Por: Jorge Mauricio Reynoso y Antonio Sancho y Maldonado

La pandemia de la COVID-19 es considerada la peor crisis de las décadas recientes. Todos los sectores de la economía se paralizaron debido al cierre de fronteras y a la interrupción recomendada u obligatoria de la concentración de personas en lugares de trabajo. Ante las consecuencias, se vuelve tentador compararla con debacles económicas o financieras del pasado. Sin embargo, es necesario ver más allá, puesto que la coyuntura sanitaria presentaba retos únicos. Un ejemplo de esto es el velar por la salud física y mental del personal, al mismo tiempo que mantener a los colaboradores motivados, involucrados y productivos, pues son claves para la reactivación. 

Se podría decir que la pandemia de la COVID-19 es lo que llama el autor Nassim Nicholas Taleb un cisne negro, entendido como un suceso a gran escala, imprevisible, irregular y con implicaciones que sorprenden y en muchos casos perjudican a personas, sectores o regiones que no lo habían previsto. Como podemos ver, la definición cuadra a la perfección y, prácticamente ninguna empresa, empresario o directivo, había previsto el impacto de tantos meses y que afectara a tantas regiones e industrias. 

Mucho se ha comentado que en tiempos de crisis las empresas necesitan ser resilientes y recuperarse. En este sentido, vale la pena profundizar. La resiliencia se ha conceptualizado como la capacidad de enfrentar y sobrevivir a eventos trágicos o experiencias difíciles. El término se ha usado para explorar cómo las personas permanecen enteras ante los problemas y el proceso que tienen para reintegrarse de las interrupciones complejas de la vida. A su vez, también se enuncia como la habilidad de hacer frente a eventos traumáticos y adversos o abordar con éxito los desafíos.

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Como podemos ver, la resiliencia implica superar una crisis buscando regresar al estado inicial. Ante esta realidad, Nassim Nicholas propone que más allá de recuperarnos además deberíamos buscar beneficiarnos. A esta capacidad la llama la antifragilidad, proceso en donde es posible prosperar y crecer al verse expuesto a la volatilidad, al azar, al desorden y la incertidumbre. El experto indica que incluso es más que la resiliencia, ya que permite mejorar y no sólo resistir los choques.

Las personas pueden desarrollar la antifragilidad al entender que la incertidumbre no es un aspecto negativo y que las dificultades o retos del entorno son oportunidades para crecer. Los individuos que lo han logrado buscan potenciar y explotar de mejor forma sus habilidades promoviendo el aprendizaje y la mejora. Este es el proceso que, a lo largo de la historia, ha llevado a la evolución de las culturas. 

La antifragilidad no es exclusiva de los individuos, las organizaciones también pueden desarrollarla. Para hacerlo, unos y otros deberán tomar en cuenta tres principios: 1) la incertidumbre, el azar y los errores son algo natural; 2) predecir todo es imposible y por lo mismo hay que estar conscientes de que enfrentaremos continuamente situaciones de alto riesgo y 3) se deberá de actuar de forma consistente con agilidad y rapidez. Esto implica, a nivel organizacional, generar estructuras flexibles que permitan reaccionar ante los cambios, así como promover un ambiente de apertura en donde el talento sea empoderado para aprender de sus errores. De aquí la relevancia que han tenido metodologías como agile y el design thinking.

Un entorno de crisis puede ser una oportunidad que estimule el aprendizaje y la mejora en una organización, esto implica que las empresas sean capaces de analizar las experiencias pasadas relacionadas con estos eventos difíciles y usar nuevos constructos como base para impulsar el cambio. En este mismo sentido, a algunos colaboradores les ayuda a reflexionar y extraer valiosas lecciones para solventar situaciones futuras, y así formular posibles planes de acción con base en sus interpretaciones de las experiencias críticas, de tal manera que se conviertan en excelentes ocasiones para generar un entorno de conocimiento. Si los individuos de una organización logran hacerlo, desarrollarán la capacidad de ser resilientes y antifrágiles.

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Contacto:

Por: Jorge Mauricio Reynoso Nassar, director General de la Asociación Mexicana en Dirección de Recursos Humanos (AMEDIRH) y Antonio Sancho y Maldonado, profesor de Dirección de Personal de IPADE Business School.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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