos de quién dejarán su legado. No se trata de una vaga inquietud. En el fondo temen que su empresa pierda dirección.   Él gozaba de una vida llena de lujos y diversión; ya había trazado su futuro: no hacer absolutamente nada. Pero un día, frente al lecho de muerte de su madre, prometió convertirse en alguien productivo, en un ejemplo a seguir. Eligió un camino, la política. Decidió contender por una Presidencia Municipal en Chiapas, un estado donde la pobreza es una cruda realidad. ¿Puede alguien cambiar radicalmente su vida? ¿Es posible meterle materia gris a alguien de la vida real que sólo está acostumbrado a alzar la mano y recibir dinero sin ningún esfuerzo? Este junior alcanzó su objetivo de ser presidente municipal y, aún más, empezó a escalar, de tal forma que años después logró un cargo importante en la Secretaría de Gobernación. Pero su ascenso no ocurrió por ósmosis. Su caso llegó a las manos de Alfredo Paredes, director general de Capitol & Consulting, una firma especializada en el desarrollo e implementación de procesos de liderazgo, quien asegura que sí hay condiciones de sacarle brillo a un diamante en bruto y de impulsar a alguien que ha vivido en la luna A este junior con aspiraciones políticas, cuenta Alfredo, se le llevó a vivir a un departamento cuya dimensión es similar al clóset que siempre tuvo en su residencia. “La intención era que alcanzara los puntos de empatía con los demás”, explica. Esta circunstancia, es un secreto a voces entre los hijos de reconocidos hombres de negocios. En estos momentos hay una tendencia a contratar a consultores en imagen y liderazgo para tratar de perfilar la sucesión de los viejos empresarios hacia sus hijos.   La raíz sí importa   Las habilidades de un líder se descubren, no se adoptan. Para lograrlo, hay que hurgar en su interior, resolver sus problemas psicológicos, superar miedos, disminuir fobias, resolver conflictos internos y hasta acabar con vicios. Elizabeth Fernández, especialista de Capitol & Consulting, recibe constantemente la visita de empresarios que se preguntan: “¿Quién será el próximo CEO de mi compañía?”. Por eso tocan a su puerta para lograr que sus hijos, hermanos, sobrinos o nietos, dispongan de las mejores herramientas para preservar su legado. Garantizar que esto ocurra no es fácil. En el fondo, lo que se necesita es: inteligencia emocional. Gustavo Gori, un tipo afable, argentino, que funge como vicepresidente de Recursos Humanos de P&G, sostiene que lo más complicado para los líderes de hoy es manejar sus emociones. P&G es una empresa modelo para descubrir al mejor talento que sale de las universidades. El vicepresidente de Recursos Humanos de P&G cita tres rasgos que debe tener un líder, al margen de su origen:
• Capacidad de ver con claridad lo que se quiere lograr y dónde se quiere colocar a la empresa. • Pericia para resolver conflictos; darle la vuelta a un asunto complejo sin darse por vencido. • Tener siempre la disposición de transformarse a sí mismo a través del aprendizaje continuo.
¿Por las venas de un junior podrían correr estas características? Alfredo Paredes asegura que sí; pero también advierte que en la conciencia de los experimentados hombres de negocios gravita la preocupación ante la posibilidad de que sus hijos, simplemente, no estén hechos con su misma madera.   El Test   Montserrat F., quien proviene de una familia reconocida en la industria de la construcción en México y América Latina, tenía un gran defecto: se aterrorizaba cuando hablaba en público. “Mi problema era la falta de seguridad para proponer y la fuerza para defender mis ideas”, relata. “No podía sostener un debate de 15 minutos. Me rendía. Me desesperaba”. Forbes México tuvo acceso a varios videos que dan cuenta de diversos casos en los que se muestra la transformación de clientes como Monserrat F. Elizabeth Soto, de Capitol & Consulting. Hoy, Monserrat aún no puede controlar del todo su desenvolvimiento, pero todos los días sale de casa con un cuadernillo bajo el brazo que integra las recomendaciones hechas por los expertos para defender sus ideas, sin sudar frío. En términos generales, lo que lleva en ese cuadernillo son seis criterios de comportamiento: Adentrarse en el “yo”. Que identifique su experiencia y percepción de sí misma. Se trata de un simple ejercicio de autoconocimiento, que le permita posteriormente descubrir su potencial de liderazgo. Identificar sus “puntos rojos”. La idea es que detecte sus carencias, conflictos o debilidades; a partir de ello, podrá conocer sus alcances para superarlos. Ubicar sus virtudes. La tercera etapa está relacionada con la posibilidad de reforzar las habilidades, capacidades, valores y fortalezas que la distinguen. Aquí, el punto es que reconozca que, a toda debilidad, corresponde una cualidad. Definir sus responsabilidades. Lo importante es que entienda cuál es el rol que debe asumir como parte de la empresa; centrarse en el espacio de poder que debe ocupar. Que tenga los pies plantados en la tierra. Es necesario que tenga claras las oportunidades y expectativas que le genera su posición de líder. El objetivo es que ubique con precisión hacia dónde debe apuntalar sus esfuerzos. Administrar su poder. Clasificar los elementos que juegan a su favor y los que podrían convertirse en una amenaza. Si bien no existen modelos matemáticos que alcancen a medir con precisión si se está al frente de un líder o no, Juan Carlos Limón, director general de Bypower, una firma dedicada al manejo de la imagen pública, considera que el liderazgo es un asunto que se mide en tres aspectos: el progreso, la credibilidad y la cercanía. ¿Tu, de qué estás hecho?

 

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